SEGUNDA REPÚBLICA Y GUERRA CIVIL EN YUNCLER (TOLEDO)

SEGUNDA REPÚBLICA Y GUERRA CIVIL EN YUNCLER.

 

 

Por Carlos Fernández Rodríguez, doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid.

 

La conflictividad política y social que tuvo lugar en España en la década de los años veinte fue enorme. Los problemas laborales se incrementaron debido a los graves enfrentamientos entre los sindicatos y la patronal, con manifestaciones, huelgas y paros que produjeron incluso muertes. La situación en el campo era preocupante por la inestabilidad laboral y las luchas sociales. Si a esto se le añade la cuestión del norte de África y la crisis política, tras siete años de Dictadura de Primo de Rivera, hizo que la situación política española se deteriorara y que se produjera el derrocamiento de la monarquía y la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931, tras el triunfo dos días antes de los republicanos en la mayor parte de las capitales de provincia. El Gobierno Provisional de Aniceto Alcalá Zamora (también primer presidente de la II República) decidió convocar elecciones a Cortes que se celebraron el 28 de junio, triunfando las candidaturas republicanas e izquierdistas.

Una de las primeras labores llevadas a cabo fue la creación de una constitución. Ésta definía al Estado como una República democrática de trabajadores de toda clase. Sería una constitución progresista reconociendo el derecho al voto para las mujeres, el divorcio y el matrimonio civil. El Estado se reservaba el derecho de expropiación y la propiedad privada estaría sometida al interés público. El poder legislativo recaía en las Cortes con una sola cámara, el presidente de la República era el Jefe del Estado quien a su vez elegía al jefe del Gobierno. Los temas más problemáticos para abordar fueron la cuestión del nacionalismo y la religiosa. La solución al primer problema fue definir a España como un Estado integral respetando el derecho de las provincias y municipios a constituirse como autonomías y se estableció un sistema autonómico restringido. En cuanto al tema religioso se suspendió el sostenimiento público para el culto y el clero, prohibiéndose las competencias educativas a las congregaciones religiosas.

A lo largo de la existencia de la II República hubo una serie de problemas que afectaron al desarrollo político y social del país. Las grandes diferencias sociales existentes entre la población española, una clase media más conservadora que no veía con buenos ojos el tono marxista que estaba adquiriendo el gobierno, la clara división entre las organizaciones políticas de tendencia izquierdista (por un lado los socialistas y republicanos moderados, por otro lado los anarquistas y por otro, los comunistas), que se extendió a lo largo de muchos años y las organizaciones sindicales (UGT y CNT). Otro de los graves problemas fue la reforma militar llevada a cabo por el entonces ministro de Guerra, Manuel Azaña. Éste quiso republicanizar el ejército, pasar a la reserva a todos aquellos oficiales que no prometieran fidelidad a la República, era como una invitación al retiro. También rechazó varios centenares de proposiciones de ascenso, entre ellas las de los generales Francisco Franco, Manuel Goded y Miguel Cabanellas, teniéndolos controlados para evitar de esta manera dar un golpe de Estado, como el que se produjo en agosto de 1932, conocido como “Sanjurjada” protagonizada por el general José Sanjurjo. La cuestión agraria se planteó a través de la Ley de Reforma Agraria, de 1932, aplicada a zonas agrarias más extensas (Andalucía, Extremadura y Castilla). Se realizó un inventario de tierra y beneficiarios, pero debido a que su puesta en práctica sería muy costosa y a las quejas de partidos políticos, dicha reforma resultó ser un fracaso.

Tras las elecciones de noviembre de 1933, la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) de José María Gil Robles y el Partido Radical de Alejandro Lerroux accedieron al poder, en el denominado Bienio conservador de 1933 a 1935 (primeras votaciones en las que participaron las mujeres). En octubre de 1934 se produjo una revolución promovida por los socialistas justificándola por el temor ante el peligro del fascismo europeo. La revolución tuvo lugar en varias ciudades, pero donde más conflicto hubo con huelga general, insurrección armada y una mayor represión fue en Asturias causando más de cuatro mil muertos. Lerroux formó gobierno debido a que Alcalá Zamora no quiso dárselo a Gil Robles. El PSOE y la UGT radicalizaron sus posturas con la intervención de Francisco Largo Caballero. Con las elecciones de febrero de 1936 y el triunfo del Frente Popular (coalición de todas las fuerzas políticas de izquierda y republicanas) se dio paso a un empeoramiento de la situación política del país, con una derecha cada vez más inmovilista y conservadora, apoyada por los sectores militares y una izquierda cada vez más radical y revolucionaria, luchando por el control de las calles y los asesinatos llevados a cabo por los distintos partidos (ejemplificado en el asesinato del líder del Bloque Nacional, José Calvo Sotelo en venganza por la muerte de otros militantes socialistas). El 17 de julio de 1936 se levantó el ejército de África y al día siguiente, se produjo un golpe de estado en el resto del país en contra del gobierno democrático republicano.

El golpe estuvo organizado por una serie de generales al mando de Emilio Mola, apoyado por otros militares, falangistas, monárquicos y carlistas. El jefe de gobierno tuvo que haber sido el general Sanjurjo que estaba exiliado en Portugal, pero murió al despegar su avión cuando regresaba a España. El mismo destino tuvo el general Mola que murió en otro accidente aéreo, lo que dejaba libre el ascenso a Franco para ocupar el cargo de máximo responsable del ejército sublevado. Inglaterra y Francia declararon un pacto de no intervención en el conflicto bélico, siendo la URSS la única potencia extranjera que ayudó a la España republicana con armamento y víveres (además de México). En la internacionalización del conflicto se formó un grupo de voluntarios extranjeros (más de 40.000) que vinieron a luchar contra el fascismo en las denominadas Brigadas Internacionales. Al ejército golpista o sublevado le ayudaron la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, incumpliendo los acuerdos de no intervención, algo que les dio una clara ventaja militar, decisiva para la victoria final en la guerra. En la zona republicana se produjo una gran división entre partidos políticos y organizaciones sindicales, unos querían la revolución y las colectivizaciones y otros  estaban en contra de esas medidas. Los primeros milicianos armados fueron sustituidos por la formación de un Ejército Popular para la defensa de la legalidad constitucional. Juan Negrín formó gobierno desde mayo de 1937 hasta marzo de 1939. En la zona sublevada se creó en Burgos la Junta Técnica que declaró a Franco como jefe de Estado, el cual organizó un movimiento nacional que unificó a todas las fuerzas conservadoras y de extrema derecha.[1]

Fueron casi tres años de una guerra fratricida dividida en varias fases, siendo el principal objetivo la conquista de Madrid, aunque las tropas golpistas no pudieron conquistarla hasta el final de la contienda, defendida por el pueblo madrileño y los militares republicanos. El desenlace final de la Guerra Civil terminó con un pronunciamiento militar del coronel republicano Segismundo Casado apoyado por socialistas, republicanos y anarquistas contra Negrín y los comunistas, desembocando en una guerra civil dentro de la guerra civil, produciendo casi dos mil muertos y otros tantos detenidos a finales de marzo de 1939. Franco solicitó una rendición incondicional y la guerra terminó el 1 de abril de 1939. Su final dio lugar al establecimiento de la dictadura franquista que ejerció una represión metódica y arbitraria para imponer su dominio ideológico, político y social contra los perdedores de la guerra. El franquismo puso de manifiesto una voluntad de rechazo, exclusión y eliminación hacia los vencidos. Este tipo de actitud crearía unas bases sociales donde la conexión con el nuevo régimen dictaría un cohesionado sistema de control. La ruptura de la sociedad española se incrementó desde el inicio de la posguerra. La dictadura franquista edificó un aparato de control y poder totalitario siendo las piedras angulares la represión y un aprendizaje por parte de la población sometida a través de la violencia (exilio, encarcelamientos y fusilamientos contra los republicanos perdedores de la Guerra Civil).

La II República en Yuncler.

 

A principios de 1931, Yuncler convocó la plaza de secretario del ayuntamiento, que fue ocupada interinamente por Amancio Rizaldos Calvo, hasta que tras una elección de tres candidatos, Mariano Hernández López de 26 años fue nombrado en octubre del mismo año secretario titular con un sueldo de 3.000 pesetas, recibiendo las llaves de las oficinas y del archivo municipal.

En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, convocadas por el almirante Juan Bautista Aznar, se envió a cada uno de los gobernadores civiles provinciales una orden para que cada municipio hiciera un censo electoral. Según el censo de población de 1929, Yuncler tenía 1.357 habitantes, por lo que le correspondía un total de nueve concejales, incluido el alcalde presidente. Las candidaturas republicanas consiguieron mayoría en las capitales de provincia más importantes y los partidos conservadores en las zonas rurales (en Toledo ganaron los candidatos antimonárquicos por quince concejales contra diez de los que apoyaban la candidatura monárquica). La misma tarde del 14 de abril con la consabida noticia del fin de la Restauración, Miguel Maura Gamazo, ministro de la Gobernación decretó el cese de todos los gobernadores civiles, nombrando a otros en su lugar. De esta manera intentaba asegurar la situación, evitando que se produjeran actitudes involucionistas y tener un cierto control en los diferentes ayuntamientos de la provincia (el primer gobernador civil nombrado en Toledo fue José Martínez Aragón Carrión hasta el 14 de junio de 1931, siendo sustituido por Alvaro Botella Pérez hasta el 16 de septiembre de 1931 ocupando el cargo Luis Fernández de Valderrama San José el 25 de octubre del mismo año, Manuel Asensi Maestre le sustituyó y estuvo en el cargo hasta el 18 de junio de 1932).

El 18 de abril de 1931, la primera corporación municipal de la II República en Yuncler estuvo formada por: Pedro Vargas Gallego como alcalde presidente, el primer teniente fue Manuel Cruz Esteban, el segundo teniente de alcalde Evaristo Martín Esteban (también depositario de los fondos municipales) y como procurador síndico  Waldo Díaz Carrillo. Los demás regidores fueron: Eustasio Rizaldos Calvo, Rufino Pleite Hernández, Ambrosio Ruiz Villarrubia, Emiliano Esteban Villarrubia y Pedro Villarrubia Laín. Todos acordaron crear tres comisiones: de Hacienda, Policía Urbana y otra de Policía Rural. Las primeras medidas que se tomaron fueron quitar un crucifijo y un cuadro del rey Alfonso XIII que había tanto en las escuelas como en el consistorio municipal y los tiraron a los pilares. Los miembros de los partidos de izquierda locales izaron una bandera republicana en el balcón de la Casa Grande y se reunían en el salón de baile que tenía Simeón Díaz Carrillo en la calle Villaluenga.[2]

Uno de los principales problemas con los que se encontró Yuncler y todos los pueblos de alrededor fue el elevado porcentaje de parados entre los vecinos del municipio, sobre todo los labradores y obreros. Para intentar resolver esta situación, la corporación municipal se reunió con los mayores contribuyentes, propietarios y hacendados del pueblo para plantear lo que se denominó el “paro forzoso”. El Gobierno Provisional de la República aprobó un decreto para la creación de un servicio que luchara contra el paro involuntario del trabajo, para ello se creó una caja de subvenciones llamada “Caja Nacional contra el Paro Forzoso”, dependiente del Instituto Nacional de Previsión. Esta entidad sería la responsable de administrar y repartir las subvenciones públicas a los sindicatos y mutuas que ofrecieran dicho seguro de paro a sus militantes. Dichas mutuas y sindicatos tenían que ser reconocidas con anterioridad por la Caja Nacional no pudiendo ser organizaciones con ánimo de lucro, estarían obligadas a ser inspeccionadas por la Caja Nacional y debían tener las cuentas separadas de los fondos de la previsión contra el paro. La subvención o ayuda no podría ser superior al 50% de lo que percibían los parados. De igual manera se creó un Fondo de Solidaridad para subvencionar a las mutuas o sindicatos en aquellos sectores donde el riesgo de paro podía ser superior. La Caja Nacional asumía el pago de las cuotas que correspondían a los seguros sociales obligatorios de los trabajadores desempleados. Los beneficiarios serían parados mayores de 16 años y menores de 65 que estuvieran afiliados a dichas organizaciones. La Caja Nacional se encargaría de las tareas de difusión y propaganda del proyecto y de asesoramiento a las instituciones gubernamentales de las medidas para luchar contra el paro. Tras la reunión celebrada en mayo de 1931, se decidió que los mayores contribuyentes y empresarios acogerían a los obreros de pueblo sin trabajo dentro de sus posibilidades y el ayuntamiento daría empleo al resto de los trabajadores pagándoles 3 pesetas diarias en trabajos de arreglos y empedrados de la vía pública.

Según una disposición del Gobierno Provisional de la II República se decretaba la nulidad de las elecciones celebradas en diferentes poblaciones, publicando una nueva convocatoria de elecciones a concejales de 29 de mayo inscrito en el Boletín Oficial nº 29 de fecha de 30 de mayo de 1931. La comisión gestora envió de nuevo una certificación al gobernador civil y en el artículo cuarto de la circular del gobernador obligaba a la repetición de las elecciones exponiendo las posibles protestas y reclamaciones existentes. Dicha circular estaba firmada por el presidente del Gobierno Provisional, Niceto Alcalá Zamora Torres. Las elecciones tuvieron lugar el 31 de mayo indicando la comisión ciertos motivos de incompatibilidad de los concejales Evaristo Martín Esteban y Rufino Pleite Hernández, por tener en su poder algunos servicios contratados con el ayuntamiento. Éste acordó que el primero no tenía incompatibilidades, no así Rufino Pleite debido a que se le había adjudicado el arriendo del arbitrio de bebidas espiritosas y alcohólicas. Rufino hizo una reclamación siendo aceptada por la asamblea gestora, quien envió la relación de concejales elegidos nuevamente. Pedro Vargas repetía como alcalde presidente, de igual manera que el primer teniente de alcalde, Manuel Cruz, el segundo teniente de alcalde, Evaristo Martín y el procurador síndico Waldo Díaz. Donde sí hubo cambios fue en los regidores, siendo elegidos de nuevo Eustasio Rizaldos y Rufino Pleite Hernández y fueron nombrados como nuevos Eleuterio Ruiz Orozco, José Ruiz Carrillo y Constantino Laín Guio.

Entre las primeras medidas de la nueva corporación se encontraron la construcción de una mesa para la práctica de autopsias en el depósito judicial de la villa y la compra de una placa compresora para el triquinoscopio (instrumento para hacer un examen de los tejidos de los animales para la detección de triquinas o gusanos parásitos) que tenía el ayuntamiento para controlar la calidad de la leche que se vendía al vecindario. El encargado de la comisión de la policía rural fue Evaristo Martín Esteban, los vocales fueron José Ruiz Carrillo y Constantino Laín y como representantes de los agricultores se nombró a Juan de Dios Carrillo Vargas. Ante la petición de los obreros de la localidad para asistir a las sesiones ordinarias del ayuntamiento, la corporación no estaba de acuerdo porque los trabajadores querían que fuera al anochecer, ya que era cuando ellos dejaban de trabajar.

El 25 de junio, el farmacéutico titular Gregorio Herrero renunció a su cargo por haber traspasado la farmacia del pueblo a Franco Matanza Vázquez, natural de Aguilar de Campoo (Palencia), quien primero había solicitado al ayuntamiento ocupar interinamente el cargo de farmacéutico, cuya plaza vacante se ocuparía según indicara la Dirección General de Sanidad. El 15 de octubre del mismo año, Matanza fue nombrado titular de la farmacia de Yuncler con un sueldo de 1.000 pesetas, trasladándola de la calle del Santo a la calle Villaluenga (actual número 10).

El 9 de junio de 1931, el Gobierno Provisional promulgó un decreto para la participación de los diferentes sectores educativos en la organización de la enseñanza, por el que se crearon los Consejos de Primera y Segunda Enseñanza, el Consejo Universitario y los Consejos provinciales y municipales educativos. En el caso de Yuncler se creó el Consejo Local de Primera Enseñanza para establecer la colaboración entre todos los niveles educativos, produciéndose una relación activa entre la escuela y el entorno rural y social para que se extendiera la labor cultural y de educación de los vecinos. El representante del ayuntamiento en el Consejo Local fue Manuel Cruz. Una de las primeras medidas fue el traslado de las escuelas unitarias y mixtas de niños y niñas de donde habían estado siempre (en el edificio del actual ayuntamiento) al edificio construido para ocuparse como escuelas y que la corporación municipal anterior, presidida por Eugenio de Prada, no había admitido. El profesor de la escuela de niños, Francisco Aguilar fue el encargado de coger las llaves del edificio nuevo y junto al carretillero del pueblo trasladó en varios viajes el mobiliario de una escuela a otra, con un carro y varias mulas. Aguilar solicitó al ayuntamiento que pagara la instalación eléctrica y los arreglos necesarios para empezar a utilizar el edificio destinado a  las escuelas de niñas y niños en la calle Villaluenga. En 1933 por la decisión de algunos padres de los alumnos y del ayuntamiento (disposición política), se trasladó de nuevo el colegio de niños y niñas del edificio de nueva construcción a la sede antigua, donde estaban ubicados los colegios y las habitaciones de los profesores. El Consejo Local de 1ª Enseñanza impuso a la corporación municipal la obligación de mejorar el deplorable estado en el que se encontraban las escuelas y las dependencias de las mismas para que la enseñanza se pudiera impartir con las mínimas garantías de higiene y seguridad tanto para los alumnos como para el personal docente.

Constantino Laín Guio denunció ante el gobernador civil de Toledo, Manuel Asensi Maestre la incompatibilidad en los cargos de concejales del ayuntamiento de Yuncler a Pedro Vargas, Evaristo Martín, Manuel Cruz y Rufino Pleite. El gobernador civil nombró a Manuel Montoro López delegado para depurar los hechos denunciados, por los cuales Pedro Vargas y Evaristo Martín indicaban que tenían posesiones en la dehesa boyal del pueblo, siendo esto incompatible. A Manuel Cruz le acusaba de una supuesta malversación de fondos de las cuentas municipales durante los siete años de dictadura de Primo de Rivera en que fue depositario de las mismas y a Rufino Pleite de ser el rematador de uno de los ramos de consumos del consistorio municipal. Pedro Vargas enseñó el título de propiedad de la finca a la que se hacía referencia en la denuncia, la cual había sido obtenida por herencia de sus antepasados con una extensión de 427 estadales. Cuando estaba de alcalde Eugenio de Prada ordenó al perito práctico Benito Carrillo que midiera la finca, la cual tenía menos estadales de los que constaba en el título de propiedad, por lo que le fueron dados los estadales que faltaban, pero no se reconocieron porque estaba marcada por una avenida del arroyo y por la vía del ferrocarril. En cuanto a la finca de Evaristo Martín tenía 600 estadales y fue dedicada como prado vecinal durante unos años al ser arrendada por las subidas del arroyo. Evaristo quiso destinarla a la labranza y por ello pidió a Benito Carrillo que la midiera, el cual señaló su linde y era la que tenía en ese momento. Manuel Cruz defendió que él solo había realizado los pagos que le habían autorizado el alcalde y el secretario interventor. Por su parte, Rufino Pleite transfirió los derechos de las bebidas espirituosas y alcohólicas a su hermano Teodoro para evitar la incompatibilidad en el cargo. Constantino Laín indicó ante Manuel Asensi que eran débiles argucias para evitar que se comprobaran los hechos, quedándose la situación como estaba tras la decisión del delegado provincial.

En enero de 1932, se concedió a David Rizaldos Vargas la compra de un terreno resultante de la vía pública como consecuencia de la alineación de la acera en la parte derecha de la calle del Prado para construirse una casa en un terreno colindante de su propiedad. Antes de la venta, el perito práctico Ambrosio Ruiz Villarrubia hizo las mediciones pertinentes de dicho terreno y sería el que inspeccionara las obras realizadas por Rizaldos. También fue concedida a Amador Vargas una parcela de terreno municipal a las afueras del pueblo de 15 metros de longitud por 5 de ancho para la construcción de un taller de pirotecnia. El ayuntamiento le concedió dicha petición siempre y cuando construyera él su taller en condiciones de seguridad debido al producto de fabricación, máxime tras la muerte de dos vecinos en agosto de 1929 en otro taller de pirotecnia. Una vez realizadas las obras, el taller sería revisado por un perito enviado por el ayuntamiento para dar el visto bueno y la licencia definitiva.

En febrero de 1932 tuvo lugar la dimisión del médico titular de Yuncler, Manuel Ulloa, por motivos de salud y se solicitó a la Dirección General de Sanidad que sacara la plaza vacante de médico del pueblo. Hasta que se convocó la plaza titular, fue médico interino Miguel Eugenio Fernández con un sueldo de 1.650 pesetas. En abril del mismo año se convocó la plaza titular y hubo varios candidatos al puesto. En un primer momento se concedió al que había sido médico interino, Miguel Eugenio Fernández, pero hubo un recurso interpuesto por parte de otros concursantes a la plaza, por infringir según ellos las bases del concurso, ya que tenían más puntos, antigüedad y derechos que el elegido. El ayuntamiento aceptó el recurso y se nombró a Rafael López Peláez, natural de Ávila como médico titular, tomando posesión del cargo el 31 de mayo. Sin embargo, no llegó ni a trabajar porque le fue concedido un mes de licencia y no regresó a su puesto de trabajo. Los republicanos del pueblo eran atendidos por un médico que iba de Burujón cada ocho días. Varios vecinos más fueron atendidos por otro médico de San Román de los Montes llamado Urbano, quien estuvo probando durante varios días hasta que se fue por que le ofrecieron ser médico titular de un pueblo distinto.

Un vecino de Yuncler se fue a Madrid para ver al director del Hospital Militar de Carabanchel Gómez Ulla, Antonio Montalvo. Le preguntó si conocía a algún médico para Yuncler y le dio las señas de un facultativo de Humanes de Jadraque (Madrid). Evaristo Martín Esteban fue hasta Humanes para hablar con el médico indicado y le recomendó otro facultativo que vivía en Madrid llamado Francisco de Lucas. Evaristo fue hasta la capital madrileña a buscarlo y ofrecerle el puesto de médico interino hasta que hubiera la posibilidad de ocupar el cargo en titularidad. Francisco de Lucas llegó al pueblo en tren y estuvo viviendo en la casa de Evaristo Martín hasta que el ayuntamiento decidió nombrar libremente como médico titular de la villa a Francisco de Lucas Vergara el 25 de agosto de 1932 (estuvo como médico hasta julio de 1975).[3] Al año siguiente se hizo una reclamación por la manera en que se había ocupado la plaza de médico de Yuncler y tras abrir una investigación, la Dirección General de Sanidad de Toledo obligó al ayuntamiento a sacar de nuevo la plaza. Tras estudiar varias propuestas, la plaza fue ocupada nuevamente por Francisco Lucas Vergara como médico titular e inspector municipal de sanidad, tomando posesión el 1 de septiembre de 1933.

En el verano de 1932 hubo una gran sequía con los consecuentes problemas en el abastecimiento del agua del vecindario, ya que cuando no llovía se secaban los depósitos que abastecían la fuente pública. Para resolver estos problemas, el ayuntamiento decidió invertir más dinero en un proyecto que modificara y ampliara el depósito del agua y las tuberías que llevaban las aguas a la fuente. Había un desnivel entre la salida de las aguas en el depósito a los caños de unos 3 metros, el desnivel de la tubería era de 0.07 milímetros y desde la arqueta o llave de paso hasta el depósito había una distancia de 186 metros con un desnivel de 1,30 metros. La obra que se hizo fue rebajar la tubería desde la arqueta hasta el depósito a razón de 0.05 milímetros por cada metro, bajando un total de 0.93 milímetros por debajo de la tubería, quedando el orificio de salida por debajo del nivel de las aguas que estaban (la tubería quedaría con un desnivel de 0.02 milímetros por metro). Según las prácticas que realizó el encargado de las obras, el maestro albañil Cipriano Ruiz, la obra sería suficiente para llevar las aguas desde los depósitos hasta la fuente pública y por su trabajo cobró un jornal de 6 pesetas diarias.

Un acontecimiento desgraciado tuvo lugar ese mismo año en Yuncler. En la taberna de Andrés Esteban Vázquez, situada en la calle del Santo, tuvo lugar una disputa entre Pedro Villarrubia Laín y su hijo Pedro Villarrubia Hernández. Éste  empezó a pegar a su padre, momento en que fue recriminado por el dueño del bar, Andrés Esteban diciéndole que no toleraba que pegara a su padre y que si volvía a hacerlo no se quedaría de brazos cruzados. Parece que los ánimos se apaciguaron un rato, momento que fue aprovechado por Andrés Esteban para relajar el ambiente, preguntándole a Pedro Villarrubia, hijo, sobre un sembrado que tenía en un sitio, el cual estaba en malas condiciones por los temporales habidos. Pedro Villarrubia Hernández en vez de tranquilizarse creyó que se mofaba de él con esa pregunta y se fue a su casa muy enfadado. Una vez llegó a su domicilio cogió un revolver que tenía y esperó a Andrés Esteban a que saliera de su bar. Una hija de este último llamada Juliana observó lo que pasaba y se interpuso entre su padre y Pedro Villarrubia, siendo alcanzada por un disparo de Villarrubia que le dio en la parte interna de su brazo izquierdo. Rápidamente fue llevada al médico quien diagnosticó una lesión de pronóstico reservado. El juez municipal y el alcalde intervinieron y el autor de los hechos fue detenido y llevado a la cárcel del ayuntamiento del pueblo.[4]

En 1933 se produjo el cambio de gobierno en el sistema republicano español que duró hasta 1935, denominado Bienio conservador, contrarreformista o negro, siendo el primer gobierno presidido por el líder del Partido Republicano Radical, Alejandro Lerroux. En esta etapa se nombraron nuevos gobernadores civiles que tuvieron mandatos muy efímeros, siendo la mayor parte de ellos miembros del partido de Lerroux.[5] Los enfrentamientos entre los vecinos de Villaluenga y Yuncler no cesaron a lo largo de los siglos. Desde que se abrió la fábrica de cementos de Asland estuvieron motivados por la negación de los trabajadores de Villaluenga a que algunos yunclereños fueran a trabajar a esa fábrica. Varios de éstos iban armados al trabajo porque habían recibido amenazas de muerte por parte de algún trabajador, también armado, de la fábrica de Villaluenga. En enero de 1933, el diputado a Cortes Salvador de Madariaga Rojo (posteriormente Ministro de Instrucción Pública y de Justicia) acompañó a varias comisiones de la provincia de Toledo junto al gobernador civil Juan Serrano Piñana. Una de ellas fue la que solicitaron el 3 de enero de 1933 los obreros de Yuncler que trabajaban en la fábrica de cementos Asland. Se quejaban de que tenían que ir protegidos y armados por la Guardia Civil desde la estación de tren de Villaluenga hasta la fábrica de cementos, ante el boicot y la presión sometida por los trabajadores de dicho pueblo. En varias ocasiones estuvieron a punto de producirse enfrentamientos armados entre los trabajadores de ambos pueblos. El diputado Madariaga previno que si no se arbitraba una fórmula de conciliación entre todos sería inevitable un choque que tendría consecuencias trágicas. El gobernador civil, Juan Serrano le indicó al diputado, a los comisionados y a los trabajadores de Yuncler la conveniencia de presentar ante la Guardia Civil de Villaluenga y en el juzgado de Illescas, las denuncias oportunas para que la justicia tomara cartas en el asunto dándoles la seguridad de que él, por su parte impondría la ley por igual para todos.[6]

 

Urna utilizada para la votación por primera vez de las mujeres en Yuncler en 1933.

Un decreto del Gobierno Provisional de 9 de julio de 1931, ratificada por las Cortes en diciembre del mismo año, estableció el dominio de los cementerios civiles a los ayuntamientos, calificando que el carácter del enterramiento, ya fuera religioso o civil, sería voluntad del difunto o sus familiares. Algunos ayuntamientos ante esta legislación acabaron con la división existente en los cementerios entre la parte civil y la parte religiosa, concretada en la Ley de 30 de enero de 1932. Ésta indicaba que los cementerios eran municipales y comunes a todos los ciudadanos, sin diferencias en función de cuestiones confesionales o religiosas. Por ello, se obligaba a derruir los muros internos y los ritos religiosos sólo podían hacerse en la sepultura (el Gobierno publicó un reglamento en 1933 para prohibir los signos religiosos con la única excepción de las tumbas y la prohibición de que hubiera muros separadores por temas confesionales). En 1932, el ayuntamiento de Yuncler derribó el muro que separaba el cementerio religioso (antiguo), unificándose en un único cementerio civil. El terreno que quedó disponible tras el derribo del muro fue destinado para la venta de sepulturas en propiedad de los vecinos del pueblo, reservándose el ayuntamiento el derecho de la venta de las sepulturas.

A finales de 1933 se produjo la dimisión en su cargo del veterinario de Yuncler Rufino Castrejón Pardo por haber sido nombrado veterinario titular de Villaluenga. El 8 de febrero del año siguiente fue elegido como veterinario titular a Arsenio Otero Muñoz, de Madrid con un sueldo de 1.400 pesetas, pero estuvo sólo dos meses en el puesto ya que fue sustituido por Juan García Sánchez que lo ocupó primero como interino, tomando posesión definitiva del cargo en septiembre de 1934 (al año siguiente fue sustituido por Julián Esteban Navas). El concejal, Constantino Laín (hijo de Remigio Laín) depuso su acta de concejal en el ayuntamiento en noviembre de 1933 tras haber sido destinado como maestro nacional en el pueblo toledano de Gerindote y en septiembre del año siguiente, el secretario Mariano Hernández López dejaba su puesto al ser nombrado para dicho cargo en el pueblo de Mazarambroz (Toledo), sustituyéndole de manera interina Amancio Rizaldos.

Para los temas de la contribución y cuestiones tributarias en el municipio se nombraron varios vocales que formarían parte de distintas comisiones que se crearon con la función de evaluar las riquezas, bienes y pertenencias de los habitantes de Yuncler, siendo elegidos Pedro Carrillo Hernández como el mayor contribuyente por riqueza rústica, Agapito Carrillo Martín como el mayor contribuyente de riqueza urbana, el marqués de Valmediano por riqueza rústica y Darío Hernández Palomeque por ser el mayor contribuyente de la contribución industrial y del comercio. La comisión de la parte del personal estuvo formada por Alejandro Esteban Esteban como mayor riqueza rústica, Emilia Esteban Aguado por la riqueza urbana y Florencio Gallego Gutiérrez en la contribución industrial y de comercio.

En marzo de 1935, el Estado aprobó una subvención para los pueblos menores de 2.000 habitantes para los apartimientos de agua y de las contratas para el alumbrado y el abastecimiento de aguas que hacía la entidad Agro-Hidráulica de Madrid. Una comisión del ayuntamiento de Yuncler fue a Madrid para entrevistarse con el director Francisco Naval Gutiérrez e informarse de cómo sería el estudio de las obras de reconocimiento y aforos como base para un proyecto definitivo a la hora de tener un caudal lo suficientemente grande para el abastecimiento del vecindario. Incluso se podría dar la posibilidad de obtener aguas subterráneas con un plazo de dos meses (se planteó el proyecto por la gran cantidad de aguas y pozos en el subsuelo del pueblo y las ayudas económicas estatales). El ayuntamiento quiso agradecer la labor de los aparejadores de obras Brito y Antioco Carrillo Esteban que gratuitamente facilitaron el proyecto y el presupuesto de las obras. El municipio cedería gratuitamente los terrenos necesarios para llevarlas a cabo y por medio del Director General de Minas y Combustibles aportaría el dinero necesario para las tareas de alumbramiento de aguas.

La circular nº 64 del Gobierno Civil de Toledo publicada en el Boletín Oficial de la Provincia de 13 de julio de 1935, firmada por el gobernador civil José Morlesin, ordenaba a todos los ayuntamientos de la provincia a facilitar un listado y certificado acreditativo a la inspección de la Dirección de Sanidad provincial con todos los nombres del personal médico, farmacéutico, veterinario, practicante y comadrona que ejercían su labor en cada municipio de la provincia. Por otro decreto del Ministerio de Agricultura, todos los ayuntamientos tenían que designar 20 pesetas por habitante a las escuelas profesionales de trabajo y se calculaba el pago del jornal medio de un bracero en 4 pesetas diarias.

La Asociación de agricultores de Villaluenga solicitó a la corporación municipal de Yuncler poder extraer arena de la Balastera del pueblo para construir el nuevo cuartel de la Guardia Civil del municipio. Sin embargo, ante la falta de pago de dicha asociación, el ayuntamiento prohibió sacar más tierra hasta que no pagaran la deuda contraída que ascendía a 676 pesetas. El alcalde de Yuncler, Pedro Vargas decidió llegar a un acuerdo con el ayuntamiento de Villaseca de la Sagra para solicitar al Estado la construcción de una carretera que saliera de Villaseca hasta Almonacid en unión de los ayuntamientos de Villaluenga, Cabañas de la Sagra, Magán, Almonacid, Mora, Mascaraque, Manzaneque, Villaseca, Yuncler y otros municipios.

Al final del año 1935 se hizo un listado con todos los sueldos del personal contratado por el ayuntamiento. Desde octubre de ese año hubo un nuevo secretario, Reyes Sinforiano Recio García, con un sueldo de 3.000 pesetas. El auxiliar de secretaría era Amancio Rizaldos Calvo (nombrado el 16 de enero de 1921) cobrando 1.000 pesetas anuales y el alguacil, Pedro Gutiérrez Vargas, nombrado por el Ministerio de Guerra el 1 de septiembre de 1925 tenía un sueldo de 900 pesetas. En el cuerpo de facultativos y técnicos había un médico titular, Francisco de Lucas que tenía un sueldo de 2.500 pesetas y fue nombrado por última vez el 1 de septiembre de 1933. Había un inspector farmacéutico Francisco Matanza desde el 14 de noviembre de 1931 con un sueldo de 1.100 pesetas. El inspector veterinario era Julián Esteban Navas con un sueldo de 2.000 pesetas y ocupó su puesto por concurso el 23 de enero de 1935. Los puestos de practicante y de maestra de niñas estaban vacantes con unos sueldos de 750 pesetas. En el grupo de subalternos había un guarda municipal con un sueldo de 1.200 pesetas ocupado en propiedad por Anastasio Martín Hernández desde el 16 de febrero de 1934. El encargado del cementerio municipal era Segundo Villarrubia Gutiérrez con un sueldo de 125 pesetas y estaba en el cargo desde el 27 de mayo de 1906. En la categoría de grupos especiales estaba Evaristo Martín Esteban desde el 29 de abril de 1931 como depositario de los fondos municipales y con un sueldo anual de 80 pesetas y el encargado del reloj de la iglesia desde el 1 de abril de 1921 Manuel Cruz con una dotación de 100 pesetas al año.

El guarda municipal, Anastasio Martín era el encargado de cuidar de la bomba del pozo que en tiempos de sequía, al secarse la fuente pública, servía para abastecer de agua potable al vecindario. Anastasio, como guarda municipal iba armado y tuvo que entregar su arma a la Guardia Civil para que fuera inutilizada y enviarse al banco de corporación de armas, ya que no reunía las condiciones legales para el servicio de dicho guarda. A principios de 1936, el ayuntamiento compró un rifle y municiones homologadas a la Sociedad Española de Armas y Municiones por un coste de 14.690 pesetas, ya que era obligatorio que el guarda municipal dispusiera de un arma reglamentaria.

Las nuevas elecciones dieron paso a una nueva formación municipal en Yuncler, siendo elegido como alcalde presidente Faustino Ugena Martín, el primer teniente de alcalde fue David Rizaldos Vargas, el segundo teniente de alcalde Eleuterio Ruiz Orozco y el procurador síndico Bernardino Esteban Orozco. El depositario de los fondos municipales sería Carlos Martín Hernández y los concejales José Ruiz Carrillo, Valentín García Orozco y Gregorio Villarrubia Martín. La mayor parte de los miembros de la nueva corporación eran miembros de la Sociedad de Obreros Agrícolas, una unión campesina que formaba parte de la UGT. El nuevo gobernador civil, Vicente Costales Martínez fue el encargado de la designación de parte de los nuevos concejales y recibió varias visitas de David Rizaldos, que era el presidente de dicha Sociedad Obrera de Trabajadores de la Tierra para pedir ayuda ante la gran cantidad de obreros parados en el pueblo, debido a que los grandes propietarios y mayores contribuyentes no querían darles trabajo por su ideología y pertenencia a partidos y organizaciones de izquierda.[7]

 

David Rizaldos Vargas.

Entre marzo y mediados de octubre de 1936, el gran impulsor de las políticas sociales de Yuncler sería David Rizaldos (alcalde desde el 7 de abril por la dimisión de Faustino Ugena debido a su delicado estado de salud, siendo elegido José Ruiz Carrillo como primer teniente de alcalde). Una de las primeras propuestas fue la de hablar con el gobernador civil para ver cómo iba el tema de la subvención estatal para las obras del alumbramiento de aguas y empezarlas cuanto antes. Incluso llegó a hablar con el diputado a las Cortes por Toledo (luego Director General de Agricultura), Manuel Álvarez-Ugena Sánchez-Tembleque, para que activara la concesión de las ayudas estatales.

Uno de los puntos donde más hincapié y esfuerzo puso fue en la recuperación del edificio de las escuelas unitarias de niños y de niñas por el mal estado del edificio que albergaba las clases y habitaciones de los profesores y por el exceso de alumnos existentes, ya que debido a ello algunos niños y niñas no podían estudiar (el número máximo de niños por el espacio disponible era de noventa matriculados y había diez o doce esperando poder estudiar). Rizaldos se dirigió a la inspección de Primera Enseñanza en Toledo (era el vocal del Consejo Local de Primera Enseñanza) para realizar las obras oportunas y adecentar el edificio con el fin de que obtuviera el visto bueno de la Dirección General de Educación. El ayuntamiento se comprometía a gestionar las escuelas unitarias y a pagar a los dos maestros la casa habitación donde dormían. También se puso en contacto con el arquitecto constructor del edificio de las escuelas, arquitecto del Ministerio de Instrucción Pública, Pedro Sánchez Sepúlveda, para que fuera a Yuncler a orientar a la corporación sobre qué obras de reconstrucción tenía que hacer para usar el edificio abandonado de las escuelas de niños y niñas y el mobiliario necesario para habilitarlo. El ayuntamiento hizo las obras que le indicó el arquitecto y así fue como pudo reabrirse el edificio construido para albergar a las dos escuelas. Eugenio de Prada se enfrentó con el arquitecto por la mala construcción según él del edificio y David Rizaldos solicitó su ayuda para la reapertura del mismo. Fueron posturas contrarias de gestionar la política educativa del pueblo en lo concerniente al edificio que tenía que albergar las dos escuelas. Teniendo la obligación de celebrar según la Dirección General de Primera Enseñanza la fiesta del árbol por los escolares del pueblo. Una de las actividades desarrolladas fue la plantación de diversos tipos de árbol en diferentes zonas del pueblo y la corporación obsequió a los niños con unas pastas y algo de bebida.

El alcalde David Rizaldos propuso en mayo de 1936, debido al mal estado de salud de muchos escolares por la deficiente nutrición, ante los escasos recursos económicos de sus padres, facilitar una subvención para que el mayor número de ellos pudieran ir en verano a una colonia escolar. La corporación aceptó la proposición y gestionaron con el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes una subvención de 10.000 pesetas. A este mismo Ministerio solicitó Rizaldos, acogiéndose a la ley por medio del Consejo Provincial de Primera Enseñanza que se encargara de la dotación del mobiliario y material de enseñanza para las escuelas, ya que el ayuntamiento no tenía dinero y la limitación tributaria de la localidad no permitía afrontar gastos de esa índole sin quebrantar el presupuesto municipal. De igual manera también pidió junto con otros ayuntamientos, el dinero suficiente para pagar la indemnización de las casas habitación de los maestros y que pudieran facilitar vivienda a cada uno de ellos.

Otro de los graves problemas con lo que se enfrentó Rizaldos fue la gran cantidad de parados entre los obreros agrícolas (la mayor parte del pueblo). Debido a las malas cosechas y a la paralización en los trabajos del campo desde finales de 1935, a consecuencia de la no contratación por parte de los grandes propietarios de tierras de jornaleros del pueblo, su situación se hacía insostenible porque era el único medio de vida para esos vecinos. Para paliar el paro obrero forzoso y ayudar a los desempleados, el ayuntamiento estableció un recargo de una décima parte sobre la contribución municipal a los vecinos del municipio pensando en el alivio del paro obrero. David Rizaldos junto a otros concejales de la corporación fueron a Toledo para hablar con la Junta Provincial del Paro Obrero y solicitar 10.000 pesetas para pagar a los desempleados de mayor duración y más necesitados en la realización de obras municipales, con estas se hacía frente a la crisis laboral que atravesaba gran parte del municipio. También aumentaron los presupuestos municipales con 1.000 pesetas para ayudar a los parados.

Ante la gran cantidad de trabajo que tenía Rizaldos, fue sustituido como encargado del registro de colocación obrera por Agapito Orozco Carrillo a quien le pagaban 15 pesetas mensuales. Incluso una vez iniciada la Guerra Civil, Rizaldos estableció un recargo de otra décima parte más sobre la contribución territorial e industrial que se cargaría a los presupuestos de 1937, confeccionando un listado de cobros que serían enviados por certificado a los Ministerios de Hacienda, Trabajo y Gobernación. Esto no se pudo realizar porque la corporación municipal abandonó el pueblo junto a otros vecinos el 18 de octubre de 1936 ante la llegada de las tropas sublevadas (la corporación acordó  en agosto de 1936 contribuir con 50 pesetas a una suscripción abierta por la Sociedad de Obreros Agrícolas y por la Sociedad de Trabajadores de la Tierra de Yuncler para socorrer a los hospitales de sangre y a las milicias que defendían el régimen constitucional republicano).

Una de las ideas que tenía en mente David Rizaldos era el acceso a una vivienda digna para los vecinos del pueblo, ya que no había  muchas viviendas disponibles, sobre todo entre las clases obreras, que eran las mayoritarias en el municipio y muchas de las que habitaban no estaban en condiciones para vivir. Por ello propuso a sus compañeros del ayuntamiento estudiar el medio para facilitar solares que resultaran económicos para construir casas baratas, creyendo que el prado del común sería el lugar más apropiado por lindar con los límites del pueblo y porque era un terreno arenoso y no producía ningún beneficio al municipio. Lo primero que hizo fue realizar una petición al Instituto de Reforma Agraria para la enajenación de 7.000 metros cuadrados que facilitaran la construcción de unas viviendas sociales asequibles para la vecindad. El 28 de mayo de 1936 se aceptó la venta de los 7.000 metros cuadrados por parte del consistorio. El expediente de solicitud de autorización para enajenar solares del prado destinados a la construcción de casas más económicas fue devuelto por el Instituto de Reforma Agraria por falta de documentación en su tramitación. Se había presentado un oficio del gobernador civil, Vicente Costales, pero faltaba la tasación pericial de la porción del terreno que se pretendía ceder y el título de propiedad del prado referido. No valía una certificación que presentaron expedida por el que había sido secretario del ayuntamiento, Gabriel Aguado Vallejo, fechada el 29 de septiembre de 1929, cuando inscribieron todas las fincas propiedad del ayuntamiento en el Registro de la Propiedad de Illescas. Como el consistorio no tenía dinero para ponerse en contacto con un arquitecto ni lo había municipal, solicitó una ayuda a la Diputación Provincial de Toledo para que le enviara un arquitecto que midiera y tasara el terreno, pudiendo pagar algo de su trabajo. Cuando obtuvieron la documentación requerida se envió el informe al gobernador civil y éste a su vez al Instituto de Reforma Agraria. Este proyecto no llegó a realizarse al igual que otras medidas propuestas por Rizaldos por falta de tiempo y por su evacuación del pueblo. Dicho proyecto de vivienda social y más económica se retomó a finales de 1948 y principios de 1949 con la petición de varios vecinos obreros de Yuncler al por entonces alcalde Juan de Dios Carrillo, solicitando parcelas de terreno en el prado para construirse viviendas baratas.

El ayuntamiento acordó conceder la petición de los funcionarios públicos para que se les pagara su sueldo mensual y no trimestral como se había hecho durante muchos años, porque les venía mejor el dinero mes a mes para atender a sus necesidades domésticas. Por razones de salubridad e higiene y para favorecer a las servidumbres de varios vecinos que tenían el patio común lindando con la salida a la calleja que estaba situada frente a los solares de los corrales del ganado común, declararon sobrante de la vía pública dicha calleja, debido a que no suponía ningún perjuicio para los vecinos porque no se circulaba por ella.

El alcalde propuso la necesidad de comprar una mesa escritorio para las oficinas municipales, debido a que era necesaria para la secretaria y para cuando se celebraban (existía una en el salón de sesiones del ayuntamiento, pero era muy grande para trasladarla). Por ello se encargó al carpintero del pueblo la construcción de una mesa de unas dimensiones apropiadas. También se aprobó conceder una pensión de orfandad a Jerónima Aguado Martín, hija del que fue secretario del ayuntamiento durante veintisiete años, Gabriel Aguado Vallejo (le pagaron una cuarta parte de 3.500 pesetas que fue el mayor sueldo que tuvo, según el reglamento de secretarios, interventores y empleados municipales).

Otra proposición de David Rizaldos fue el arrendamiento de los pastos sobrantes de la Dehesa Boyal debido a que el número de cabezas de ganado era muy reducido y que había que dejar una parte del prado para que pudieran pastar. El terreno sobrante se debía subastar para tener ingresos en las reducidas arcas municipales. Para dicho arrendamiento tenían que solicitar la autorización correspondiente al gobernador civil.

El ayuntamiento de Yuncler acordó que el día 14 de abril fuera recordado como un día especial, por ser la fecha de instauración y proclamación de la II República y que se hiciera pública por medio del pregón municipal. También decidieron por una propuesta presentada por José Ruiz, declarar el día 1 de mayo fiesta oficial en el municipio, al ser el día internacional de los trabajadores y el cambio de los nombres de algunas calles del municipio. La calle Viñas pasó a denominarse Manuel Azaña, la calle  del Santo se llamó Pablo Iglesias, la plaza del Ayuntamiento se denominó plaza de Alcalá Zamora y la plaza de la Constitución se cambió por la plaza de la República. Todas las placas serían pagadas como gastos municipales. José Ruiz hizo otra proposición en el sentido de que debido a la afición inusitada que existía en el pueblo por el fútbol y para estimularla se debía celebrar un partido de fútbol el día 1 de mayo y al equipo ganador se le daría una copa viendo premiado su esfuerzo y el dinero de dicha compra sería sufragado por la corporación municipal.

El 13 de agosto de 1936, Amancio Rizaldos, auxiliar de secretaría del ayuntamiento de Yuncler durante más de quince años decidió presentar su dimisión con carácter irrevocable por su avanzada edad y por sus ocupaciones familiares, quedando según sus palabras a disposición de la corporación y al servicio de la República. La corporación al completo aceptó la dimisión por unanimidad y le agradeció la labor desarrollada por el bien vecinal. Fue sustituido por el hijo del secretario del ayuntamiento, Emilio Recio Navas.[8]

Todos los recursos autorizados por el ayuntamiento fueron aprobados en sesión celebrada el 24 de septiembre de 1936. Dichos recursos fueron los intereses de las inscripciones de bienes propios, la enajenación de bienes, los ingresos extraordinarios, el reconocimiento de las reses de cerda y de toda clases de pescados, cuotas, participaciones y recargos sobre contribuciones, impuestos sobre arbitrios de bebidas, carnes y matadero, pesas y medidas y puestos públicos, derechos de cementerio, arbitrio sobre la extracción de arena y sobre los productos de la tierra y multas y aprovechamientos especiales. Las dos últimas sesiones de la corporación municipal republicana en Yuncler tuvieron lugar el 8 y el 15 de octubre relativas a los puestos públicos y arbitrios de carnes, matadero, bebidas y alcoholes y pesas y medidas. Remitieron un edicto al gobernador civil, José Vega López (tomó posesión el 10/08/1936 y estuvo hasta el 15/12/1936, sustituido por Hernando Ruiz Hernández y este a su vez estuvo hasta el 13/07/1937 en que le sustituyó Norberto Pérez Sánchez) para que lo insertaran en el Boletín Oficial de la provincia. También se tenían que poner en los sitios indicados para hacer públicos los acuerdos y la celebración de las subastas, fijando el día y la hora de los mismos. Si las subastas no se hacían por falta de licitadores, se indicó celebrar una segunda diez días después, nombrando a José Ruiz Carrillo para que en unión de David Rizaldos asistieran al acto de las subastas. En la última sesión ordinaria celebrada por la corporación municipal republicana el 15 de octubre se acordó que el dinero de las subastas se cobrara en la casa consistorial y fuera anunciado públicamente para que se tuviera conocimiento del dinero percibido.

El golpe de estado y la violencia revolucionaria en varios pueblos de Toledo.

 

Como es sabido, el golpe de Estado contra el sistema democrático republicano tuvo lugar el 18 de julio de 1936. La columna del Ejército sublevado denominada Madrid estaba al mando del teniente coronel Juan Yagüe, formada por las columnas africanistas de regulares y legionarios de Carlos Asensio Cabanillas y Antonio Castejón Espinosa y más tarde se unieron las tropas de Heliodoro Rolando de Tella y Cantos. Desde Sevilla se dirigieron hasta Madrid, pasando por la provincia de Toledo a finales de agosto de 1936, por el lado norte del río Tajo. Los dos primeros pueblos toledanos conquistados fueron Calzada de Oropesa y las Ventas de San Julián, siéndolos posteriormente todos los municipios del partido judicial de Puente del Arzobispo. El avance iba en dirección a Talavera de la Reina, siendo conquistados todos los pueblos cercanos a dicha localidad. Ésta había sido fortificada con alambradas y trincheras por las tropas republicanas al frente del general José Riquelme López Vago y del coronel Mariano Salafranca Barrio (quien al final tomó el mando por petición de Riquelme), a pesar de los refuerzos recibidos de Madrid. Debido a los bombardeos de la aviación sublevada y al retroceso de los milicianos, el ejército expedicionario de África tomó Talavera de la Reina a principios de septiembre, dejando despejado el avance hacia Madrid.

Las dos opciones que se planteó el ejército sublevado para avanzar hacia la capital fueron por un lado enlazar la columna Madrid con las tropas de Emilio Mola, apoyándose en el río Alberche, llegando hasta la sierra madrileña, ocupando El Escorial y bajar hasta la capital de España. La otra opción era continuar el avance iniciado en la provincia de Toledo por la carretera de Extremadura o descender a Toledo buscando la protección del río Tajo, para subir luego a Madrid que sería atacada desde la carretera de Extremadura o de Toledo. La primera opción se hizo con una columna militar al mando del coronel Francisco Delgado Serrano quien fue por el norte y al sur estuvo la columna de José Monasterio Ituarte, encontrándose con las tropas de Mola el 8 de septiembre de 1936 en Arenas de San Pedro (Ávila). Durante su avance por distintas localidades llevaron a cabo varias masacres y acciones represivas contra la población civil y dirigentes de partidos y organizaciones de izquierda. La segunda opción fue rechazada por Franco y en los días siguientes fueron cayendo otros municipios toledanos como Mejorada, Segurilla, Pepino y Navamorcuende. También fue ocupada La Puebla de Montalbán, accediendo a ella a través de Cebolla y continuaron por la carretera de Extremadura hacia Santa Olalla y Maqueda. La fuerzas rebeldes del teniente coronel Fernando Barrón Ortíz por el sur y las del comandante Antonio Castejón por el norte rodearon Santa Olalla y el coronel Carlos Asensio por el centro, obligando a que se retiraran las milicias republicanas al mando del general Asensio Torrado.

Franco no hizo caso al planteamiento del general Yagüe que pretendía marchar directamente a Madrid y optó por retrasar la operación desviándose hacia Toledo para liberar esta ciudad. Yagüe fue sustituido por el general José Enrique Varela al mando de las tropas que desde Maqueda iban en dirección a la capital toledana.[9] Las localidades al paso de las tropas golpistas iban cayendo: Torrijos, Rielves, Barcience y Bargas. De esta manera controlaban las dos carreteras de acceso a la ciudad y tenían el control de la comunicación con Madrid. La sublevación de Toledo fue comandada por el director del Colegio de Huérfanos de Infantería de Toledo, José Moscardó que junto con sus militares aliados se refugió en el Alcázar.  Las gestiones que se hicieron desde Madrid para su rendición fueron infructuosas, incluso amenazando por teléfono al fusilamiento de su hijo Luis si no se rendía. El día 8 de septiembre llegó a Toledo el comandante Vicente Rojo Lluch (había estudiado y trabajado en la misma academia) para redactar el mensaje de rendición de Moscardó, el cual no aceptó las condiciones que se le imponían  (libertad de todas las mujeres y niños y los militares serían juzgados en consejo de guerra), mientras era asediado el Alcázar y medio destruido. Paralelamente las fuerzas de Varela ocuparon las colinas al norte de la ciudad provocando la huida de los milicianos por la carretera de Ocaña. El día 28 de septiembre, las tropas golpistas entraron en la ciudad sin apenas resistencia y saludaron en El Alcázar a Moscardó (dos días más tarde Franco fue elegido jefe de gobierno por la Junta de Defensa Nacional).[10]

En los primeros días de octubre las tropas sublevadas conquistaron los municipios del partido judicial de Torrijos: Portillo, Fuensalida y Huecas que cayeron el día 6, de igual manera que Quismondo y Santa Cruz del Retamar. El día 16 fue ocupado el último municipio toledano en dirección a Madrid por la carretera de Extremadura, Valmojado. El avance desde Toledo a Madrid por las columnas de Varela se reanudó el día 17 de octubre. Tras conquistar con poca oposición Olías del Rey, una columna se dirigió por el flanco derecho en dirección a Alameda de la Sagra, Seseña y Valdemoro, mientras el grueso de la expedición fue en dirección a Madrid, entrando en los pueblos de Magán, Cabañas de la Sagra, Villaluenga, Yuncler, Pantoja, Azaña (por decisión del comandante Jesús Velasco, al mando de un escuadrón del Regimiento de Numancia, que al entrar en el pueblo convocó a varios vecinos para constituir una Comisión Gestora del ayuntamiento se decidió cambiar el nombre de Azaña a esta localidad, por el de Numancia de la Sagra, en reconocimiento a la conquista de la ciudad por dicho regimiento y por creer que el nombre de Azaña tenía que ver con el presidente de la II República, Manuel Azaña, a pesar también de que Varela, instalado en Yuncos, no era participe del cambio de nombres de los pueblos que iban ocupando) a lo largo de los días 18 y 19 de octubre.

En Yuncos, las tropas rebeldes se encontraron con cierta resistencia, liderada por el coronel republicano Arturo Mena Roig, las cuales no pudieron aguantar a la columna de Fernando Barrón al producirse varias decenas de republicanos muertos. El avance militar llegó hasta Illescas y cuando parecía que iba a ser tomada con rapidez, los republicanos atacaron al mando del teniente coronel Ramiro Otal Navascués y del coronel Ildefonso Puigdengolas. Las unidades republicanas de Juan Modesto, Arturo Mena y Vicente Rojo frenaron a la columna de Barrón. Éste consiguió la ayuda de Heliodoro Rolando de Tella y José Monasterio, quienes tras una cruenta batalla desde el 19 al 23 de octubre consiguieron rechazar a los republicanos y según varios autores, hubo más de 300 bajas entre las tropas golpistas y más de 1.500 republicanos muertos.

En un informe fechado en Yuncos del 28 de octubre por el Estado Mayor del general Varela, días antes del contraataque republicano contra Seseña, se hizo un recuento de las unidades operativas al mando de dicho general: nueve columnas operativas de soldados, varias unidades defensivas y ocho guarniciones repartidas diferentes poblaciones de la provincia. La columna operativa compuesta por treinta y siete batallones de infantería, tres compañías de zapadores, once escuadrones de caballería, dos compañías de carros pesados, una de carros ligeros, una de blindados, seis secciones de artillería anticarro, una antiaérea y veintitrés baterías de artillería, con 20.000 soldados, de los que 14.000 eran soldados de choque. Las fuerzas republicanas eran inferiores y mucho peor dotadas militarmente que las sublevadas estando representadas por las unidades de Rafael López Tienda en Brunete, la columna de Antonio Escobar Huerta defendiendo la capital por la carretera de Extremadura, las tropas de Puigdengolas resistiendo entre los pueblos madrileños de Getafe y Griñón y la columna de Ricardo Burillo por el cerro denominado Castillejos por la zona de Valdemoro. Con milicianos desmoralizados, mal instruidos, poca artillería y escasos de munición. El día 25 de octubre las fuerzas sublevadas tomaron Seseña, siendo atacadas por tropas republicanas dirigidas por Enrique Líster, acompañado por unidades de la columna de Burillo y una compañía de ametralladoras del regimiento nº 1, sin lograr su objetivo. El final del avance por la provincia de Toledo fue el 26 de octubre de 1936 con la toma del pueblo toledano de El Viso de San Juan. Los municipios toledanos situados al sur del río Tajo fueron ocupados a finales de marzo de 1939 (partidos judiciales de Navahermosa, Orgaz, Lillo, Quintanar de la Orden, Ocaña, Madridejos y algunos municipios de Toledo como Burguillos, Layos, Argés, Cobisa, Polán y Guadamur).[11]

Durante el tiempo transcurrido entre el golpe de estado del 18 de julio hasta la caída de las poblaciones de la zona de la Sagra ante las tropas golpistas, desde Bargas hasta Yuncos, se produjeron una serie de acontecimientos contra las personas derechistas, falangistas, sacerdotes y más afectos a las tropas sublevadas. Los milicianos, los comités locales y las sociedades obreras de partidos políticos de izquierda (socialistas, comunistas) y de organizaciones sindicales (UGT y CNT) se enfrentaron durante los meses anteriores a miembros de Falange, de Acción Popular y grupos de requetés protagonizando un ambiente de violencia y desorden generalizado. Muchos de los cuarteles de la Guardia Civil de la provincia de Toledo se cerraron ante la marcha de sus miembros y sus familias para refugiarse en el Alcázar al día siguiente del alzamiento golpista, dejando las poblaciones sin presencia de miembros del orden. A pesar de que el gobernador civil de Toledo había ordenado a retirar y confiscar todo el armamento de la provincia, muchas de ellas se quedaron en posesión de sus dueños.

La convulsión vivida tras el estallido de la Guerra Civil dio paso una rápida formación de organismos heterogéneos con un origen revolucionario en sus acciones y unas estructuras internas no bien delimitadas. Sus líneas de actuación fueron violentas, sin ningún tipo de impunidad y represivas. Detenciones, encarcelamientos y asesinatos estaban a la orden del día en las primeras semanas tras el golpe de estado. Los poderes revolucionarios representaban a las principales organizaciones políticas y sindicales de izquierda que defendían el sistema republicano, quienes a través de sus comités, centros políticos y casas del pueblo se apoderaron del control policial y judicial de los diferentes municipios, ejerciéndolos paralelamente al desplegado por las autoridades republicanas. Actuaban de manera independiente y descontrolada contra todos aquellos enemigos y sospechosos de ser fascistas o que se habían sublevado contra el régimen democrático republicano. El espacio revolucionario y el entorno local y rural les dio gran dosis de libertad con sus acciones represivas y asesinatos descontrolados por motivos políticos e ideológicos en algunos casos y en otros por odios personales hacia aquellos enemigos de la II República: eclesiásticos, militares, conservadores, falangistas, etc. Les culpabilizaban de ser los causantes de las desigualdades y de la falta de libertades que habían padecido sus familias desde muchas generaciones anteriores. El opresor pasaba a ser reprimido y los revolucionarios pretendían que con esos asesinatos “justificados” de alguna forma pudieran acabar con las clases sociales opulentas y represoras de la masa proletaria y campesina. Había llegado su momento, según ellos, de mandar y tener el control y el poder, tras siglos de sufrimiento y opresión.

En todos los pueblos desde Bargas a Illescas y más o menos cercanos a la carretera de Toledo a Madrid, los comités locales inmersos en ese proceso revolucionario destrozaron y quemaron entre julio y septiembre de 1936 altares, objetos de culto, cruces, custodios, tallas, imágenes, carrozas, vasos sagrados, vestimentas religiosas como capas y casullas y profanaron cadáveres de iglesias parroquiales y ermitas de las poblaciones. También amenazaron a curas y párrocos y se llevaron dinero, fondos y bienes de hermandades y cofradías religiosas y utilizaron algunas de las iglesias como garaje para guardar el coche del comité local, para hacer bailes en su interior y como despachos de carnes y ultramarinos. De igual manera saquearon e hicieron incautaciones en casas y comercios de personas de derechas, multas económicas a éstos, fincas, cosechas enteras de cereales y leguminosas, ganado lanar y mular, etc. También cometieron asesinatos contra personas de derechas, religiosos, falangistas y llevaron a cabo detenciones de personas que luego fueron asesinadas en Madrid. En Bargas hubo siete asesinados identificados y cuatro sin identificar, en Olías del Rey ocho muertos identificados (entre ellos el cura Francisco Ramírez Moreno el 24 de julio de 1936 y a últimos de agosto el sacerdote Bonifacio Perezagua García, cura de Yunclillos) y dos sin identificar, en Cabañas de la Sagra se encontraron en el kilómetro 53 de la carretera de Toledo a Madrid a dos religiosos carmelitas asesinados, en Villaseca se llevaron a veintiún vecinos a Madrid a la checa de la calle Velázquez, siendo asesinados y fue requisada la fábrica de harinas propiedad de la empresa de los Ratié. En Añover de Tajo hubo una gran represión asesinando a veintiocho personas de derechas del pueblo, siendo el municipio de la zona donde más muertes hubo entre los meses de julio y septiembre de 1936. En Alameda de la Sagra hubo siete asesinatos reconocidos y uno sin identificar, en Cobeja se produjeron cuatro muertes entre personas de derechas y en Pantoja hubo nueve vecinos que fueron trasladados a la Dirección General de Seguridad de Madrid y asesinados en la capital. También fue asesinado el párroco de Alameda y natural de Yuncler, Andrés Laín Guio (hijo de Remigio Laín). En Villaluenga hubo cuatro muertos y amenazas de muerte al cura Pascual Salcedo (murió el director de la fábrica de cementos Asland, el barcelonés, José Nin Devesa, que fue detenido en agosto de 1936 por miembros del comité local del pueblo y conducido a la Dirección General de Seguridad de Madrid, luego pasó por varias cárceles hasta que en noviembre del mismo año supuestamente fue asesinado en Paracuellos del Járama, ya que no apareció el cadáver, a pesar de ello fue inscrito por defunción en el registro civil del pueblo el 31 de marzo de 1943), en Yunclillos fueron asesinados dos vecinos del pueblo y en Recas murieron diecisiete personas (once fueron llevadas a Madrid y seis murieron en el municipio. Dos vecinos del pueblo murieron en el término de Yuncler, Francisco Cabañas Cabañas y Salomé Cabañas Bravo). En Cedillo del Condado, cinco vecinos fueron asesinados, entre ellos el cura Franco Aguilera Carrasco que murió en Val de Santo Domingo (Toledo). En Azaña (posteriormente Numancia de la Sagra) fue asesinado el cura de Yuncos, Aurelio Pérez Valverde y en Yuncos fueron asesinados seis vecinos (contando el cura muerto en Azaña). En Esquivias se produjo el asesinato del alcalde de derechas Jesús Torrejón Sánchez el 30 de agosto de 1936 y en Illescas hubo ocho asesinatos (entre ellos el cura Tomás Alonso Fernández natural de Borox asesinado el 11 de agosto de 1936) y dos cuerpos sin reconocer.[12]

Los principales acontecimientos de la Guerra Civil en Yuncler.

 

En Yuncler, antes del estallido del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 había dos sociedades obreras importantes. La Sociedad Obrera de Trabajadores de la Tierra, de la cual formaban parte casi todos los labradores del pueblo y la Sociedad Obrera de la Fabricación del Cemento “El Clinker” (el clinker es el producto del horno que se muele para fabricar el cemento portland) integrada por yunclereños que trabajaban en la fábrica de Asland de Villaluenga (su primer presidente en la sección de Yuncler fue David Rizaldos, y luego sustituido por Manuel Martín Ugena, el tesorero era Alejandro Uceda Ugena y el contador Agapito Orozco). Los obreros de Villaluenga estaban mucho más politizados que sus compañeros del pueblo vecino, como se ha podido comprobar en diferentes cartas de adhesión a favor de la figura de Francisco Largo Caballero en sus luchas internas contra Indalecio Prieto y otras corrientes disidentes desde finales de 1935 (enviadas desde la Casa del Pueblo, las Juventudes Socialistas, la Agrupación Socialista y la Sociedad Obrera El Clinker, todas ellas de Villaluenga).[13] Ambas sociedades estaban adscritas al sindicato de la UGT y la mayor parte de sus miembros estaban afiliados al PSOE. Cuando se produjo el alzamiento militar, muchos de los miembros de ambas sociedades formaron un comité local como el que se constituyó en casi todas las poblaciones españolas por los integrantes de organizaciones políticas del Frente Popular y de las organizaciones sindicales de izquierda.

El comité local de Yuncler tuvo su origen el 25 de julio de 1936, siendo su primer presidente Francisco García Serrano, siendo sustituido el 1 de septiembre por Andrés Esteban Vázquez. El tesorero fue Alejandro Uceda y los vocales Daniel Quintana Alonso y Florencio Orozco Carrillo. Otros miembros del comité que formaron parte de las anteriores sociedades y de la corporación municipal republicana fueron: David Rizaldos, Carlos Martín, Manuel Martín, Teodoro Villarrubia Martín, Leandro Calabria Domínguez, Eufemio Orozco Carrillo, Agapito Orozco, Felipe Martín Aguado, Severiano Alonso Rojas, Faustino Ugena, Eleuterio Ruiz, Bernardino Esteban, Tomás Villarrubia Martín, Valentín García, Gregorio Villarrubia, Francisco Martín, Ángel Aguado, Santiago Gutiérrez, etc. La primera sede del comité fue la Casa Grande, propiedad de Agapito Carrillo Martín (era uno de los hombres más ricos del pueblo que poseía fincas, socio mayoritario de la fábrica de harinas de Alameda de la Sagra e incluso parte de la ganadería de toros de Veragua propiedad de Manuel Martín Alonso).[14] Luego pidieron permiso a Rosalina Carrillo para ocupar su casa en la calle Villaluenga, en la parte de arriba de donde estaba situada la farmacia.

Una de las primeras acciones que realizó el comité fue la incautación de granos y alimentos para ayudar a las familias obreras que no tenían dinero y que estaban en una mala situación económica y personal. El comité incautó gran cantidad de trigo que fue llevado a Madrid en vagones de tren y con el dinero obtenido, parte se lo dieron a los propietarios de tierras de donde lo habían incautado (sobre todo a Pedro Carrillo, Agapito Carrillo y Faustino Guio) y otra parte fue repartida entre los obreros del pueblo (incluso cuando tuvieron que irse a Madrid por la entrada de las tropas sublevadas, algunos vecinos de Yuncler, siguieron cobrando dinero del comité de la venta del trigo hasta que se terminó).

El comité también acordó cobrar a los mayores contribuyentes del pueblo a razón de cinco jornales y medio por cada obrero que tenían a su cargo para el pago de los jornales en los días que no pudieron trabajar. De igual manera, les exigieron un pago semanal de 7 u 8 pesetas como compensación del tiempo que los obreros habían estado en paro forzoso antes del inicio de la Guerra Civil (el encargado de cobrar el dinero fue Santiago Gutiérrez). También se requisaron todos los aparatos de radio así como el armamento existente en el pueblo. El comité decidió utilizar el salón de la virgen del Carmen como depósito de almacén de alimentos que luego fueron repartidos entre el vecindario.

El anticlericalismo que surgió en España con la II República se basaba en un conflicto entre clericales y anticlericales por el control del poder y la imposición de su propia hegemonía. Los anticlericales querían acabar con el poder de la iglesia católica en todas las esferas de la vida social y los clericales defendían el poder de dicha iglesia en todos los órdenes de la sociedad. La acción colectiva, podía ser de dos formas, una institucional representada por el gobierno o partidos políticos y otra no institucional encarnada por la gente de la calle manifestándose con protestas, mítines y manifestaciones. El anticlericalismo era un fenómeno que traspasaba las fronteras de la iglesia. Eran ataques contra cualquier religiosidad y contra lo sagrado, a veces de gran violencia cometiendo asesinatos y ataques contra objetos y lugares sacralizados. Era curioso cómo se remarcaba el aspecto ceremonial en cuanto al hecho de incendiar una iglesia o el asesinato de un párroco. Se hacía como una obligación protocolaria, queriendo borrar cualquier rastro de lo sagrado. Los católicos para los anticlericales eran el símbolo de la insalubridad moral y acabar con ellos era lo ideal, descalificando a la iglesia como una institución inútil para el progreso de la sociedad y una vuelta a los valores conservadores y tradicionales del Antiguo Régimen. La religión era vista como el producto del miedo y de la ignorancia, se acusaba a la iglesia de inculcar desde los púlpitos a las masas populares una moral de obediencia favoreciendo su situación de conformismo y el mantenimiento de su situación de explotación y al clero se le criticaba por su avaricia y lujuria.

Todas las actuaciones de destrucciones de templos y objetos de culto en momentos revolucionarios se hicieron con placer por parte de los milicianos anticlericales y con una especie de protocolo en la forma de actuar. Lo hacían caricaturizando los momentos cruciales de la dramaturgia cristiana, fusilando cruces, estatuas religiosas, vistiéndose pantomímicamente con los hábitos y ropas religiosas y el uso del fuego representaba el valor purificador que el cristianismo otorgó al mismo fuego. Por otro lado estaba el concepto del nacionalcatolicismo (utilizado con posterioridad por el franquismo pero sin ser sus creadores), todo lo que no era católico no era español y se usó como cultura política, no se quería separar la Iglesia del Estado. Con la matanza de curas y frailes en los primeros meses tras el golpe de Estado, se colaboró a resaltar la identidad católica en aquellos sectores sociales más conservadores, identificando a la guerra como una guerra santa contra los enemigos de Dios en una Cruzada, para ello lo mejor sería apoyar a las tropas rebeldes de una manera pública y ferviente, ofreciendo la iglesia sus servicios ideológicos y propagandísticos con grandes ceremonias político-religiosas a favor de los golpistas.

El bando anticlerical era muy diverso y heterogéneo de igual manera que sus acciones. Los milicianos en la calle o en los pueblos querían acabar con aquellos que habían defendido y apoyado a los militares golpistas. Los hechos anticlericales fueron: quema de edificios religiosos, destrucción de imágenes, utilización jocosa de parafernalia eclesiástica, parodia de misas, confesiones y sacramentos, exhumación de cadáveres, utilización de objetos religiosos, asesinato del personal religioso, etc. Fueron unas acciones violentas, locales, sin planificación y directas contra una iglesia católica a la que se pretendía desposeer de su poder político y cultural. Dichas acciones anticlericales fueron protagonizadas por una minoría de activistas con la aprobación silenciosa de otra parte de la sociedad (muchos desaprobaban este comportamiento pero por temor a represalias no decían ni hacían nada). Tras el triunfo de los sublevados en la Guerra Civil todo el que había perseguido a la iglesia fue a su vez perseguido, encarcelado, ejecutado o depurado de la administración y de sus trabajos. El Estado se convertiría en un brazo secular de la iglesia católica, con su dogma nacional-católico y los jóvenes falangistas asumían en connivencia con los curas de las localidades el papel de policías de la moralidad católica, siendo las bases del nuevo Estado, la familia y el hogar católico, llevando a cabo una evangelización forzosa de la sociedad.

En este contexto de anticlericalismo, en casi todos los pueblos de la comarca de la Sagra se llevó a cabo la quema y destrucción de las imágenes y de los objetos de culto en las iglesias parroquiales y ermitas. Estos hechos tuvieron lugar entre finales de julio (el 23 de julio en Azaña y Yuncos, el 25 en Cabañas de la Sagra y en Illescas, el 26 en Cedillo del Condado y un día más tarde en Añover del Tajo) y a lo largo del mes de agosto (el 14 en Villaseca y el 28 en Pantoja). El 20 de julio en Yuncler, el cura Román Pérez de Córdoba fue víctima de un posible atentado al ser disparado cuando pasaba una camioneta llena de milicianos, sin ser herido. El día 22 de julio, festividad de la patrona del pueblo, Andrés Esteban Vázquez armado le dijo al párroco (al que llamaban El Copitas) que no celebrara la misa. Todos los miembros del comité se reunieron a expensas de David Rizaldos y Manuel Martín para votar si se debía o no proceder a la destrucción y quema de las imágenes de la iglesia parroquial, como había sucedido en otros pueblos cercanos y siendo presionados por milicianos de otras localidades. El 29 de julio fue el día escogido para la destrucción de las imágenes de la iglesia parroquial de Santa María Magdalena (en un número aproximado de diecinueve). Lo primero que hicieron fue advertir a los vecinos de que no salieran de sus casas, cosa que muchos de ellos no hacían por miedo. Cuando fue anocheciendo un grupo de casi cien personas, todos los miembros del comité local, junto a otros individuos de otros pueblos cercanos se dirigieron a la parroquia del pueblo.

El sacristán, Manuel Cruz había escondido a la patrona del pueblo, la virgen del Carmen y Tomás Villarrubia “El Chato” junto a otros individuos le obligó a que se la dieran. Junto con otras imágenes de santos, los miembros del comité las subieron en la carroza de la virgen y las llevaron la calle del Prado abajo, hasta el denominado Barranquillo, límite del pueblo por aquel entonces. La carroza con la virgen la metieron en el corral de las mulas y allí la quemaron.[15] El teniente de alcalde, José Ruiz entregó algunas alhajas de plata, dos estandartes bordados en oro y una cruz de plata de gran valor artístico a la Junta del Tesoro Artístico de Madrid (ésta les dio al ayuntamiento un recibo de entrega con el que poder recuperarlo). Al terminar la guerra algunos de estos objetos, en concreto la cruz, fue recuperada por la iglesia parroquial del pueblo.

Hubo vecinos y vecinas que antes del saqueo a la iglesia guardaron algunas imágenes, joyas y vestidos de la virgen en diferentes sitios del pueblo (en pozos, patios, cuevas, etc) para que no fueran quemadas ni destrozadas, como el niño Jesús de la virgen del Carmen y algunas de sus joyas y mantos. Otros objetos e imágenes no tuvieron la misma suerte ya que a Eusebia Martín Villarrubia que había escondido la imagen de la Sagrada Familia, le exigieron varios milicianos que la devolviera y la rompieron en el mismo portalillo de la iglesia.[16]

Una vez destrozadas las imágenes, algunos miembros del comité festejaron la quema alrededor de la hoguera de objetos cultos. Tocaron las campanas de la iglesia como motivo de júbilo e incluso, algunos de ellos, se vistieron con ropas de la virgen y del sacerdote. Felipe Martín Aguado se puso una sábana blanca utilizada para una de las vírgenes de la parroquia y cogió un manojo de flores de la misma. Alejandro Uceda cogió la casulla del cura Román Pérez de Córdoba y agarrado al brazo de Felipe fueron desde la iglesia hasta el final de la calle de Villaluenga, fingiendo que era una boda y los demás que les rodeaban, daban gritos de: ¡Viva los novios!. Este hecho fue presenciado por tres vecinos que tenían negocios y comercios en la plaza de las Verduras, Emiliano Orozco Guio, Teodoro Pleite Hernández y Amancio Esteban Lalanda.

No fue el único acto de quema y destrucción de objetos de culto ya que el 14 de septiembre de 1936, los miembros del comité volvieron a la iglesia (el cura fue advertido como la anterior vez y estuvo escondido en su casa). En esta ocasión destrozaron los altares, siete retablos, algunos objetos que no fueron quemados la primera vez y el órgano (compuesto por tubos, fuelles, porta-viento, teclados, etc), que tenía fama por su sonido en toda la comarca. Diferentes partes de este último fueron llevadas hasta el prado donde se destrozaron y quemaron apareciendo al cabo de los años elementos del órgano por el prado (el electricista Isabelo Olías derretía algunas partes de éste que estaban para hacer estaño).

Leandro Calabria Domínguez “El Chileno” (parece que había estado en Chile o tenía ascendencia de ese país) nació en el pueblo de Castilruiz (Soria) en 1879. Llegó a Yuncler para trabajar en la fábrica de Asland y tuvo una relación con una mujer de Yuncler que estaba separada, Elvira Hernández. Leandro fue miembro de la Sociedad Obrera “El Clinker” de Villaluenga y luego formó parte del comité local de Yuncler. Parece ser que tuvo ciertas disputas con David Rizaldos por querer controlar el comité y protagonizar las labores políticas. Por este motivo, “El Chileno” influenciado por otros miembros más politizados de la sociedad “El Clinker”, entre los que estaban Antonio López de la Fuente (presidente de la sociedad en Villaluenga), Nicolás Bueno Aranda (hijo del jefe de la estación de Villaluenga y luego de Rielves), Valentín Collado Herrera (ferroviario que trabajaba en la estación del tren) y un individuo apellidado Gaona, decidieron crear un comité del PCE en Yuncler; y entre sus miembros y simpatizantes estuvieron Severiano Alonso y Felipe Martín, siendo el secretario general del comité local, Lorenzo Calabria, el cual adquirió una serie de libros y estableció la sede en la calle Villaluenga, poniendo un rótulo con el nombre de la organización política y una bandera roja. También hubo otra sede de la CNT en Yuncler con pocos miembros.[17]

Un suceso ocurrido el 15 de agosto de 1936 pudo haber terminado en verdadera tragedia para la población de Yuncler. Desde la formación del comité local, el 25 de julio, solamente se habían requisado trigo y alimentos de personas pudientes del pueblo y se habían realizado algunas injurias y amenazas contra personas de derechas. Éstas, o bien se habían ido del pueblo, o estaban escondidas en sus casas o en la de familiares, temerosos de sufrir algún altercado o represión, sobre todo por algunos milicianos que pasaban por el pueblo en dirección a Madrid con sed de venganza. Leandro Calabria “El Chileno” no estaba contento con la actuación del comité local, ya que no hacían servicios de guardia armada, ni registros ni detenciones de personas de derechas. Estas quejas se las había comunicado al resto del comité, especialmente al alcalde David Rizaldos, con el que estaba públicamente enfrentado por la actitud pacífica y poco revolucionaria del gobernante yunclereño. Por este motivo, el 15 de agosto, Leandro subió muy temprano a un coche negro en la carretera de Toledo a Madrid en dirección al comité local de Carabanchel Bajo para quejarse del comportamiento del comité de Yuncler y solicitó al presidente del comité de Carabanchel que las milicias de ese pueblo madrileño (por aquel entonces no era un barrio de Madrid, sino una localidad de la provincia madrileña) fueran a Yuncler para comprobar dichas anomalías.

A las seis de la tarde del día 15 de agosto, se personaron en el pueblo dos coches y una camioneta grande con veintiocho o treinta milicianos armados, acompañados por Leandro Calabria, al mando de un capitán y un alférez de milicias (uno de ellos parece que estuvo dentro del cuartel de la Montaña de Madrid cuando era soldado y pudo escapar del asedio de los milicianos republicanos vistiéndose de paisano). Los milicianos pusieron una ametralladora en la calle Villaluenga y otra en la plaza de las Verduras y se dirigieron al local del comité situado en la primera de las calles indicadas y obligaron al presidente del comité, Francisco García Serrano a firmar una lista con los nombres y las direcciones de las personas de derechas más destacadas (la escribió Eufemio Humanes). Catorce fueron las personas señaladas: Pedro Villarrubia Hernández, Amancio Rizaldos Calvo, Enrique Laín Carrillo, Alejandro Esteban Esteban, Jerónimo Esteban Villarrubia, Franco Matanza Vázquez (farmacéutico), Román Pérez de Córdoba (párroco), Amancio Esteban Lalanda, Eugenio de Prada y Prada, Félix Hernández Sánchez, Agapito Carrillo Martín, Manuel Cruz Esteban, Tomás Villarrubia Martín y Pedro Esteban Carrillo.

Varios milicianos armados, acompañados por Leandro, Daniel Quintana y Eleuterio Orozco fueron casa por casa de los indicados para detenerlos y llevarlos a la cárcel situada en la planta baja de la casa consistorial, pero como eran tantos y el habitáculo destinado para la cárcel no era tan amplio, fueron distribuidas entre la cárcel y otra habitación donde se guardaba el carbón para el brasero. Los detenidos estuvieron allí un buen rato esperando la decisión de los milicianos.[18] Al final todos fueron llevados a la camioneta que estaba aparcada en la calle de Villaluenga para ser trasladados a Madrid.

 

Antiguo ayuntamiento en cuya planta baja albergaba la cárcel del municipio.

Ante estos acontecimientos, el guardia municipal del ayuntamiento junto a Santiago Gutiérrez fue corriendo hasta la era donde estaba segando el alcalde David Rizaldos, junto a su mujer, Alejandro Uceda y otros vecinos para informarles de lo que estaba pasando. Otro de los guardias municipales tocó una especie de trompeta que tenía para avisar de cualquier problema y alarmaron a otros vecinos que también estaban segando. Rizaldos y Uceda salieron corriendo con su pistola al cinto como siempre llevaban (la pistola que usaba David se la había dado un tío suyo llamado Santiago Vargas) y se encontraron con Daniel Aguado Esteban, quien les dijo que se dieran prisa porque se querían llevar a personas de derechas a Madrid. Los dos se presentaron en el local del comité y Francisco García les contó lo acontecido y la denuncia presentada por “El Chileno”. Llegaron en el momento en que los denunciados estaban encima de la camioneta para ser llevados a Madrid. Rizaldos, Uceda, Carlos Martín, Manuel Martín y otros miembros de la corporación municipal y del comité local hablaron con el capitán de las milicias para que fueran al ayuntamiento a celebrar una reunión e intentar arreglar la situación. A dicha reunión también acudió Leandro quien dijo que él había sido el denunciante porque no había habido detenciones ni saqueos ni vigilancia contra las personas de derechas. David Rizaldos y Manuel Martín tomaron la voz cantante por parte de los miembros de la corporación y del comité, protestando enérgicamente por la actitud tomada por Leandro y porque no querían que pasara nada con sus vecinos del pueblo. Indicaron al capitán y alférez de las milicias que harían guardias por la noche para evitar que nadie saliera de Yuncler y tendrían un mayor control sobre la población de derechas, pero en ningún caso deseaban que se llevaran a los detenidos. Finalmente se decidió de manera consensuada que los detenidos serían puestos en libertad, no sin aparecer la protesta de Leandro Calabria por la decisión tomada. El capitán de milicias le dijo a Manuel Martín Aguado que si el cura quería seguir con vida tenía que poner una bandera roja o de alguna organización marxista y así lo hizo.

Los vecinos del pueblo fueron llegando ante la presencia armada de los milicianos y algunos rodearon la camioneta donde estaban sentados los detenidos, exigiendo la libertad de los mismos, los cuales, fueron bajando del vehículo y puestos en libertad. David Rizaldos fue hablar con Pedro Villarrubia, el cual cuando fue detenido, un miliciano le preguntó si llevaba algún arma y dijo que no, cuando realmente llevaba una navaja abierta en el bolsillo. Aprovechando que ninguno de los milicianos estaba vigilando, Pedro Villarrubia a instancias de David le entregó la navaja y así evitar males mayores. Una vez que los milicianos se fueron a Madrid, varios de los miembros del comité quisieron ajusticiar a Leandro, pero de nuevo tuvieron que intervenir David Rizaldos y Manuel Martín, apoyados por alguno de los detenidos, ya que si mataban al “Chileno”, todos ellos serían tachados de culpables por haberles inducido a cometer el crimen y el resultado sería contraproducente. Logrado el objetivo, Leandro fue desarmado y arrestado en su domicilio, aunque posteriormente fue puesto en libertad. Una de las primeras consecuencias de lo ocurrido fue la sustitución de Francisco García por Andrés Esteban Vázquez como presidente del comité local, por ser considerado débil para el puesto que desempeñaba.

Otro hecho ocurrido con los miembros del comité local y con varios milicianos procedentes de Villaluenga fue el asalto a la tienda de Eugenio de Prada y Prada en los primeros días de octubre de 1936. Un capitán del tren blindado de la estación de Villaluenga llegó junto a otros milicianos armados para hablar con diferentes miembros del comité, presumiblemente por una denuncia de alguno de los integrantes de dicho comité. Eugenio de Prada y el cura Román Pérez de Córdoba fueron detenidos varias veces y llevados a Madrid (la primera vez el 15 de agosto a Carabanchel y salió en libertad y nuevamente el día 29 de agosto conducido hasta la checa de la calle Fomento, de donde también quedó libre). Aunque los dos pudieron librarse de ser ejecutados, saliendo en libertad y se escondieron en la capital madrileña (Eugenio de Prada murió el 8 de abril de 1939, a consecuencia de una bronconeumonía, parece ser que querían haberle nombrado gobernador civil de Toledo y con la autorización del obispo de Madrid-Alcalá fue trasladado al cementerio de Yuncler).

Saquearon todas las telas y tejidos y otra serie de productos que vendía, se llevaron el cajón del mostrador, sacando dos retratos de la familia real, una invitación de la boda del rey Alfonso XIII y una cartera con resguardos del banco, letras y efectos bancarios. El valor de todo lo saqueado fue de unas 100.000 pesetas, obligando también a la hermana y a sus dos sobrinos a abandonar la casa y se fueron a Madrid. En la camioneta donde llegaron los milicianos y el capitán se llevaron una gran cantidad de género, siendo ayudados a cargarla por miembros del comité como Santiago Gutiérrez, Severiano Alonso, Remigio Seseña y otros más. El resto de las telas que no se llevaron fueron incautadas y vendidas por otros miembros del comité entre el 6 y el 14 de octubre, al precio más bajo entre el vecindario de Yuncler y en otros pueblos, sobre todo en Illescas. El importe del dinero obtenido, quitando la parte que se quedó algún vecino, fue a parar a manos de Tomás Villarrubia, secretario del comité, para depositarlo en el fondo económico del comité que luego fue utilizado para pagar una ayuda a los obreros que se habían desplazado de Yuncler a Madrid tras la entrada de las tropas sublevadas.

A pesar de que Yuncler y toda la zona de la Sagra estaba en poder del bando golpista, siguió habiendo actividad militar representada en diversos bombardeos y ametrallamiento de la aviación republicana por la zona y de combates aéreos con la aviación rebelde. El motivo de tantos bombardeos por los cielos de Yuncler era la estación ferroviaria de Villaluenga. Primero por su situación estratégica, siendo paso de la línea del ferrocarril entre Madrid y Portugal y el ramal de Villaluenga-Villaseca en dirección a Ciudad Real. También era importante por tener un gran almacén de máquinas ferroviarias y debido a ello, su destrucción supondría una liberación en la comunicación del ejército republicano.

Otro motivo fue la presencia de un aeródromo junto a la estación de tren de Villaluenga, entre  el punto kilométrico 53 y 54 (actualmente hay un helipuerto y estaba enclavado entre el camino de los Pobres y el depósito de agua del tren al norte, al sur con la vereda denominada de la Alconera, el camino de Valdeculebras y el camino de los Salmorales, al oeste con la línea férrea y al este con el cruce de los caminos de Villaluenga, Pantoja y Cobeja). Debido al frente de guerra muchos ferroviarios se quedaron incomunicados en la estación de tren, calculándose en más de doscientos los que vivían entre Yuncler y Villaluenga. Para la defensa del personal civil y ferroviario se decidió la construcción de un foso y un refugio antiaéreo en la misma estación por decisión de la presidencia de la Junta Técnica del Estado (la gente de los dos pueblos llamaba al refugio “la cueva” o “el depósito” por la oscuridad del mismo). El foso se construyó entre el 30 de enero y el 17 de julio de 1937 y el refugio se empezó el 14 de abril y se terminó el mismo día que el foso. La construcción de éste se hizo necesaria porque solamente había otro foso de las mismas características en la estación de Talavera de la Reina y era necesaria su construcción ante el avance de las tropas republicanas. Cuando se divisaba un avión desde la estación de Villaluenga se tocaba una sirena de aviso para que la población y los vecinos de ambas localidades se pudieran refugiar.

 

Mapa con la señalización del aeródromo existente en 1937, al lado de la estación de Villaluenga.

Hubo varios bombardeos en el término municipal de Yuncler. Al atardecer del día 9 de julio de 1937, sobrevolaba un avión republicano trimotor (podría ser un avión de procedencia francés) y fue avistado por un avión caza del bando golpista (tenían mejores y más modernos aviones gracias a la aportación italiana con los modelos Fiat y alemana con los aviones tipo Junkers). El avión republicano, al ver su inferioridad y para intentar ir más rápido, tiró su carga (eran varias bombas) y desafortunadamente  dos de ellas cayeron en una de las viviendas de la plaza de las Verduras y la otra en la calle del Prado. Cuando estaban sobrevolando a baja altura los aviones, toda la gente se fue a esconder y refugiar. Aquellas casas que tenían cuevas excavadas en sus suelos, eran utilizadas como refugios y otros lo hacían en los corrales o patios de sus viviendas. La bomba que cayó en la plaza de las Verduras mató a dos personas, una fue Bárbara Ugena Lueña de 67 años, hija de Felipe y Francisca, que murió sepultada por los escombros de su casa. Y la otra persona fue Pedro Vargas Gallego, de 60 años, viudo de Juana Palencia y padre del que luego sería alcalde, Julio Vargas Palencia. Había sido alcalde de 1931 a 1936 y se le dio el pésame por parte de la corporación municipal y fue comunicado al gobernador civil de Toledo. Murió a las nueve de la noche del día siguiente a consecuencia de las heridas de metralla.

Así fue como vivieron los acontecimientos varios vecinos del pueblo. Para Andrea Martín Martín: “Cayó una bomba, si cae a este lado de la plaza la que podía haber montado. Murió Bárbara y otro en la parte de atrás del estanco, en el patio, estaba sentado cosiendo los arreos. De esta manera murió Pedro Vargas, que era concejal y la metralla le dio en el vientre. Se lo llevaron a Toledo y lo trajeron muerto. Nos estábamos preparando porque era la novena de la virgen. Bárbara vivía con una sobrina, que se metió en la cueva y empezó a llamarla para que saliera, pero al no oír bien porque era muy sorda, se quedó dentro. Le decía que estaban los aviones pero ella no quiso irse. Bajaron dos corriendo diciendo: ¡Que cae la bomba!¡Que cae la bomba!. Si cae a este lado hubieran muerto más, porque había arriba de la casa cuatro mesas llenas de gente en el Casino. Todos entramos corriendo en casa, mi madre, mi hermana y otros dos, uno era el practicante que estaba con los ferroviarios y otro era el cocinero que venía de guisar para los de la estación y venían de la casa de Emiliano. Como brillaba la bomba y su luz era muy larga”.[19]

Dionisio Martín relata lo acontecido de esta manera: “(…) Se iban a encontrar los aviones por el cerro y soltaron varias bombas y una cayó en la plaza de las Verduras. Mató a la tía Barbarita y a Pedro Vargas. Sacamos luego trozos de metralla en la era, porque allí cayeron otras tres bombas más y destrozaron varias casas. Salimos de la calle del Pozo y sacaron a Pedro Vargas en una manta, todo ensangrentado y su hijo Julio Vargas cogió un caballo y se fue a buscar a un médico. Llegamos a mi casa que tenía un portón grande para que entraran los carros con la harina y estaba todo lleno de escombros. Nos tiró la puerta de atrás donde metíamos la leña del ramón”.[20]

José García Olías lo recuerda de ésta manera lo ocurrido: “(…) Cayó una bomba en la puerta de mi casa y otra más en el pueblo, en la parte de atrás de Julio Vargas, su padre era Pedro Vargas. Cayó una bomba en su casa y le dejó herido. No había medios de comunicación y le llevaron a Talavera de la Reina y por la espera del tren murió. Bárbara vivía en la plaza y mi abuela enfrente. Estaba con su madre cosiendo y cuando decían que venía la aviación se iba corriendo a la cueva de Bárbara y se metían allí. Bárbara era sorda y no lo oyó, se quedó fuera y cayó una bomba en los corrales y la mataron los escombros. Mi madre salió del sótano y estaba el pueblo lleno de cascotes. El avión era rojo porque tenía un redondel rojo debajo de las alas. Lo vimos desde una era cerca del colegio, del padre de Dioni y Seve. En otra ocasión iban cuatro aviones muy tranquilos, trimotores, y vino un caza nacional con un redondel negro. Se montó encima de uno y le hizo caer el avión lejos y el piloto se tiró en paracaídas. Los aviones que eran perseguidos por los cazas iban a bombardear Toledo y descargaban las bombas para quitarse peso. Vinimos corriendo a casa de mi abuela y a la de los padres de Dioni y Seve”.[21]

Hubo otros bombardeos más, algunos eran muy pronto, sobre las siete de la mañana. Varios vecinos se tumbaban en una cuesta cercana al cementerio, otros debajo de unos árboles en el arroyo y los álamos, cerca de la fuente y entre las zarzas. En la casa de Elías Díaz Villarrubia, en la calle Villaluenga, su padre, Simeón Díaz junto con dos vecinos más hicieron un refugio con unas puertas falsas, sacando metro y medio de tierra y encima unos trillos y cuando sentían los aviones se metían en el refugio.[22] Otras bombas cayeron por la zona del camino del Pantoja, en un sitio denominado Las Judías y en el camino de la estación haciendo un gran agujero en el suelo. En otro bombardeo, Crescenciano Gutiérrez Villarrubia y su hermano estaban dando de comer a las mulas en el sitio de la Vega, por la vereda del Rayo, pasó un aeroplano y descargó tres o cuatro bombas. Les dio tiempo a salir corriendo y echarse al suelo entre las zarzas. Vieron como los animales hicieron un corro para resguardarse alrededor de un palo de la luz. Los dos hermanos salieron corriendo y pasado un largo tiempo, fueron recogidos por sus padres.[23] Durante varios años después, por los alrededores del término de Yuncler, los jóvenes y vecinos del pueblo encontraban restos de metralla y de balas de los bombardeos de la Guerra Civil española. El 16 de enero de 1942, murieron cinco niños y hubo varios heridos en Alameda de la Sagra a consecuencia de la explosión de una bomba de la guerra que estaba escondida. Unos cerdos que estaban al lado de los niños olieron el hierro de la bomba y al escarbar la tierra y entrar en contacto con el artefacto explosionó, produciendo la matanza indicada.[24]

Ante el acercamiento de las tropas y columnas africanas del general Varela hacia Yuncler, los miembros del comité decidieron, el día 17 de octubre realizar una evacuación rápida del pueblo para evitar detenciones, represalias y asesinatos por parte de las tropas moras. Varios miembros del comité con la pistola y el fusil en mano fueron tocando las puertas de las casas del pueblo para que todos los vecinos se prepararan para la evacuación. Muchos de los yunclereños, ante el miedo a las posibles venganzas de los militares y otros a las amenazas de los integrantes del comité local, prepararon rápidamente sus pertenencias y bienes y las cargaron en carros y mulas. Aquellos que no tenían ganado mular ni volquetes o galeras, se les proporcionaron de otros vecinos que tenían más, como el caso de Alejandro Esteban, al que le incautaron la caballería compuesta por tres pares de mulas, una galera y un carro. Para aprovechar el espacio decidieron que en cada carro fueran tres familias como refugiados y evacuados hacia la capital de España. David Rizaldos, pistola en mano iba diciendo: “Tres en los volquetes, cuatro en los carros de varas, diez en las galeras”.[25]

Tomás Villarrubia “El Chato” usaba una moto que el comité había decomisado a Agapito Carrillo y ese día la usó para pasearse por todo el pueblo y los caminos colindantes para obligar a que todos los vecinos fueran en dirección a Madrid y no hacia Toledo, de donde venían las tropas sublevadas. Algunas galeras iban hacia Pantoja porque algunos vecinos tenían familiares en ese pueblo (cuando llegaron, la bandera republicana ondeaba en la iglesia parroquial), pero Tomás Villarrubia pistola en mano, les obligaba ir hacia Yuncos o hacia Azaña. Casi todos los miembros del comité y sus familias fueron a Madrid y otros vecinos menos significados se fueron a Villaseca, Cedillo, Casarrubuelos, Lominchar y otros a pueblos cercanos. La gente echaba todo lo que podía en los carros o galeras: ropas, colchones, mantas, jaulas con gallinas y palomas, etc.

Algunos miembros del comité se llevaron el ganado comunal del pueblo al mando del guarrero llamado Macario, compuesto por unas trescientas cabezas de ganado mular, cabrío y lanar, llegando solamente hasta Yuncos, porque con las prisas tuvieron que dejarlo todo y luego cada vecino fue recuperando cada animal. Ante el paso de un avión trimotor rebelde de reconocimiento, Alejandro Uceda quiso dispararle con una escopeta, pero fue impedido por David Rizaldos, recriminándole la acción.

Varios de los vecinos incluso con la galera y el carro preparado no se marcharon del pueblo porque las tropas africanas de moros entraron en Yuncler el día 17 de octubre y otros solamente estuvieron un día fuera, regresando al pueblo el domingo 18 de octubre. Antes de irse muchos vecinos cerraron las casas por prevención ante cualquier tipo de robo o saqueo de los pocos bienes o pertenencias que no se habían llevado. Los moros, desde Asland tiraron un cañonazo contra el pueblo llevándose el trozo de un tejar para amedrentar a los republicanos del comité que aún quedaban en el municipio. Varios niños salieron corriendo hacia la plaza de las Verduras anunciando la entrada de las tropas por la calle de Villaluenga. Los vecinos salieron con telas y sábanas blancas y los moros iban en de tres en tres y la fila llegaba desde la estación de tren hasta la escuela de la calle Villaluenga. También iban con ellos algunos vecinos de Yuncler que habían estado durante esos meses en Toledo, varios camiones con oficiales españoles rebeldes y la tropa mora. Estos, según la manifestación de varios vecinos, iban salvajes y entraron en casi todas las casas, aunque estuvieran cerradas, saqueando, rompiendo y llevándose todo lo que podían: enseres, ropa, comida, animales, etc. Incluso obligaron a varias mujeres del pueblo a que les lavaran la ropa, algunas accedieron, pero otras como Candela Guio se negaron a hacerlo, a pesar de la amenaza de muerte de uno de los moros rebeldes, consiguiendo su objetivo de no lavarle su ropa.[26]

Los moros sólo estuvieron en Yuncler durante un día, ya que se fueron rápidamente hacia otros pueblos para seguir con la conquista y el saqueo. Sin embargo, cuando llegaron a la subida de los pinos, pasados los parajes de Valdejaray y las Higueras, ya en el término de Yuncos, sufrieron un contraataque de las tropas republicanas del coronel Mena que les hizo pararse y montar el Estado Mayor del general Varela en las cercanías de Yuncos. En el combate de los días 18 y 19 de octubre murieron varias decenas de soldados republicanos, entre ellos dos vecinos de Yuncler. Las fuerzas militares y la Guardia Civil obligaron a varias vecinos de Yuncler y Yuncos a llevar sus carros y mulas para recoger a los muertos y quitarlos de la carretera.[27] En ésta, los moros dejaron tirada toda aquella ropa y pertenencias que no les servía y cuando regresaron los dueños ese mismo domingo, se fueron a la carretera de Toledo a Madrid a recuperar sus enseres, muchos de ellos desperdigados por la carretera. A lo largo de los siguientes días fueron llegando al pueblo militares golpistas españoles que dormían en algunas casas de los vecinos en su camino hacia otros pueblos cercanos.

La única muerte violenta ocurrida en Yuncler tras la entrada de las tropas sublevadas fue la de una mujer conocida como La Negra, dos o tres días después por legionarios que habían ido de Toledo. Éstos recibieron una denuncia por parte de dos personas de derechas de Yuncler de la presencia una mujer en el pueblo. En esa denuncia se le acusaba de ser la persona que indicaba a los miembros del comité y a los milicianos de qué personas de derechas se habían quedado en el pueblo y de otros chivatazos. Sin embargo, no había pruebas y todos aquellos que la conocieron contradecían esas acusaciones. Esta mujer había llegado a Yuncler junto a su marido que era ferroviario y estaba en la estación de tren de Villaluenga junto a un niño de unos doce o catorce años, llamado Felicísimo. El marido era comunista y cuando se produjo el alzamiento militar se fue del pueblo, dejando a su mujer e hijo solos. Éstos vivían en un patio de vecindad alquilado en la calle del Prado, pegado a la casa del cura. Era una mujer de tez muy negra, siempre iba vestida de negro y tenía unas fuertes creencias religiosas e iba mucho a misa. Trabajaba en lo que podía, sobre todo en el campo, donde acudía a espigar y a escardar. Estuvo poco tiempo en el pueblo, ya que fue detenida. Lo primero que hicieron fue cortarla el pelo y luego fue paseada a lo largo de todo el municipio hasta el prado, matándola de varios disparos en el matadero municipal, al lado de los corrales de los ganados. El cuerpo fue subido a un volquete y delante de todos los vecinos, incluso niños, la llevaron hasta el cementerio, enterrándola en una fosa común. No hay pruebas ni registro de su asesinato ni de su enterramiento, siendo la primera víctima de la represión del bando sublevado en Yuncler.[28]

El 20 de agosto de 1936, aparecieron muertos en la carretera de Toledo a Madrid, en el término de Yuncler, dos vecinos de Recas. Salomé Cabañas Bravo, de 24 años y Francisco Cabañas Cabañas, de 48 años, ambos agricultores y conceptuados como miembros de Falange. Los cadáveres tenían varias heridas de tiro de fusil y fueron inscritos en el registro civil de Yuncler el mismo día de su muerte. Parece ser que fueron llevados en coche por miembros del comité local de Recas hasta la carretera de Toledo a Madrid y les hicieron bajar. Los dos salieron corriendo y fueron tiroteados por varias personas con fusil, uno murió al momento y el otro quedó mal herido, se intentó arrastrar hasta un melonar, pero murió antes de llegar.[29]

Durante la Guerra Civil hubo otra serie de personas de Yuncler o que tenían que ver con el pueblo que murieron por diversas causas. El 27 ó 28 de julio de 1936, en el término municipal de Pantoja (Toledo), en el sitio denominado Fuenteamarga o de las Vacas, fue asesinado el párroco Andrés Laín Guio, natural de Yuncler y de 43 años (hijo de Remigio Laín y hermano del otro cura Carlos Laín Guio), parece ser que por miembros del comité local de Alameda de la Sagra de donde era párroco Andrés Laín. Su primo segundo, Plácido Guio Redondo fue el encargado de recoger el cuerpo y darle sepultura en el cementerio de Pantoja. Eloy Serrano Díaz-Mayordomo que fue cura párroco de Yuncler entre 1920 y 1935, estuvo luego en Santa Olalla (Toledo), de donde tuvo que huir a su pueblo La Solana (Ciudad Real), siendo asesinado el 2 de noviembre de 1936 en el pueblo cercano de La Membrilla (Ciudad Real) y trasladado con posterioridad a su lugar de origen.[30]

El 9 de diciembre de 1936 murió en Toledo a consecuencia de las heridas de metralla la boticaria de Añover de Tajo y natural de Yuncler, Asunción Carrillo Carrillo, de 25 años, siendo enterrada en el cementerio del pueblo. El 29 de diciembre del mismo año, murió Aureliano Orozco Aguado al ser atropellado por una camioneta. Éste había nacido en Yuncler pero era vecino de Ventas de Retamosa (Toledo) y fue enterrado en el cementerio de su lugar de origen. El 8 de enero de 1938 murió por inanición y hambre la vecina de Yuncler Juana Carmena Cuellar, natural de Añover de Tajo y viuda de Telesforo Gallego Esteban (enterrada en el cementerio de Yuncler). Por el mismo motivo murió María Sánchez Paniagua el 15 de marzo de 1938, vecina de Yuncler y esposa de Acacio Pérez, siendo enterrada también en el pueblo. El 10 de noviembre de 1938, murió en el frente de batalla de Burriana (Castellón), Santiago Vargas Carrillo, de 21 años, hijo de Santiago Vargas y Leocricia Carrillo (su hermano Edmundo también murió en la guerra, teniendo otras tres hermanas, Ovidia, Josefina y Delia). Los restos de Santiago fueron trasladados al cementerio de Yuncler para ser enterrado allí. El día 7 de marzo de 1939 murió Faustino Ugena Martín, de Yuncler, de 65 años y viudo de Juana Orozco, a consecuencia de una caída de un carro, siendo enterrado en el cementerio yunclereño. Y el 19 de julio de 1939, fue enterrado en el mismo cementerio, Pedro Díaz Prestel, que había sido asesinado por los republicanos en Toledo el 30 de agosto de 1936. Su esposa fue Gloria Gutiérrez y por orden del gobernador civil de Toledo sus restos fueron trasladados de Toledo a Yuncler.

La vida en Yuncler durante la Guerra Civil tras el 17 de octubre de 1936.

 

El día 18 de octubre se reunieron varios vecinos de derechas, entre ellos algunos de los que habían sido detenidos por las milicias de Carabanchel, para formar una nueva corporación municipal. Según una orden del gobernador civil de Toledo, Silvano Cirujano Robledo[31], en virtud de las atribuciones adquiridas por el Gobierno Nacional de Burgos tenían que constituir una comisión gestora interina del ayuntamiento formada por Tomás Villarrubia Gallego, Pedro Vargas Gallego, Evaristo Martín Esteban (elegido como síndico), Pedro Villarrubia Hernández y Teodoro Pleite Hernández. Todos ellos ocuparon muy complacidos sus puestos, prometiendo cumplir solemnemente los sagrados deberes que son necesarios para la salvación de nuestra amada España. Acordaron celebrar dos sesiones mensuales, el segundo y cuarto domingo de cada mes a las diez de la mañana, siendo públicas las sesiones. Dicha sesión extraordinaria se levantó con un: ¡Viva España!, siendo contestada con otro ¡Viva! por todos los concurrentes al acto, firmada por el secretario Reyes Sinforiano Recio.

Dos días después, fue nombrado alcalde Tomás Villarrubia, un antiguo guardia civil retirado, vivía en la calle del Pilar junto a tres hijos (también fueron guardias civiles). De carácter fuerte y autoritario, los vecinos que le recuerdan coinciden en definirle como una persona represiva y enérgica. Lo primero que dictaminó fue la reposición y el nombramiento de todos los funcionarios públicos que estuvieran antes del golpe de estado. Se cesó como escribiente a Emilio Recio Navas y ocupó su lugar Amancio Rizaldos. El alguacil y el guardia municipal no estaban en el pueblo y fueron sustituidos, respectivamente, de manera interina por Jesús Martín Ruíz y Casimiro Hernández Sánchez. El día 22 de octubre fue nombrado como peatón de correos de manera interina Jesús Villarrubia Hernández, al estar ausente el peatón propietario de la plaza Leocadio Gutiérrez Martín (dicho nombramiento fue anunciado al jefe provincial de Correos). El alcalde y el secretario del ayuntamiento de Yuncler fueron a visitar a Toledo al gobernador civil para informar de la situación del pueblo.

El día 25 de octubre se decidió por parte de la nueva corporación la sustitución del nombre de las calles de la población por el Caudillo que estaba llevando a cabo la obra salvadora de nuestra querida España. La calle Manuel Azaña, antes denominada Viñas, pasó a llamarse General Franco, la plaza Alcalá Zamora se cambió por la de Héroes del Alcázar, la calle Pablo Iglesias pasó a denominarse como anteriormente, calle del Santo, la calle Nueva se cambió por el nombre de General Varela, la calle Villaluenga se puso calle José Antonio Primo de Rivera y la plaza de la República se transformó en plaza de España, pagando el ayuntamiento todas las nuevas placas por un importe de 67,50 pesetas. Aceptaron la solicitud del secretario Reyes Sinforiano Recio para ayudar a poner en condiciones la secretaría de Santa Olalla (Toledo), comprometiéndose a no dejar desatendidas la secretaría de Yuncler, solicitud que fue aceptada por la corporación municipal.

La siguiente medida adoptada el 1 de noviembre fue revocar y anular las propuestas del anterior alcalde, David Rizaldos. Primero anulando la imposición del recargo de una décima sobre la contribución para remediar el paro obrero al no estar acordado por la nueva legislación de la Junta de Defensa Nacional de Burgos. Tampoco  se llevaría a cabo la venta de 7.000 metros cuadrados para viviendas porque, según el nuevo alcalde, había casas suficientes en el pueblo para todos los vecinos. Lo que sí decidieron realizar fue una suscripción para el ejército español libertador de nuestra amada España, aportando 200 pesetas. Las políticas sociales propuestas por la anterior corporación y tan necesarias para el pueblo, sobre todo en lo relativo a la vivienda social económica, se fueron al traste con la intervención de los nuevos mandatarios municipales y se retomaron en 1949, ante la urgente petición de parte de los vecinos de obtener suelo barato para la construcción de casas más baratas.

El cartero Jesús Villarrubia dimitió en su cargo por las múltiples ocupaciones agrícolas que no le dejaban tiempo para dedicarse del trabajo postal y fue sustituido por Cosme Ruiz Carrillo. Por una orden del gobernador civil, Silvano Cirujano, insertada en el Boletín Oficial de la Provincia, nº 265 se declaraban provisionalmente suspensos todos los empleados municipales y los ayuntamientos tenían que enviar un listado indicando que todos los funcionarios públicos que prestaban servicios eran adeptos al movimiento militar golpista. Una vez comprobado el personal público por parte del Gobierno Civil de Toledo, todos los puestos fueron restablecidos. Reyes Sinforiano era el secretario del ayuntamiento, Amancio Rizaldos el auxiliar de secretaría, Jesús Martín Ruiz el alguacil, Casimiro Hernández el guardia municipal, Segundo Villarrubia Gutiérrez era el enterrador del cementerio, Pedro Villarrubia Hernández el depositario de las cuentas municipales, Manuel Lemos Esteban el encargado del reloj de la iglesia, Francisco de Lucas el médico titular, Francisco Matanza el farmacéutico y Julián Esteban el veterinario municipal (éste dimitió a finales de 1936 por haber sido nombrado inspector municipal interino en el pueblo toledano de La Puebla de Montalbán).

El 27 de diciembre de 1936 se nombró una Junta Conciliadora para el arbitrio sobre los productos de la tierra, en la que por parte del ayuntamiento estaba formada por Pedro Villarrubia, Pedro Vargas y Evaristo Martín y como miembros de los productores estaban Eusebio Gallego, Simeón Díaz y Ubaldo Díaz Carrillo. El 2 de enero de 1937 se llevó a cabo los arriendos públicos de Yuncler y tras la puja se designó a Nemesio Villarrubia Martín el arbitrio de pozas y medidas por un coste de 3.207 pesetas, el arbitrio de carnes y matadero a Mariano Martín Villarrubia por 3.464 pesetas, el arbitrio de bebidas y alcoholes a Waldo Villarrubia Martín por 2.505 pesetas y el arbitrio de puestos públicos fue para Faustino Ruiz Carrillo por 268 pesetas. También se decidió nombrar a Felipe Hernández como mayor contribuyente del pueblo, ya que los mayores contribuyentes estaban fuera del municipio.

Ante la salida del secretario del ayuntamiento y la renuncia el 10 de marzo de 1937, de Amancio Rizaldos como auxiliar de secretaría al ocupar el puesto de secretario interino de Recas, se designó interinamente a Valentín Sánchez Cabezudo Moreno para los dos puestos, con un sueldo de 3.833 pesetas en conjunto (estuvo dos meses por asuntos propios sin sueldo y fue sustituido de manera interina por el secretario judicial de Montearagón (Toledo), Juan González Vallejo y luego también por Pedro Esteban Carrillo como secretario habilitado). También volvieron a sus puestos de serenos Moisés Martín y Manuel Martín Hernández. El ayuntamiento hizo el llamamiento a filas a los jóvenes del pueblo para los reemplazos de 1933 a 1937, siendo el responsable del reconocimiento médico, Francisco de Lucas y el tallador, Anastasio Martín Gutiérrez. Se envió una lista al gobernador civil con los soldados prófugos en la que figuraban: Alejandro Córdoba Villarrubia, Francisco Martín García, Pedro Muñoz Gabarril, Felipe Vargas Carrillo, Teodoro Villarrubia Martín, Severiano Aguado Aguado, Pablo Gutiérrez Hernández, Esteban García Martín y Eugenio Humanes Pérez, todos ellos en el caso de ser capturados tendrían que pagar los gastos de su captura y traslado hasta Yuncler.

En temas económicos, el ayuntamiento decidió utilizar el prado situado entre Pantoja y Numancia de la Sagra para el aprovechamiento del ganado lanar y cabrío y de esta manera conseguir dinero. Por cada cabeza de ganado que pastara toda la temporada de primavera habría que pagar un dinero: las mulas de labor y cerril 2 pesetas, las yeguas de cría 4 pesetas, los asnos 2 pesetas, las vacas de leche 4 pesetas y las chotas 2 pesetas. También decidieron vender a Julio Orozco Guio, Emiliano Orozco Guio y Pedro Vargas Gallego el aprovechamiento de dichos prados. El primer prado estaba a la derecha del camino de Pantoja y del arroyo de Tocenaque, el segundo prado estaba entre el arroyo y la vía y el tercer prado iba más allá de la vía férrea. Todos ellos abonaron una cantidad de 425 pesetas por todo el aprovechamiento para el ganado en dichas tierras. También decidieron la recolección de la aceituna en las fincas propiedad de Andrés Esteban, Alejandro Uceda, Antonio Plaza, Antonio Palomo, Nemesio Rodríguez y José Laín, obteniendo 4.937 kilos de aceituna vendidos a 0.33 pesetas el kilo de aceituna. Quitando los gastos y el dinero para los dueños, el ayuntamiento obtuvo una cantidad de 903 pesetas. Con gastos municipales pagaron a Julio Orozco un cordero que pesó 18 kilos a 3,52 pesetas el kilo para dar de comer a varios soldados que estuvieron en el pueblo y suspendieron la Junta de Labradores asumiendo el ayuntamiento sus competencias.

El 26 de septiembre de 1937, a petición de los ferroviarios de la estación de Villaluenga se puso una calle al capitán Luis Blanco, sustituyendo a la que hasta entonces se llamaba calle del Prado. Por solicitud de la sección de Falange Tradicionalista y de la JONS de Yuncler y para celebrar, el 17 de octubre, el primer aniversario de la entrada al pueblo de las gloriosas fuerzas nacionales celebrarían una manifestación patriótica, descubriendo una placa conmemorativa de la entrada y la entrega de una bandera roja y gualda que utilizaban los sublevados, regalo de la Falange al ayuntamiento. Ese mismo día recibían un oficio del gobernador civil ordenando que tomaran medidas contra la guerra aérea y química, tomando los medios y gastos necesarios para la construcción de refugios y parapetos para proteger a toda la población civil, por los diversos bombardeos que había sufrido el pueblo.

El primer jefe de Falange de Yuncler fue Roberto Álvarez Martínez nacido en Esparragalejo (Badajoz). Su padre era jefe de estación de Pantoja y él se casó primero con una mujer de esa localidad y tuvo dos hijas y al enviudarse se casó con una mujer de Yuncler, Rosario Esteban Carrillo. Roberto trabajaba como jefe de almacén en la fábrica de cementos de Asland de Villaluenga (aunque luego al estar mucho tiempo dado de baja por diversos motivos perdió el trabajo). Al estallar la guerra su mujer y sus tres hijas (la cuarta nació después del conflicto) se fueron a Madrid, regresando una vez terminó la guerra.[32] Parece ser que en un primer momento tenía ideas izquierdistas y luego cambió y se hizo jefe de Falange local, cuya sede estaba en la plaza de las Verduras, en la casa de Venancio el Tejero, casa que lindaba con la vivienda donde cayó la bomba y murió Bárbara Ugena.[33]

Los falangistas del pueblo junto a las juventudes falangistas (jóvenes flechas), realizaban manifestaciones patrióticas por el pueblo durante la guerra cada vez que el ejército sublevado tomaba alguna ciudad o ganaba alguna batalla importante. Salían desde el edificio de los colegios en la calle Villaluenga hasta llegar a la plaza del ayuntamiento. Iban todos vestidos de falangistas, los hombres armados, algunas mujeres de riguroso negro, acompañados con la bandera española y falangista y cantando el himno de Falange el Cara el Sol. Roberto Álvarez y Emilio Laín tocaban el tambor para acompañar la canción. Algunas de las mujeres y madres de los denominados rojos o republicanos con el pelo rapado iban detrás de la manifestación como escarmiento y represión al ser familiares de los hombres que habían formado parte del comité local. Era una especie de estigmatización y aprendizaje social para que no olvidaran quienes eran los que mandaban en ese momento, un sistema de control contra una parte de la población y una imposición política e ideológica.

 

Manifestación falangista en Yuncler en la calle Villaluenga durante la Guerra Civil.

Una vez llegaban al ayuntamiento, el alcalde Tomás Villarrubia y las autoridades se subían al balcón para recitar versos falangistas, como el poema de Federico de Urrutia titulado ¿Dónde fuiste José Antonio, que te busco y no te encuentro?, cuyos  primeros versos decían: “Todas las noches rezando, con los rosarios del sueño, les pregunto a las estrellas si estás vivo o si estás muerto. Cuando sufrías la ira de tu dolor prisionero y en la noche de la guerra nos acariciaba el fuego y marchaban tus legiones hacia horizontes eternos (…)”. Luego todos los falangistas iban a la sede local de Falange para celebrar la toma de las ciudades por parte del ejército golpista. Una vez acabada la guerra debido a serie de reclamaciones económicas por parte de la Delegación Provincial de Falange, Roberto Álvarez fue llamado junto a otros dos mutilados de guerra para tomarles declaración. El 15 de diciembre de 1939, Roberto y sus dos compañeros se fueron en dirección a la estación ferroviaria para coger el primer tren de la mañana. Mientras los otros dos subían al vagón, Roberto Álvarez fue arrollado por el tren cuando éste iniciaba la marcha, muriendo en el acto y fue enterrado en el cementerio de Yuncler.[34]

El 8 de marzo de 1938 se inauguró el comedor de Auxilio Social en Yuncler (era una asociación falangista de ayuda social creada en la guerra por la mujer del falangista Onésimo Redondo, Mercedes Sanz-Bachiller, creando una serie de locales destinados a comedores para dar comida y alimentos en un primer momento a viudas y huérfanos de guerra y luego a familias pobres y necesitadas). El comedor tuvo su ubicación en la calle del Santo, en una casa sin ocupar, propiedad de Inocencia García (actual número 27 de dicha calle). La cocinera que hacía la comida diariamente para las familias sin recursos era Carmen Martín, viuda de combatiente en la guerra y con dos hijos a su cargo. El primer presupuesto municipal para ayudar en el comedor de Auxilio Social en gastos de comida y refrescos fue de 179,25 pesetas. Ese mismo año se aprobaba unos gastos municipales para el registro local de colocación obrera pidiendo la autorización correspondiente al Jefe del Servicio Nacional de Emigración y 135 pesetas por los gastos generados por la visita del gobernador civil de Toledo, Silvano Cirujano.

El 20 de marzo de 1939 hubo cambios y nuevos nombramientos en la corporación municipal. Como alcalde seguía Tomás Villarrubia, Manuel Cruz fue nombrado primer teniente de alcalde, como segundo teniente de alcalde, Faustino Guio Vargas y como depositario de los fondos municipales se nombró a Guillermo Vargas Pérez, siendo el presupuesto municipal para todo ese año de 31.050 pesetas.

 

[1] CASANOVA, Julián: Historia de España. La Segunda República y la Guerra Civil, Madrid, Vol.VIII, Crítica, 2007.

 

[2] Entrevista a Andrea Martín Martín.

[3] Entrevista a Andrea Martín Martín.

[4] Biblioteca de Castilla-La Mancha, Hemeroteca, El Castellano, 1932.

[5] Entre 1932 y 1935 los gobernadores civiles de Toledo fueron: Juan Serrano Piñana (de 18/6/1932 a 19/2/1933), Isidro Liarte Lausin (de 19/2/1933 a 14/9/1933), Manuel Asensi Maestre (de 14/9/1933 a 13/10/1933), José María Vila Coro (de 13/10/1933 a 10/11/1933), Vicente Costales Martínez  (de 10/11/1933 a 20/12/1933), José Morlesín Martínez (de 20/12/1933 a 11/2/1934), Artemio Precioso (del 11/2/1934 a 28/6/1934), José Morlesín Mendoza (de 28/6/1934 a 21/12/1935) y José Maldonado Ayuso (de 21/12/1935 a 31/1/1936).

[6] Biblioteca Nacional, Hemeroteca Nacional, ABC, 4 de enero de 1933, p.27.

[7] Desde enero de 1936 a julio del mismo año, hubo tres gobernadores civiles diferentes en Toledo (31/01/1936 Francisco Morales Caravantes, 22/02/1936 Vicente Costales Martínez y el 14/06/1936 Manuel María González López). Desde las elecciones de febrero de 1936 hasta el golpe de estado del 18 de julio, los cargos de gobernadores civiles tuvieron una cierta estabilidad y se designaron personas para restablecer los poderes a los municipios que se desprendieran del aparato funcionarial y de las atribuciones tradicionales y conservadoras de los dos años anteriores y Entrevista a Eugenio Rizaldos Carrillo.

[8] Archivo Histórico Municipal de Yuncler, archivo sin clasificar, Libro de Concejo.

[9] MORALES GUTIÉRREZ, Juan Antonio y MORALES PÉREZ, Belén: La Segunda República y Guerra Civil en Santa Olalla, Toledo, Editorial Ledoria, 2016, p.106.

[10] SABIN RODRÍGUEZ, José Manuel: Toledo y la Guerra, en ORTIZ HERAS, Manuel: La
Guerra Civil en Castilla La Mancha. De El Alcázar a los Llanos”,
Madrid, Celeste Ediciones, 2000.

 

[11] SABIN RODRÍGUEZ, José Manuel: Toledo y la Guerra, en ORTIZ HERAS, Manuel: La Guerra Civil en Castilla La Mancha. De El Alcázar a los Llanos”, Madrid, Celeste Ediciones, 2000 y RUIZ ALONSO, José María: La Guerra Civil en la provincia de Toledo (I). Utopía, conflicto y poder en el sur del Tejo (1936-1939), 2 Volúmenes, Ciudad Real, Biblioteca Añil, 2004.

 

[12] Información obtenida tras consultar documentación de la Causa General cuya valoración histórica e interpretativa ha de tomarse con cautela debido a la subjetividad de la misma en Archivo Histórico Nacional, Fondos Contemporáneos, Fiscalía del Tribunal Supremo, Causa General, Bargas, 1047, exp.26, Olías del Rey, 1047, exp. 35, Cabañas de la Sagra, 1046, exp.5, Villaseca de la Sagra, 1046, exp.22, Añover de Tajo, 1046, exp.2, Alameda de la Sagra, 1046, exp.1, Cobeja, 1046.exp.8, Pantoja, 1046, exp.14, Villaluenga de la Sagra, 1046, exp.21, Yunclillos, 1046, exp.25, Recas, 1046, exp.16, Cedillo del Condado, 1046, exp.7,  Numancia de la Sagra, 1046, exp.13, Yuncos, 1046, exp.26, Esquivias, 1046, exp.10 e Illescas, 1046, exp.11.

[13] Archivo Histórico Nacional, Fiscalía del Tribunal Supremo, Causa General, Fondos Contemporáneos, Exp. 14, N.13, 25, 201, 256 y 257.

[14] Entrevista a Carmen Carrillo Carrillo.

[15] Entrevista a José García Olías y Archivo General e Histórico de Defensa de Madrid, consejos nº 12, nº13, nº 14, nº 16, nº 17, nº 18, nº  19, nº 329, nº 1.471, nº 11.882, nº 11.883, nº 11.884, nº 11.895 y nº 24.329.

[16] Archivo General e Histórico de Defensa de Madrid, consejo nº 1.471.

[17] Entrevista a Andrea Martín Martín y Julián Martín Pérez y Archivo General e Histórico de Defensa de Madrid, consejo nº 15, Leandro Calabria Domínguez.

[18] Entrevista a Juan Antonio Sotomayor Pérez que vivía pared con pared con el ayuntamiento.

[19] Entrevista a Andrea Martín Martín.

[20] Entrevista a Dionisio Martín Martín.

[21] Entrevista a José García Olías.

[22] Entrevista a Elías Díaz Villarrubia.

[23] Entrevista a Crescenciano Gutiérrez Villarrubia.

[24] CABRERA SÁNCHEZ, Isidro: Alameda de la Sagra: recuerdos del pasado, Alameda de la Sagra, Ayuntamiento de la Sagra, 2009.

[25] Entrevista a Anastasio Ruiz Martín.

[26] Entrevista a Candela Guio Martínez. Ésta le comentó al autor del libro que los moros mataron a otro compatriota que intentó sobrepasarse con una mujer de Villaluenga.

[27] Simeón Díaz Carrillo y su hijo mayor fueron obligados por la Guardia Civil a llevar su carro y mulas para quitar cuerpos de la carretera de Toledo a Madrid a la altura del término municipal de Yuncos, muy cerca del de Yuncler en Entrevista a Elías Díaz Villarrubia.

[28] Entrevista a Andrea Martín, Anastasio Ruiz, Demetrio Vara, Concepción Ugena y José García.

[29] Entrevista a Oscar Martín Bernabé.

[30] Archivo Histórico Nacional, Fondos Contemporáneos, Fiscalía del Tribunal Supremo, Causa General, Alameda de la Sagra, 1046, exp.1

[31] Comandante de infantería retirado y afiliado a Acción Popular Agraria, fue nombrado por el general Moscardó el 27 de septiembre y ocupó este cargo hasta su muerte el 17 de enero de 1939, siendo sustituido por Manuel Casanova y también fue elegido como alcalde de Toledo, Fernando Aguirre Martínez, que había ocupado ese cargo durante la dictadura de Primo de Rivera.

[32] Entrevista a María del Rosario Álvarez Esteban, hija de Roberto Álvarez.

[33] Entrevista a Andrea Martín y a Anastasio Ruiz.

[34] Andrea Martín, Anastasio Ruiz y Sofía Díaz Villarrubia participaban en las manifestaciones patrióticas de la Falange lideradas por Roberto Álvarez y han narrado sus vivencias en Entrevista a Andrea Martín, Anastasio Ruiz, Sofía Díaz, Rosa Orozco y José García Olías y Archivo Parroquial de Yuncler, Certificados de Defunción de 1939.

Valora este artículo post
Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

Sin comentarios

Escribir un comentario