Proclamación de la Segunda República en Almorox (Toledo)

En esta villa no se dieron grandes desigualdades en el reparto de la tierra porque las propiedades eran de pequeña superficie, improductivas, de monte bajo y pinares. En consecuencia, las primeras leyes agrarias que promulgaría la Segunda República no provocaron  excesivos conflictos sociales y laborales a sus 2.834 habitantes. Además,  el Ayuntamiento era el mayor titular de fincas rústicas con más de 1.500 hectáreas. Estos bienes comunales estaban distribuidos en parajes tan conocidos como Valdeoliva y La Labranza, donde se encontraba el tradicional Vado Campuzano.

Casi toda la sociedad, incluido parte del Ejército, estaba en contra del régimen político caduco que suponía la Dictadura de Primo de Rivera,  iniciada en 1923 con un golpe militar consentido por el rey Alfonso XIII. Este agotado sistema de gobernación estaba representado en Almorox por Martiniano Silván Parro (1893-1967). Este fue el último alcalde de la monarquía  y primero de la Segunda República, si bien este cargo lo ejerció durante solo dos meses porque no fue elegido por sufragio universal. Ocurrió que en los pueblos pequeños las elecciones no tuvieron un marcado cariz político, sino más bien administrativo. De ahí que en muchos Ayuntamientos los concejales fueran nombrados por el artículo 29 de la ley electoral, como ya se explicó genéricamente en páginas atrás.

Este primer edil, el señor Silván, se postuló a las elecciones del 12 de abril de 1931 en compañía de los mayores hacendados de la localidad, entre ellos Marcelino Escudero Rodríguez. Estos viejos dinásticos tenían como únicos  rivales políticos a la candidatura republicana-socialista que, después de tantos años de dictadura, también aspiraba a aproximarse a la Corporación. Pero el líder de estos nuevos opositores, Pedro Peña Adrada, era aún inexperto y tenía la desventaja de no haber nacido en Almorox. También ignoraba los entresijos de la política municipal, porque durante la anterior etapa absolutista no tuvo oportunidad de acceder al Ayuntamiento.  Pero, como en tantos pueblos de la provincia, no se celebraron elecciones y los candidatos se trasformaron en concejales. Al ser los conservadores mayoría, designaron como alcalde a Martiniano Silván.

La población de Almorox vivió la proclamación de la Segunda República con gran expectación y la bandera tricolor ondeó en el balcón de su monumental Ayuntamiento construido en 1799, bajo el reinado de Carlos IV. Junto a la esplendorosa Picota que adorna la plaza, construida en 1566 al ser declara villa Almorox, se profirieron gritos de ¡fuera el Rey! Lejos, y en el olvido,  quedaba atrás ya aquel 7 de marzo de 1905 en el que el recién coronado Alfonso XIII visitó circunstancialmente Almorox. Ocurrió que consecuencia de una avería en su coche, el monarca pudo disfrutar del llamado “Domingo Gordo” que con tanta solemnidad aún conmemora la Hermandad Soldadesca del pueblo. El joven soberano quedó maravillado de la ancestral tradición, bajo cuya presencia se celebró la subasta del Ramo.

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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