Villamiel en la Guerra Civil

Villamiel

Otro maestro nacional, esta vez  al frente de la alcaldía de Villamiel en los últimos meses de la República. Éste primer edil, José Martín Lain, líder de la izquierda villamielera, tenía 51 años cuando estalló la Guerra Civil. Tenía tanta influencia sobre la clase obrera de Villamiel que decidió tomar las riendas de Comité para evitar derramamientos de sangre como en en el vecino pueblo de Fuensalida.

Los enfrentamientos entre derecha, liderada por el abogado Máximo Ruiz, e izquierda se remontaban a la primavera de 1936 y tuvieron su culminación en el mes de junio de dicho año. El alcalde José Martín requirió a la Guardia Civil para que se personara en un baile que pretendía ser cerrado por miembros de la derecha local. En la puerta del baile se montó un alboroto y un cabo de la Benemérita fue desarmado por el concejal de izquierdas, José Martín Delgado. Todo acabó en nada ante la intervención pacificadora del primer edil.

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Como le ocurriera al alcalde de Fuensalida o Torrijos, que fueron acusados de ir a buscar armas a Madrid para defender la república del golpe militar, a José Martín también se le imputaba dicha responsabilidad que él siempre negó. Como también negó que dichas armas fueran compradas con el dinero incautado al vecino Pedro Gómez Manríquez. Sea como fuere, lo cierto es que no hubo muertes en Villamiel tras estallar la revolución en aquel verano de 1936. Cuando el primer edil llegó de la capital a Villamiel, tomó al mandó del Comité que ya había detenido a un derechista local, militante de Acción Popular, y ordenó su liberación.

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Fotografía:Archivo General de la Administración(AGA). » Colectividad agraria en la fincas de Villamiel Calderetas y Alvadalejo».

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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