Colegiata de Torrijos

Torrijos en la Guerra Civil

 

TORRIJOS

El mismo día del golpe militar, el primer edil marchó a Madrid y dejó como sustituto a su compañero de partido, José Fiscer Barbeyto, expresidente de la Diputación, que ejerció como teniente alcalde hasta el 3 de agosto que volvió Rivera Cebolla. En este transcurso de tiempo no se cometieron asesinatos en Torrijos porque aquel fue conteniendo, como pudo, a los crispados milicianos locales y foráneos.

Tanto el alcalde, Agustín Rivera Cebolla, de Izquierda Republicana, como Físcer se vieron desbordado por los líderes del Comité local del que formaban parte  Florencio Rodríguez Muñoz “Patapaño” y Manuel Sánchez Espinosa “Clavel”, como miembros más destacados.

El 21 de julio, Fiscer requiere telefónicamente a Cebolla su inmediata presencia en Torrijos. Le hace saber que él también se encuentra desbordado por la aptitud violenta y descontrolada de las Juventudes Socialistas y Comunistas de la localidad. Sus integrantes habían celebrado una asamblea  en su sede de “La Humanitaria”, acordando formar un Comité de defensa de la República. Pero en esa fecha, 23 de julio, tanto Fiscer como Rivera Cebolla ya sabían que el peligro ya no vendría de la mano de su implacable rival político en la localidad, Julio González Sandoval, sino de sus propias filas frentepopulistas. Sin embargo, fue Físcer quien soportó el primer envite revolucionario ante la repentina ausencia del primer edil.

En Torrijos también se produjo esta requisa de armamento que el mismo Fiscer reconocía ante los Tribunales Militares que le juzgaron años después.

 

A últimos de julio del 36 ordené, a través de sendos oficios, que varios destacados dirigentes derechistas, entre ellas el exalcalde de la CEDA Ángel González Angulo, entregaran sus armas. Además, para tranquilizar a las masas obreras, el Comité comenzó a sacar fondos para pagar a los jornaleros. El resto del dinero incautado se depositó en el Banco Español de Crédito. Por ello, cuando en calidad de médico visité a una de las hijas de Julio González Sandoval, la dije que hacia bien en pagar la multa para evitar males mayores. (1)

El Comité se constituyó en los primeros días siguientes a la insurrección y se posesionó de una habitación del Ayuntamiento que utilizó como sede. Pero como ocurriera en casi todas las localidades de la comarca dentro dicho órgano existía una bicefalia de poderes: los que estaban a favor de las ejecuciones y los que sólo apoyaban las detenciones preventivas, incautaciones o multas. La mayoría de las veces, el Comité actuaba de forma contraria a las directrices marcadas por el Ayuntamiento. Éste era el caso de Torrijos y así se expresaba el primer edil, en funciones, señor Fiscer:

 

Yo nunca ocupé la presidencia del Comité durante los 16 días que estuve de alcalde sustituto. El Comité era una entidad extraoficial, desconectada de la vida municipal, y funcionando al margen de toda relación de derecho público. Su actuación se desarrollaba en local distinto del oficial del Ayuntamiento y se jactaba de arrollar toda autoridad formalmente instituida.

El dicente, no sólo se abstuvo de participar en aquella actuación, sino que estuvo a punto de ser víctima de la misma, tanto por mis gestiones oficiosas a favor de personas perseguidas. Éste fue el caso de la supuesta denegación de auxilio que se me imputa con respecto a los asesinatos del cura de Carriches y de su padre enfermo. Ocurrió que una mañana de la primera decena del mes de agosto de 1936 llegaron a Torrijos los referidos señores, huyendo de la persecución, preguntando por mi domicilio, sabedores de que yo era una persona honrada., con el fin de que les pusiera a salvo. Pero, antes de llegar a mi casa, se encontraron con unos milicianos que les reconocieron y fueron asesinados en el cruce de la carretera de Gerindote con Albarreal.

Le han querido presentar también al dicente como inductor o autor moral de las muertes del cura de Val de Santo Domingo, Don Francisco Aguilera, del capitán de Infantería señor Alba y  de cuantos vecinos de Torrijos fueron asesinados. (2)

 

Ante las malas noticias que, desde Madrid, Rivera Cebolla recibía de Fiscer, el alcalde se comunicó personalmente con la Dirección General  de Seguridad  y allí contacto con el capitán Losada. Éste le  prometió hacerse cargo personalmente del pedido armamentístico solicitado por el primer edil, con el que poder mantener la paz en Torrijos.

A su vez, Fiscer habló por teléfono con el Gobernador Civil de Toledo, Manuel María González López, de Izquierda Republicana, que acabó encerrándose  en el Alcázar con el coronel Moscardó. Aquel le aconsejó que permaneciera en su puesto para evitar atentados y desmanes. Esta contradicción de recomendar a otro lo que uno no cumple fue comentada con discreción por teniente el alcalde de Torrijos:

 

En presencia del Juez de Primera Instancia de Torrijos, Juan Higueras Sabater, hablé por teléfono con el Gobernador que me escuchó atentamente y me aconsejó seguir en mi puesto. Después tuve conocimiento de que mi superior se había unido, acertadamente, al Glorioso Movimiento Nacional.(3)

 

El alcalde continúa en Madrid hasta el día 3 de agosto, desde donde sigue las primeras evoluciones del golpe militar y la respuesta revolucionaria del pueblo en la capital.  Pero regresa a Torrijos  para hacerse cargo nuevamente del Ayuntamiento, donde se encontró con  Comité que ya había sido constituido en su ausencia y sin contar con ningún miembro de su corporación. Ante ello, reclama su presencia en dicho órgano, ya liderado por “Patapaño”, con el propósito de frenar la agitación existente. Con tal dirigente mantendría graves enfrentamientos en cuanto a  competencias y actuaciones. En el viejo edificio de la plaza cohabitaron Ayuntamiento y Comité, originándose entre los dirigentes de ambos órganos graves discrepancias ideológicas y criterios  dispares.

Que el alcalde llegó a Torrijos el día 3 de agosto, cuando ya estaba formado el Comité, es admitido hasta por sus denunciantes. Testigos propuestos por Rivera Cebolla, de reconocida solvencia y “adictos al régimen”,  como los torrijeños José Portero Benayas, José María del Río y Pedro López, confirman aquella versión del señor Cebolla, sin precisar el día exacto con intención de prestarle apoyo Y en una de las cariñosas cartas que el médico Portero remite a la hija de Cebolla, unida a la causa, hace mención a la existencia de dos Comités. Este es el texto completo de la carta:

 

Muy estimada Anita:

Cumpliendo tu deseo te envío relación de algunos hechos relativos a tu padre, que en todo momento están acordes con la más absoluta realidad e imparcialidad.

A principios de la sublevación marxista, me dirigía una noche a casa de mi difunta esposa, entonces prometida, cuando al llegar en frente de la Colegiata oí un ruido extraño y el órgano que tocaba fuertemente. Me acerqué al vestíbulo y presencié una escena horripilante, dantesca: un chófer, cuya filiación ignoro, encaramado en capiteles y relieves con una siniestra agilidad, dirigía puntapiés y estacazos, pulverizando cuantas imágenes y efectos religiosos. Al mismo tiempo, una turba de mujeres endemoniadas portaban ropas sagradas y círios con ademanes sacrílegos. Salí corriendo hacía la plaza y salió tu padre del Ayuntanmiento, dirigiéndose a la Colegiata y volviendo inmediatamente a la Corporación, llevándose por delante a la turba sacrílega a la que amonestaba diariamente. Previamente, tu padre arrojó del templo al citado chófer y sus satélites. Éste, en estado de embriaguez, dijo: “Es que a mi no me pega ni empuja nadie por muy alcalde que sea”

Otro suceso notorio en Torrijos es la llegada de unos camiones  con Guardias de Asalto a las órdenes de un capitán llamado Losada que se llevaron a Madrid a unas decenas de elementos derechistas, entre ellos a mi hermano Luís, librándoles de la saña marxista. La totalidad o casi totalidad de ellos  libraron de este modo la vida. La vox pupuli ha dicho que fue tu padre, anonadado por la ola vandálica que se le venía encima, llamó a las entones autoridades competentes para el envío de camiones y Guardias de Asalto.

Otro hecho, tan exacto como los anteriores, es el siguiente: cierto día se personó tu padre en la ferretería de mi cuñado para hacer unas compras (clavos o algo análogo) y allí se le vio llorar por el asesinato de los hermanos Yébenes.

Sólo a título de apreciación personal mía, te diré que siempre he creído que el Comité estaba dividido en dos sectores: uno enemigo de la violencia, en el cual estaba tu padre, y otro compuesto por verdaderos chacales, con una insaciable sed de sangre.

Te autorizo para que hagas lo que estimes oportuno ante el Tribunal encargado de juzgar a tu padre.

Recuerdos a tu madre y un afectuoso saludo de tu buen amigo. José Portero Benayas. Burgos 21-8-1939.(4)

 

El todavía alcalde sólo deseaba imponer medidas coercitivas económicas, tales como multas, confiscaciones  y expropiaciones. Exigió que el ayuntamiento fuera el depositario del dinero, joyas u otras incautaciones que el Comité ya estaba requisando a los vecinos más pudientes de Torrijos, incluida la entidad bancaria Banesto que fue “sancionada” con 2.700 pesetas. Pero “Clavel” y “Patapaño” no estaban de acuerdo con esas tibiezas revolucionarias ni tampoco con la reciente decisión del alcalde de poner dos hombres de guardia en el domicilio de hermanos Yébenes. Pretendía dar protección a los fundadores del Colegio San Gil, ante las graves amenazas de muerte que estaban sufriendo. Pero el Comité había decidido colaborar con los milicianos armados llegados de Toledo y Madrid, comunicando al alcalde que en breve serían detenidos los derechistas más significados de la villa, entre ellos los citados hermanos.

 

El alcalde, a primeros de agosto, se encontró un  Ayuntamiento que era un hormiguero de milicianos forasteros, campeando a sus anchas por el edificio consistorial, buscando información y domicilios de los personajes más destacados de la derecha torrijeña que pronto serían  apresados y confinados en la Colegiata. Nadie era capaz de ofrecer una respuesta dura a los desmanes del Comité. Un hervidero de poderes armados, de difícil control, sembraron la anarquía municipal. Pero primero Físcer y después Cebolla supieron aguantar a los milicianos forasteros llegados, sobre todo, de Toledo. No hay que olvidar que para estas fechas, primeros de agosto, en otras localidades vecinas gobernadas por alcaldes frentepopulista radicales y que colaboraban con las milicias forasteras, ya habían asesinado a muchos curas y derechistas. Sin embargo, con el fin de evitar derramamiento de sangre, Cebolla iba aplacando la ira revolucionaria con multas e incautaciones de bienes a los derechistas: “A la República se la defiende mejor incautando bienes que matando a sus propietarios”, repetía insistentemente el alcalde”.(5)

Sin embargo, el Ayuntamiento no pudo evitar la primera muerte ocurrida en Torrijos el 9 de agosto. Se trataba del sacerdote de Val de Santo Domingo, Franco Aguilera Carrasco, que fue descubierto por milicianos cuando pasaba por Torrijos camino de su villa natal. Así narraba en su declaración ante los Tribunales Militares el testigo Justo Menoría López, afiliado a Falange:

 

Observé como unos milicianos llevaban al sacerdote, que se había disfrazado  de segador para intentar pasar desapercibido, camino del Ayuntamiento de Torrijos. El cura llegó en tren desde Madrid y tuvo la mala suerte de que se encontraba allí un coche de milicianos forasteros de la F.A.I. que pasaban por allí para arrebatar víctimas. Me encontré horas después con el alcalde  y me dijo: “ Uno más que seguramente asesinarán, por si no fueran ya bastantes”. Me consta que las dos o tres veces primeras que fueron milicianos extraños a Torrijos, don Agustín consiguió frenarles sus afanes sanguinarios, llegando a decirles: “Si necesitáis alguna víctima que dispusieran de su vida”. También puedo decir, en defensa del alcalde, que en plena guerra me encontré en Valencia a “Patapaño” y hablando de los sucesos de aquel verano del 36 me dijo: “ Se me han escapado los Calderores por culpa de Rivera Cebolla”(6)

(6) Archivo General e Histórico de Defensa. Caja 6622, Legajo 5930, Sumario 647.

 

Incluso el domicilio de Rivera Cebolla también fue registrado por los milicianos forasteros que habían sido informados por el Comité que allí escondía algún vecino de ideología contraria. Pero no encontraron a nadie. El día anterior, 7 de agosto, los torrijeños Rafael Buenadicha Cruz y su sobrino José Martín del Río, ocultados por el primer edil en su domicilio, habían salido del mismo en busca de otro lugar más seguro. El médico les ubicó en los sótanos del caserón de Ramona Gómez de Agüero y allí salvaron su vida. Igual protección brindó al cura de Escalonilla, Escolástico González, que pudo salir de Torrijos tras ser amenazado de muerte. El sobrino del sacerdote, Pedro Alía Díaz, peluquero en su citada  villa natal, así lo declaró en el juicio en defensa de Cebolla: “ A mi tío, el cura Escolástico González, le libró de ser asesinado el señor Cebolla, que le ayudó a salir de Torrijos tras ser amenazado de muerte junto a Liberio..”.  Aunque de poco sirviera la humana actuación de éste al darle amparo al clérigo,  ya que dicho clérigo falleció en aquel mes de agosto del 36 aquejado de un posible infarto de corazón, ante tanto sobresalto. Así lo testificó el vecino de Torrijos, Rafael Buenadicha Cruz.

 

“ En agosto del 36 me presenté, junto con mi sobrino José Martín del Río, en el domicilio del alcalde para pedirle protección ante las amenazas de muerte que sufríamos por ser de derechas. Me ayudó y salvó nuestras vidas. Como consideró peligroso salir de viaje fuera de la villa, nos alojó en los sótanos de la casa sótanos de la casa de Ramona Gómez de Agüero..”.(7)

Este honrado ciudadano, Rafael Buenadicha, que ejerció de manera temporal el cargo de Juez de Instrucción de la villa, gozaba de una buena reputación y de una ideología a fin al Movimiento, como lo acredita su persecución por el Comité.

Otros muchos derechistas, temerosos de sus vidas, pedirían auxilio al alcalde. Como las armas solicitadas a Madrid no llegaban, Cebolla mandó a la capital al sereno Florencio Rodríguez Muñoz. Le encomendó otra misión añadida, más importante que las armas. Eran necesarios varios  camiones, custodiados por Guardias de Asalto, para poder evacuar a las personas de ideología contraria más amenazadas de la villa (8)

La furia del Comité y de los milicianos forasteros, en especial “Los Leones Rojos” de Toledo,  recién llegados a Torrijos, se tornó de día en día más agresiva. Una de estas milicias organizadas, aproximadamente con 300 voluntarios toledanos y en su mayoría anarquistas, eran dirigidas por el capitán Ángel Rino, de origen italiano. Otros, también llegados desde la ciudad imperial, fueron “El Batallón Pasionaria”, constituidos por comunistas de la capital y, los más importantes, las “Milicias de Toledo” al mando del ugetista Martín Ortega, con unos efectivos superiores a 1.000 hombres. Todos estos batallones citados combatían de forma permanente contra los asediados del Alcázar, pero algunos de sus miembros se desplazaban a pueblos de la provincia desempeñando labores represivas.(9)

Los primeros arrestos a derechistas comenzaron el 12 de agosto en las personas de Manuel Montero y su hijo de Antonio Montero Cebeira, joven dirigente de Acción Católica, abogado de profesión y estrecho colaborador del cura Liberio. También detuvieron el mismo día a Julio González Sandoval, que por su constitución física comenzó a ser apodado “El Sapo”,  a varios miembros de la familia Calderon, otros tantos de la saga Benayas y al ex alcalde la CEDA, Ángel González Angulo, “Taramona”, entre un total de casi cuarenta encarcelados.

Las órdenes de detención fueron dadas al Comité por los jefes de las milicias llegadas de Toledo, a la vista de la lista negra facilitada por aquel. Después, “Patapaño” y “Clavel”, entre otros, exigían su cumplimiento a jóvenes torrijeños afiliados a las juventudes izquierdistas de los distintos partidos del Frente Popular, muchos de los cuales serían ejecutados al finalizar la guerra por dicha actuación de acatar órdenes superiores. Después, los apresados serían conducidos a la Colegiata donde permanecerían sólo unos días antes de su muerte, llevada a cabo por milicianos sin escrúpulos, tanto forasteros como torrijeños. La persecución fue despiadada en Torrijos contra los representantes de las organizaciones conservadoras, muchos de los cuales habían ejercido cargos municipales en el anterior bienio republicano gobernado por el Partido Radical y  la CEDA.

 

Pero unas horas antes de que comenzaran los asesinatos, algunos derechistas pudieron escapar de la Colegiata porque comenzó a llegar de Madrid la ayuda solicitada semanas atrás por el Ayuntamiento.   El  guardia de asalto Felipe Marcos García Redondo, natural de Aranjuez, junto con Ribera Cebolla y Fiscer Barbeyto fueron los artífices de esta fuga que el primero relató así a los Tribunales Militares:

 

El día 13 de agosto de 1936 me personé en Torrijos, por orden de la Dirección General de Seguridad de Madrid, que había sido requerida por Fiscer y Cebolla, al objeto de impedir pretendidas violencias irreparables contra personal de profunda significación derechista. Enseguida me presenté a los señores Cebolla y Fiscer con los que programamos un plan a seguir. Como dicho día 13 yo sólo disponía de un coche turismo, me llevé a Madrid a cuatro señores: los hermanos Cirilo y Domingo Calderón, el sacerdote señor Montero y un hermano de éste. Volví a Torrijos el día 15 con las fuerzas y vehículos suficientes para llevarme a la capital a todas las personas que corrían peligro. La operación fue de un riesgo extraordinario pues no hay exageración al decir que dicha jornada fue de gran terror en la villa. Numerosos forasteros de la F.A.I. tenían tomado todos los lugares estratégicos para evitar nuestra evacuación con las más de treinta  personas de derechas, de ambos sexos, entre ellos diez integrantes de la familia Benayas . Los milicianos disponían de fusiles, ametralladotas y bombas de mano. (10)

 

 

Los hermanos Cirilo y Domingo Calderón fueron afortunados de poder escapar a Madrid en la forma relatada, porque la madrugada de ese día 13 de agosto, comenzaron los primeros asesinatos. El líder de la derecha torrijeña, diputado a Cortes, Julio González Sandoval fue sacado de la Colegiata en unión del último alcalde de la CEDA, Ángel González Angulo, Domingo Calderón(sobrino de aquellos), Antonio Montero Cebeira e Ildefonso Martín Montero para ser asesinados a las afueras de la villa.

Al día siguiente, 14 de agosto, les tocó el turno a los hermanos Yébenes Garoz, Gregorio Sánchez de Rivera, Victorio Arnáez Casas, Eduardo Moreno Montero y Florencio del Castillo Cebeira, entre otros. Previamente, los miembros del Comité celebraron una asamblea o reunión acordando su ejecución. (11)

Todos los asesinatos cometidos contra los que se hallaban detenidos dentro del recinto religioso de la Colegiata se cometieron muy de madrugada. Encañonados por milicianos en el interior del templo, los elegidos a tan brutal fin eran maniatados y sacados a empujones a la calle. Allí rugían los motores en marcha de varios vehículos de la marca Hispano Suiza. Muchos de ellos eran automóviles requisados a particulares y visiblemente ostentaban sobre su carrocería los emblemas y siglas de las milicias toledanas a quienes pertenecían. Posiblemente se les dijera que se trataba de un simple traslado a una cárcel o confinamiento de mayor seguridad, aunque todos recelaran de tales afirmaciones y se resistieron inútilmente a subir a los vehículos. Hubo momentos de forcejeo entre Gómez Sandoval y el jefe del Comité, “Patapaño” que desarmó a aquel de una navaja que tenía escondida con intenciones inciertas.  Los vehículos enfilaron después la carretera en dirección a Toledo. Quizá, alguno, abrigara la esperanza del traslado. No era así. El viaje terminaba en los Pinos, a escasos kilómetros de la población, junto a la vía férrea. Allí concluía para ellos sus dudas, sus vanas ilusiones y de su ánimo se adueñaba el desconsuelo, pues sólo les esperaba la muerte. El destino de sus cuerpos sin vida no quedaba lejos y se trataba de una perforación en la tierra entre Barcience y Rielves, después conocida como “el pozo del camino de Barcience”.(12)

 

Por fin, procedentes de Madrid, las ayudas llegaron a Torrijos el día 15 de agosto en sendos camiones al frente del capitán Losada, el guardia de asalto Felipe Marcos García Redondo y  otros compañeros de dicho cuerpo. Éstos fueron convencidos por el señor Cebolla de que se llevaran con ellos a todos los derechistas, arrestados en la Colegiata, que pudieran porque su vida corría aquí serio peligro. Y así fue. Se llevaron a muchos detenidos a Madrid, entre los que se encontraban  Jesús y Manuel Montero, Luís Portero Benayas y Gregorio Ortiz Martín, también consiguieron subir al camión. Seis años después, ambos declararon valientemente en el Consejo de Guerra seguido contra el alcalde, manifestando “que gracias a él pudieron salir de la Iglesia y montar en el camión que le llevó a Madrid, librando así su vida”. (13)

Pero sólo unos pocos torrijeños querían derramar sangre. Cuando el alcalde tuvo conocimiento de estos asesinatos corrió enfurecido hacia el Ayuntamiento en busca de sus autores. A su llegada rompió el bastón de mando en presencia de milicianos de la FAI, de Manuel Sánchez Espinosa “Clavel”, y otros miembros del Comité, gritándoles: “¡Ya habéis hecho lo que queríais!”. Cuando cerró la puerta de un portazo, “Clavel” contestó a los presentes: “¡A éste no hay que darles más que dos tiros como a los Yébenes!”. Así contaba el torrijeño Pedro López esos momentos (14)

 

 

La relación de enemistad entre “Clavel” y Cebolla llegó hasta el final de sus días. Aquel murió el día 2 de mayo de 1939 en la cárcel de Torrijos en extrañas circunstancias que su hoja de defunción recoge como “soks por asfixia”, es decir, ahorcamiento. Sabía que iba a morir, bien fusilado en las tapias del cementerio, bien torturado, o ambas cosas a la vez. Lo cierto es que existe una declaración, firmada por él, un día antes de su muerte, ante el comandante militar de la villa Victorio Benítez Fernández, autoinculpándose  de ser el inductor de todos los asesinatos antes referidos, pero imputándole al alcalde Cebolla las mismas responsabilidades que las suyas. (15)

Algunos familiares de la víctimas recogían en sus denuncias esta relación entre Rivera Cebolla y “Clavel” (16)

“Incontrolados” no faltaban, desde luego. La espiral revolucionaria y sangrienta del Comité, tras los recientes asesinatos, ya no tenía límites. Si hay un terror en “caliente” ése es el que se le aplicó al clero, al que rara vez se le encarcelaba. El cura Liberio no fue sometido a ningún juicio previo y sólo una asamblea del Comité, celebrada en el Ayuntamiento, ordenó su muerte.  El 18 de agosto, una treintena de torrijeños recibieron órdenes de  Florencio Rodríguez Muñoz “Patapaño” y Manuel Sánchez Espinosa “Clavel”, máximos dirigentes del Comité, para  viajar a Santa Ana de Pusa en busca de aquel. Se desplazaron en una camioneta propiedad de Marino Martín y de su cuñado, Regino Beltrán Carrillo, que fueron obligados a conducir hasta allí a los futuros captores. Como ambos chóferes sobrevivieron a la contienda, e incluso éste último aún disfruta de su larga vejez, su testimonio  sirvió para confirmar la identidad de la mayor parte de partícipes de aquella violenta detención. Aunque tampoco era muy necesaria dicha colaboración, ya que  Nieves Sánchez López, vecino de Torrijos, juzgado y condenado por los tribunales militares, ya había facilitado una “lista negra” de gran parte de los torrijeños implicados en delitos de sangre. Después, todos ellos serían juzgados y ejecutados en los años 40. (17)

Después del tortuoso viaje de vuelta a Torrijos, Liberio y el párroco de Santa Ana de Pusa, Juan Francisco Fernández Vela fueron recibidos por una multitud de vecinos que vivieron su macabro y agónico final, antes de ser  asesinados a las afueras de la villa.

Los autores, cómplices y encubridores de la muerte de Liberio y de Fernández Vela  lo celebran juntos con un banquete en una taberna de la plaza, frente al desaparecido “Bar Carrillo”. Al final de la fiesta, ebrios de alcohol y sangre, a petición de un forastero recientemente afincado en al villa y portador de una cámara fotográfica, acuerdan posar para él junto al citado establecimiento público. Ignoraban que la mayoría, de los más de una treintena de comensales, acababan de firmar su sentencia de muerte para tres años después. Dicha instantánea sigue celosamente guardada, después de 74 años, por algún vecino de Torrijos cuya identidad ignoramos y quien la conoce no la quiere facilitar.

El escritor Teodoro Toni Ruz, biógrafo del malogrado Liberio, narra así los detalles del retrato:

 

Ante mi tengo una fotografía histórica. Es un grupo de treinta y nueve mozalbetes que en su abigarrado conjunto semejan una comparsa de títeres ambulantes. No lo son. (..) La mayoría llevan calado  el gorrito de los milicianos rojos y el mono de los marxistas. En el suelo se adelantan sentaditos en el suelo dos niños como de nueve años. Sonrién; les han asociado burlescamente a la fiesta. Pero son mozos casi todos, aunque les acompañan algunos casados.

¿Qué celebraron? ¡ Un hecho heróico! La muerte, o mejor dicho, el asesinato del “Mártir de Torrijos”. En la fotografía se ve, con cara de comediante, a uno de los mozalbetes que lleva un pitillo en la boca y gafas montadas sobre sus narices; alarga los labios como hocico de galgo y denota claramente que quiere hacerse el gracioso. Las gafas no son suyas. Todavía yacía insepulta la víctima a quien se las arrebató.(18)

 

 

 

 

(1) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumario seguido contra Fiscer Barbeyto. Sumario 34.241.

(2) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumario seguido contra Fiscer Barbeyto. Sumario 34.241.

(3) Esta declaración la realiza en 1940 ante los Tribunales Militares que le estaban juzgando. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumario seguido contra Fiscer Barbeyto. Sumario 34.241.

(4) La carta es manuscrita y está unida al sumario como prueba de la defensa de Rivera Cebolla. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD .Caja 6622, Legajo 5930, Sumario 647.

(5) Archivo General e Histórico de Defensa. Caja 6622, Legajo 5930, Sumario 647.

(6) Archivo General e Histórico de Defensa. Caja 6622, Legajo 5930, Sumario 647.

 

(7)  Archivo General e Histórico de Defensa. Caja 6622, Legajo 5930, Sumario 647.

(8)  Sumarios 1234, Legajo 234. La orden dada al sereno consta en varias declaraciones. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD

(9) RUIZ ALONSO, José Mª. La Guerra Civil en la provincia de Toledo, II  pag 77 y ss.  También Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumarios 986, Legajo 129, seguido contra el último alcalde republicano de Maqueda.  La brigada miliciana “Los Leones Rojos”, llegada de la capital imperial, intervino en multitud de ejecuciones de derechistas, previamente señalados por el Comité local, entre otros los seis asesinatos  de Maqueda, según consta acreditado en declaraciones de sus miembros, entre ellos el vecino de Guadamur, Manuel Gómez Coto. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD

(10) Archivo General e Histórico de Defensa. Caja 6622, Legajo 5930, Sumario 647, Consejo de Guerra seguido contra el alcalde.

(11) AGMM.  Sumario 324, legajo 233. Así lo declaró el torrijeño Paulino Arevalillo Rodríguez, “Cotesa”, que fue condenado a 12 años de cárcel al acabar la guerra por brindar en una taberna y decir: “¡ Venga vino, que hemos estado de juicio contra los hermanos Yébenes y contra Florencio del Castillo, “El Almirante”, y todo ha salido bien!”. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD

 

(12) Diario El Alcázar, de fecha 15 de diciembre de 1936. Todos los cadáveres de las víctimas antes citadas, hasta un total de 22 torrijeños, fueron arrojados al Pozo del Camino de Barcience muy próximo a esta localidad. Sus restos serían exhumados con toda solemnidad, semanas después, y trasladados al cementerio de la villa. Asistió a acto el coronel del Tercio de la Guardia Civil, Luís Asiaín, el obispo de Toledo, el alcalde y demás autoridades, junto a familias y todo el vecindario. La bandera nacional cubría sus féretros. El industrial Félix Gómez Hidalgo pronunció unas patrióticas palabras y después se cantó el himno.

(13) Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumarios 1234, Legajo 234, seguidos contra Agustín Rivera Cebolla. Uno de los detenidos en la Iglesia, Gregorio Ortiz Martín, declaró valientemente en favor del alcalde que “gracias a él pudo montar en el camión y salvar su vida”. En idéntico sentido,  José Portero Benayas declaró: “ Mi hermano Luís libró su vida gracias a los vehículos que vinieron de Madrid”.

 

(14) Un día llegó Rivera Cebolla al cuarto, contiguo a la secretaria del Ayuntamiento, donde el Comité tenía su sede: ¡Aquí no se mata a nadie y yo dimito ahora mismo!, rompiendo con un fuerte golpe el bastón en la mesa. Cuando salió por la puerta, Clave exclamó: ¡ A éste hay que pegarle dos tiros como a los otros!. Don Agustín no se llevaba bien con Clavel y con sus seguidores.

Me consta también puso una guardia a la puerta de Telégrafos, donde vivía Eugenio Yébenes, para proteger su vida. Pero fue inútil. Una noche, milicianos de F.A.I. atropellaron dicha vigilancia y dieron muertes a los dos hermanos.

 

(15) AGMM.  Sumario 1222, legajo 534, seguido contra Manuel Sánchez Espinosa “Clavel” finalizó sin sentencia porque murió en la cárcel de Torrijos, en extrañas circunstancias, antes de ser juzgado. Todos sus compañeros del Comité, así como la casi totalidad de torrijeños procesados, confesaron que, junto con “Patapaño”, “Clavel”, fue uno de los inductores de la mayoría de los asesinatos cometidos en Torrijos. Además, “Clavel”, se autoinculpó por escrito antes de “suicidarse”, no sin antes afirmar que idéntica responsabilidad tuvo el alcalde señor Rivera Cebolla. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD.

 

(16)El vecino Manuel Sánchez Espinosa “Clavel”, perteneciente al Comité rojo local, declaró ante el instructor militar, señor Victorio, que el principal responsable de los asesinatos cometidos en Torrijos fue el alcalde señor Cebolla y Florencio Rodríguez Muñoz “Patapaño”. El mismo Espinosa se ahorcó a las pocas horas en la cárcel, pero antes declaró ante dicho señor Victorio y los vecinos de Torrijos Manuel Montero y Eugenio Rico, que se hallaban presentes cuando prestó declaración.

 

 

(17) Archivo General Militar de Madrid. En un gran número de sumarios estudiados aparece el nombre de Nieves Sánchez López, y su repetida “lista negra”. Esta relación no fue necesaria para identificar a los autores y cómplices de la muerte de Liberio porque existe una foto con todos ellos. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD

 

(18) TEODORO TONI RUZ, S.J., Mártires de la Cruzada. Un párroco ejemplar: Liberio González.

 

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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