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La revolución de Octubre de 1934 y sus consecuencias

La revolución de Octubre de 1934 y sus consecuencias

 

           La derrota electoral de noviembre de 1933 no fue vista por la izquierda obrera y republicana como un cambio de Gobierno, o de mayoría parlamentaria, sino como un paso decisivo en lo que Azaña denominó la “pérdida de la República”. A pesar de ello, todos los autores coinciden en asignar al socialismo la responsabilidad del levantamiento de Octubre. Según la historiografía, la radicalización de las masas obreras respondía a la severidad de la crisis económica, al paro y al temor de que un Gobierno conservador iniciara la destrucción de la obra social reformista realizada por la coalición republicano-socialista. Sin embargo, también la mayoría de los autores recuerdan que los primeros discursos rupturistas de Largo Caballero ya se pronunciaron en julio de 1933, y el día 23 advirtió en el cine Pardiñas que si el “enemigo” desalojaba del poder a los socialistas antes de haber terminado su misión reformadora, estos buscarían “su reconquista  por vía parlamentaria o revolucionaria”.[i]

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Los preámbulos de los sucesos de Octubre comenzaron con la huelga campesina de junio, la cual se inició en 38 provincias y afectó a más de 700 municipios. Se mantuvo con todo el empuje hasta los días 9 o 10 de junio de 1934. A partir del 11 solo continuará en aquellas zonas de mayor militancia socialista como Gerindote, Maqueda o Novés, y excepcionalmente en La Puebla de Montalbán, donde la derecha había ganado ampliamente los últimos comicios. El Gobierno tomó la decisión de ilegalizarla, tipificando la recogida de cosecha como “servicio público”, pero lo cierto fue que la protesta sirvió para debilitar a la FETT-UGT de una manera muy eficaz y desmantelar buena parte de los sindicatos agrarios.

El movimiento huelguístico supuso para Santa Olalla la destitución del alcalde, Manuel Arroyo, y la clausura de la Casa del Pueblo. Ocurrió que los miembros de la Sociedad Obrera tenían el ánimo muy crispado y aprovecharon el momento para exigir, por enésima vez, además de sus reivindicaciones laborales, la parte que les correspondía del legado de doña Elisa. Esta era una rica señora que había fallecido legando una pequeña parte de su herencia a los “pobres” de la localidad, entre otras disposiciones testamentarias.

Como era de esperar las advertencias jornaleras se cumplieron en Santa Olalla con la gran manifestación del 10 de junio de 1934. Entre los gritos que demandaban pan y trabajo, Luís Ramos Fuentes, cabo de la Benemérita fue descabalgado de su caballo y le sería sustraía el arma reglamentaria. Mientras Arroyo intentaba pacificar los ánimos, impidiendo con su propio cuerpo que las reivindicaciones acabaran de forma sangrienta, el guardia civil cayó al suelo. Entre el tumulto y la confusión generada, la autoría de quien agredió al soldado no quedó clara y fue precisa la declaración de testigos presenciales. Sea como fuere, lo cierto es que serían detenidos los huelguistas Cesáreo Rodríguez López, «Echaura» y Gregorio Garrido Escobedo, «Machaco», para su posterior ingreso en prisión en la que pasarían una larga estancia (hasta la amnistía de febrero del 1936). Por su parte, Arroyo, recibió la llamada telefónica del Gobernador de Toledo ordenando su destierro a Madrid y la destitución inmediata del cargo.

Pero el municipio más activo de la comarca de Torrijos en junio de 1934 fue La Puebla de Montalbán. Aquí ya en el mes de mayo, la Sociedad Obrera “El Progreso Agrícola” comunicó formalmente al Ayuntamiento que “a partir del día 5 de junio,  a las 6 horas de la mañana sus miembros declararán la huelga campesina”. La convocatoria de esta huelga había sido previamente acordada en la Casa del Pueblo y posteriormente publicada mediante pregón divulgado por el alguacil municipal. Las demandas laborales fueron entregadas por escrito: cumplimiento de las bases de trabajo, turnos rigurosos en la contratación de forasteros y restricciones en el uso de maquinaria, entre otras. El Gobernador Civil, conminó mediante telegrama al alcalde a la suspensión de la misma y vaticinó  “que la huelga pudiera perjudicar a las operaciones de la próxima y espléndida cosecha que se avecina”.[ii]

Tres meses después, el día 22 de septiembre, y posiblemente en protesta por los hechos acontecidos durante el verano, los partidos de izquierda de La Puebla de Montalbán convocaron una asamblea en la Casa del Pueblo para tratar otra huelga de campesinos. Estaba autorizada por el Gobernador, y así se comunicó a los vecinos mediante un pregón. Después, tras ser desautorizada, no hubo tiempo material para avisar a los obreros que no acudieran a la misma. De forma inmediata, la Guardia Civil se presentó en el Centro Obrero y tomó nota de todos los asistentes. Se detuvieron a 23 personas, incluidos el presidente de la Sociedad Obrera, Félix Maldonado Ruiz, y el alcalde del municipio, Santiago Prudencio, quien se encontraba a la cabeza de la iniciativa. Todos ellos fueron juzgados y condenados a 2 meses y un día de cárcel que cumplieron en la prisión de Ocaña.[iii]

La huelga campesina de junio de 1934 fue un fracaso en toda la provincia y no se consiguieron las mejoras económicas deseadas. Además fueron detenidos los dirigentes políticos que habían intervenido, así como  sus afiliados. Los militantes socialistas y sindicalistas pertenecientes a la FETT-UGT fueron discriminados en toda la provincia tras las reivindicaciones de junio de 1934, y más aún tras los sucesos de la revolución de Octubre.

El clima político era de máxima tensión y muchos creían que el 1 de octubre de 1934, cuando se reabrieran las Cortes tras las vacaciones de verano, el líder de la CEDA exigiría entrar en el nuevo Ejecutivo. Sería entonces el momento en que acontecería la insurrección que ya se venía gestando desde hacía meses. Y así fue, al siguiente día 4 de octubre de 1934 se anunciaba la formación de un gobierno presidido por Lerroux e integrado por siete ministros radicales, tres de la CEDA y otros cuatro de diversa significación derechista. “La suerte estaba echada”, dirá Caballero dos años después al escribir sus memorias. Ya estaba decidido, con anterioridad a declarar la huelga general, si se producía el citado cambio de gobierno.[iv]

Sin embargo, hasta octubre al menos,  hubo ciertos elementos continuistas con las leyes republicanas que Lerroux había votado y apoyado en el primer bienio, pero con importantes retoques sustanciales como las reformas laborales de Largo Caballero en el campo. Esta involución se produjo cuando la oposición y la movilización en la calle habían sido reducidas y estaban casi ausentes, es decir, antes de junio de 1934. Y además, los radicales de Lerroux hicieron naufragar proyectos de la CEDA dirigidos a reformar la Constitución, la cual se mostró invariable. Por todo ello, muchos autores opinan que los sucesos de Octubre pudieron haberse evitado si Largo Caballero hubiera actuado de otra manera, no dando lugar a esa lacra que el socialismo español arrastró durante décadas. Sin embargo, otros consideran que esta radicalización no hubiera podido entenderse sin la presión de las masas obreras, tal como quedó reflejado desde septiembre de 1933 en las reuniones de los órganos socialistas que comenzaron a hablar del peligro del fascismo en Europa.[v]

Los hechos de Octubre tuvieron como principales escenarios Asturias y Cataluña. En realidad, lo sucedido en esta última región fue que el Ejecutivo catalán de Companys, aprovechando la reacción de la izquierda contra el nuevo Gobierno, declaró unilateralmente la República Catalana dentro de la República Española. El resultado fue que el Gobierno de la Generalitat fue inmediatamente encarcelado y el Estatuto de Autonomía suspendido.

En cambio, en Asturias la lucha se prolongó por espacio de quince días. La acción decidida de numerosas columnas de obreros armados consiguió extender el movimiento por buena parte de la región. Pero el ejército de África desempeñó un papel decisivo, a cuyo mando estaba el general Franco. La Guardia Civil y el Ejército actuaron sin contemplaciones contra los mineros sublevados y casi dos mil personas murieron en la revolución asturiana.

El líder socialista Largo Caballero pasó  trece meses en la cárcel Modelo, junto con su hijo que era un miembro destacado de las Juventudes Socialistas. En este espacio de tiempo falleció su esposa a consecuencia de una enfermedad y el proceso judicial fue defendido por el catedrático de Derecho Penal, Luis Jiménez Asúa. El fiscal solicitó 30 años de cárcel para “El Lenin español”, por considerar que estaba probado que había sido el instigador de la revolución de Octubre. Finalmente, el tribunal falló a su favor por falta de pruebas y éste sería puesto en libertad.[vi]

En la provincia de Toledo la huelga fue general y el comandante militar de Toledo, el coronel Moscardó, publicó bandos declarando el Estado de Guerra y la relación de penas que llevaban aparejadas los delitos de rebelión y sedición, así como los atentados y resistencia contra la autoridad. Como las Sociedades Obreras y las Casas del Pueblo hicieron caso omiso a dichas advertencias, una gran parte de ellas fueron disueltas. Para ello fue necesario enviar un destacamento de tropa y a la Guardia Civil por varios pueblos de la provincia.[vii]

También la Sociedad Obrera de Almorox, entre otras muchas de la comarca, hizo caso omiso a dichas advertencias y fue necesario enviar un destacamento de la Guardia Civil para disolver a los crispados huelguistas que afluían a la plaza a través de todas las calles que confluían en la misma. Aquí les estaban esperando, junto a la Picota, en otros tiempos símbolo de justicia, los dos alcaldes de ideología contrapuesta que se sucedieron en sus puestos hasta esa fecha: Martiniano Silván, y Pedro Peña Sen, además de varios miembros de la Benemérita montados a caballo, comandado por el sargento Santiago García Novoa y el guardia Apolonio Ancillo. Tenían sus armas listas para cualquier eventualidad. Ambos políticos, olvidando por momentos su gran rivalidad, se dirigían a la muchedumbre intentando apaciguarla, sin conseguirlo.  Todo parecía presagiar que la agresión se iba a producir, cuando  asomó entre la multitud la figura del maestro de escuela, el señor Quero. Este se posicionó junto a los dos dirigentes, que ya habían escalado posiciones hasta el último escalón del antiguo rollo. Desde aquí consiguió convencer a los asistentes, en una gran mayoría seguidores del orador, y de Pedro Peña, de que la violencia no era el camino adecuado. Y así, con mucha resignación y rabia, la mayoría de los presentes disolvieron la protesta.[viii]

Solo se produjo una víctima mortal en la comarca, tanto en las acciones revolucionarias como en la represión posterior de Moscardó. Ocurrió en La Mata en junio de 1934. Aquí fue asesinado un patrono agrícola, Félix Fernández Coronas. Éste mateño salió al campo a caballo a buscar a su hermano Balbino, ante el temor de que pudiera ser agredido por algún miembro de la Sociedad Obrera. Pero a su regreso, jornaleros locales agarraron las bridas del equino y agredieron con una piedra al jinete.[ix]

Las consecuencias fueron desastrosas para socialistas y demás fuerzas de la oposición. La mayoría de los líderes de la izquierda toledana fueron detenidos preventivamente; entre ellos: Domingo Alonso, Virgilio Carretero, Manuel Aguillaume, Santiago Muñoz, Orencio Labrador y Ángel Lara.

El día 10 de octubre de 1934, en la primera página del periódico El Castellano se leía este titular: “Informe del movimiento sedicioso en la provincia “. A continuación realizaba un examen de la situación de orden público y se enumeraba los atentados sucedidos en la provincia. En Toledo, el día 8 de octubre, explotó un petardo en el último tren que llegó a la capital esa jornada. También en Talavera, un grupo de sindicalistas y socialistas intentaron que un tren no tomara la salida, pero la Guardia Civil lo impidió y posteriormente clausuró la Casa del Pueblo. Fueron muchos los vecinos detenidos en aquellos días de octubre que posteriormente fueron juzgados por tribunales militares.[x]

A finales de octubre, el coronel Moscardó visitó personalmente algunas localidades como Santa Olalla, Erustes, Domingo Pérez y Carriches, para conocer de primera mano el estado de orden público. Coincidió que en éstas tres últimas, acababan de clausurar voluntariamente sus Sociedades Obreras, lo que pusieron en conocimiento del delegado provincial de Trabajo a los efectos oportunos.

 

El diputado toledano, nacido en Torrijos, Sixto Agudo, de filiación  socialista,  justificaba la actuación de su partido en los sucesos de octubre:

 

En enero de 1933 se produjo en Alemania un acontecimiento que iba a tener trágicas consecuencias para toda Europa: la subida de Hitler al poder. En el mes de septiembre, Gil Robles, caudillo de la reciente CEDA, estuvo presente en el Congreso de Nuremberg del partido nazi. Mientras, el Gobierno republicano-socialista se desmoronaba bajo el peso de sus propios errores.

La victoria electoral de la derecha fue considerada por los grupos fascistas como la ocasión para apoderarse de la calle, con sus organizaciones paramilitares que promovían atentados. Como respuesta, las Juventudes Socialistas organizaron sus milicias y el PCE puso en marcha las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC). Tras la entrada de hombres de la CEDA en el Gobierno de Lerroux, el Comité Revolucionario del PSOE dio la orden para el comienzo del movimiento. Cuando todo terminó, nosotros y el PCE considerábamos que la victoria de las fuerzas reaccionarias en octubre de 1934 fue efímera. Cientos de campesinos toledanos que participaron en la huelga general acabaron en la cárcel.[xi]

 

La militarización del orden público alcanzó nuevas cotas tras Octubre, encomendándose la represión al Ejército y a la Guardia Civil desde el momento en que fue declarado el Estado de Guerra el día 6 de dicho mes. Se juzgarían como actos bélicos todos los realizados a partir de esa fecha. Semanas después, con la llegada de Gil Robles al frente del Ministerio de la Guerra, futuros golpistas de julio de 1936 pasaron a ocupar puestos de relevancia: Franco (jefe de Estado Mayor), Mola(jefe de las fuerzas militares de Marruecos), Fanjul( subsecretario del Ministerio), Goded (director general de Aeronáutica) o Varela(ascendido a general de brigada).

La pena de muerte fue restablecida por la CEDA, aunque solo durante un año y exclusivamente para delitos cometidos mediante el uso de explosivos  y así como para los de robo a mano armada. Posteriormente la ley fue prorrogada con carácter indefinido y se ampliaron sustancialmente los delitos a los que afectaba, extendiéndose los supuestos de uso de “armas” que causaren “daño grave”.

Desde el Ministerio de Trabajo, la CEDA impulsó las leyes Salmón contra el paro (junio de 1935), y la nueva Ley de Jurados Mixtos (julio de 1935), que ya hemos comentado. Pero los Mixtos ya no funcionaban en la práctica, ya que los plenos fueron suspendidos y se estaba a la espera de un nuevo censo electoral social para cuya consecución resultaba imprescindible la colaboración de UGT, en esos momentos imposible por estar represaliados cientos de sus representantes.[xii]

Octubre de 1934 quedó tildado con la aureola que otorgaba la convicción de haber asistido a la mayor insurrección de la historia de España. Pero el mito revolucionario no puede ocultar la realidad de un movimiento lleno de facetas oscuras y contradictorias, que coincidió con la crisis interna del socialismo. En opinión de Ana Martínez Rus, los hechos octubre obedecieron a unas dinámicas de acción colectiva violenta que se venían incubando desde la época de la Monarquía. Según esta autora, es cierto que hubo un antes y un después de la revolución de  Octubre, con hechos positivos y negativos, pero lo cierto fue que se inició una dinámica de enfrentamientos políticos que acabó haciéndose irreversible en el verano de 1936.[xiii]

A medida que se iban aplastando insurrecciones y desmantelando el movimiento obrero, la CEDA ocupaba progresivamente más parcelas de poder en detrimento del Partido Radical. Las leyes se iban tiñendo de un tono cada vez más derechista y crecían los presupuestos para guardias civiles y de Asalto. Además, quedó evidenciado que los socialistas  carecían de los recursos instrumentales, propios de la teoría subversiva y de la estrategia política revolucionaria, que les pudiera catapultar hacia el poder en solitario mediante una insurrección armada. En opinión de Cobo Moreno, el PSOE había optado por inspirarse en el modelo bolchevique como esperanza revolucionaria y barrera contra el fascismo. Por otra parte, según este autor, todos los testimonios concuerdan en que Largo Caballero mantuvo hasta el último momento su convicción de que Alcalá-Zamora no permitiría la entrada de la CEDA en el Gobierno, y por lo tanto no daría las órdenes de una huelga general revolucionaria. Los socialistas creyeron que la promesa de una revolución, siempre aplazada, sería suficiente como en otras ocasiones. Pero ahora, la presión popular obligó a emprender una insurrección armada, para la cual los dirigentes socialistas no estaban preparados.[xiv]

 

 

 

 

[i]. GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo; COBO ROMERO, Francisco; MARTÍNEZ RUS, Ana; SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco: La Segunda República Española, Pasado&Presente, Barcelona, 2014. pp 624 y ss.

[ii]. MORALES GUTIÉRREZ, Juan Antonio; MORALES PÉREZ, Belén: La Segunda República y Guerra Civil en Santa Olalla; Ledoria, Toledo, 2008, pp 45

[iii]. MARTÍN DÍAZ-GUERRA, Alfonso; La Segunda República y Guerra Civil en La Puebla de Montalbán, Ayuntamiento de la Puebla de Montalbán, Toledo, 2005,  página 74.

[iv]. Ibidem.

[v]. AROSTEGUI, Julio: Largo Caballero. El tesón y la quimera, Debate, Barcelona, 2013, pp. 376 y ss.

[vi]. GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo; COBO ROMERO, Francisco; MARTÍNEZ RUS, Ana; SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco: La Segunda República Española, Pasado&Presente, Barcelona, 2014. pp 624 y ss.

[vii]. AROSTEGUI, Julio: Largo Caballero. El tesón y la quimera, Debate, Barcelona, 2013, pp. 376 y ss.

[viii]. El Castellano, 12 de octubre de 1934.

[ix]. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 191, Legajo 1564, seguido contra Pedro Peña Adrada.

[x]. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 341, Legajo 4764, seguido contra Eladio Peinado Muñoz.

[xi]. AGUDO, Sixto: Por qué se perdió la República. Memorias, 1916-1939., Zaragoza 2001.

[xii]. GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo; COBO ROMERO, Francisco; MARTÍNEZ RUS, Ana; SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco: La Segunda República Española, Pasado&Presente, Barcelona, 2014. pp 924 y ss.

[xiii]. Ibidem.

[xiv]. GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo; COBO ROMERO, Francisco; MARTÍNEZ RUS, Ana; SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco: La Segunda República Española, Pasado&Presente, Barcelona, 2014. pp 956 y ss.

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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