Tropas marroquíes

Queipo de Llano: «Esos milicianos maricas»

 

Así comienza el capítulo 11 de la novela Una memoria sin rencor.

11

 

A mitad de aquel  verano de 1936 estaban ya en la Península unos veinte mil moros mercenarios que estaban dispuestos a ir a la guerra para ganar dinero y salir de la hambruna. Habían crecido en la guerra del Rif —acostumbrados a la vida dura y a pasar penalidades— y estaban educados para luchar. Les gustaba tanto el saqueo que, incluso, arrancaban a los muertos dientes de oro, con alicates, o como podían. Y si el anillo se resistía, seccionaban el dedo para hacerlo más rápido. Los moros tenían fama de sanguinarios y de violadores de mujeres. El mismo general Queipo de Llano, en sus emisiones diarias de Unión Radio de Sevilla, instaba a la agresión sexual de las mujeres republicanas, “por mucho que forcejeen y pataleen”. Todas estas barbaridades perjudicaron gravemente a la imagen de la España rebelde en el extranjero, hasta que Franco ordenó que el agresivo locutor desapareciera de las ondas.

—Después de todo, estas comunistas se lo merecen, ¿no han jugado al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen —voceaba Queipo por la radio en una de sus numerosas soflamas.

Llegaban dejando atrás miles de cadáveres que habían ejecutado sin compasión, realizando así el proyecto de exterminio trazado por el general Mola. Los marroquíes venían acompañados de legionarios, organizados en columnas de quinientos a mil hombres. Viajaban en camiones y autobuses —2ª legión, 5ª bandera, 17ª compañía se podía leer en uno de ellos en letras grandes— que solían detenerse a una distancia prudencial de cada pueblo para que los soldados avanzaran a pie. Si había  resistencia, la artillería ligera bombardeaba y después se tomaba la localidad  cargando con bayoneta. Luego, mediante megafonía se ordenaba la apertura de puertas de las casas y que se desplegaran banderas blancas. Posteriormente, mientras la columna proseguía su ruta por el eje de la carretera de Extremadura en busca de una nueva villa, se aseguraba el pueblo conquistado con un grupo de voluntarios falangistas canarios, que ya comenzaron a llegar a la península en barco desde aquel archipiélago.

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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