Teresa Enríquez, «La Loca del Sacramento»

Pasaje de la novela histórica, Una memoria sin rencor. 

 

Ahora Liberio recordó aquella entrevista que concedió al diario católico El Castellano, acaparando la atención de toda la provincia durante unos días. Sin embargo, algunas preguntas del periodista no fueron bien recibidas por su patrón, el Arzobispado.

—Padre, ¿ quién fue el promotor de la idea de exponer al público los restos de doña Teresa Enríquez? —preguntó el periodista después de dialogar durante un rato sobre banalidades, esperando el momento de sacar a relucir el tema que le llevó ante Liberio y que era la noticia más comentada en la provincia.

—¡Yo no, desde luego!, soy un simple siervo de Dios al servicio de mis superiores —dijo Liberio.

—Pero, dígame al menos si usted era partidario de ir contra la voluntad que la santa plasmó en su testamento en el siglo XVI —dijo el periodista haciendo su labor de periodista.

—Yo soy partidario de obedecer a mis superiores —se aferró a su respuesta el entrevistado.

—¿Sabe que se han oído críticas negativas acerca de la exposición al público de los restos de doña Teresa?

—No lo sé —respondió Liberio.

—Que fue un espectáculo que ensombreció la  brillantez del congreso —concretó el periodista.

—¡El Congreso Eucarístico fue un éxito sin parangón!

Tenía Liberio 31 años de edad cuando cosechó su primer gran éxito con la organización en Torrijos en aquel simposio. Era un hombre de complexión recia, de fuerza física hercúlea, seco de carnes, deportista, cara chupada, muy alto, de nervios irrefrenables, talento lúcido, de corazón ardiente, gran madrugador y amigo de los pobres.

 

Sinopsis.- Estamos en octubre de 1926 y se celebra en Torrijos el Congreso Eucarístico, organizado por el cura párroco Don Liberio. El arzobispo de Toledo decide exponer al público los restos de doña Teresa Enríquez, en la foto, y un periodista entrevista al sacerdote.

5/5 - (1 voto)
Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

Sin comentarios

Escribir un comentario