LA REPÚBLICA EN SANTA OLALLA

  La familia Sacristán.

El sector de la construcción se vio intensamente afectado por la crisis económica de comienzo de los años treinta. El boom de la edificación en los años veinte dio paso a poderosas sociedades anónimas, tales como Agromán, Fierro, Fomento de Obras y Construcciones o Sacristán Hermanos S.A. Esta sociedad de la santaolallera familia Sacristán estaba plenamente capacitada para acometer los costosos proyectos de obras públicas encargados por las administraciones estatales.

 

El empresario de la construcción, Quintín Sacristán, natural de Santa Olala, presidente del consejo de administración, gozaba de un gran prestigio en este sector industrial. Su grupo empresarial, que competía a nivel nacional con otras grandes sociedades, desplazaba semanalmente desde Santa Olalla a Madrid más doscientos obreros locales que edificaban viviendas castrenses, iglesias o conventos en la capital. La familia Sacristán estaba muy bien relacionada con la aristocracia, la burguesía y el clero. Había logrado una licencia, a nivel nacional, para construir viviendas de militares en toda España, merced al apoyo que le dispensaba el general Saro. 4

 

  1. Con la llegada de la Segunda República, el general Saro es separado del servicio y procesado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas por su actuación en el pronunciamiento de 1923, por lo que fue sentenciado en 1932, por el delito de alta traición y auxilio, e ingresó en prisión, para ser amnistiado en 1934 y pasar a la situación de 2ª reserva. Murió fusilado en Madrid, el 19 de agosto de 1936, por milicianos republicanos.

 

La brillante trayectoria empresarial de Quintín Sacristán, a lo largo de la última década de la Monarquía de Alfonso XII,  tuvo como reconocimiento institucional la medalla del Trabajo concedida el 18 de mayo de 1930 de manos del ministro de Trabajo. El acto de entrega se celebró en un restaurante de La Huerta(Madrid) al que asistieron unos mil comensales, entre ellos el alcalde de Madrid, así como el conde de Santa Engracia y casi ochocientos obreros. A estos se refirió el homenajeado en su discurso fin de fiesta haciendo una petición al Gobierno para solucionar la crisis obrera actual.

Varios años antes, en 1923, Julián Sacristán Sánchez, hermano de Quintín, debutó como torero en la plaza de Vista Alegre, para tomar la alternativa meses después en la plaza de Valencia, de manos de Marcial Lalanda. Pero sus comienzos tuvieron lugar  la plaza de Villena(Alicante), aquí trabajaba construyendo un esplendoroso casino. Después, en 1927, debuta su hermano, Natalio en Barcelona, pero solo llego a novillero. Todos ellos, junto con Isidoro y Serafín, eran socios de la gran empresa familiar de construcción citada.

 

Todo cambiará con la instauración de la II República en 1931 para esta saga de constructores y toreros. Cuantos contratos castrenses que le habían sido adjudicados en el anterior régimen fueron suspendidos por el nuevo gobierno republicano. Las edificaciones ya iniciadas en Zaragoza y Valencia quedaron paralizadas, y la boyante empresa daría en quiebra, con la consiguiente repercusión laboral entre los obreros de la villa. El cambio de régimen que se produjo con la proclamación de la Segunda República en 1931 causó una inmensa conmoción en el mundo de los negocios. Los grandes industriales, como la saga de los Sacristanes, que se habían acostumbrado a la prosperidad de los años veinte, y que se vieron favorecidos por las políticas incentivadoras de la inversión a través del gasto público llevadas a cabo por la dictadura de Primo de Rivera, acogieron de mal agrado el advenimiento del nuevo régimen republicano.

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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