La Puebla de Montalbán: un alcalde en la República y concejal tras llegar la democracia

La Puebla de Montalbán.

Santiago Prudencio Vázquez, el Chile, fue el último alcalde republicano de  La Puebla de Montalbán y tras su vuelta del exilio en 1979 encabezó la candidatura por el PSOE en las primeras elecciones municipales democráticas celebradas en ese año. Estos comicios fueron ganados por el partido U.C.D., pero el tío Chile, como así se le conocía, fue elegido concejal. Sería así uno de los pocos políticos de España que formó parte de la  última corporación republicana y primera en la democracia. Diecisiete años después, a finales de 1996, falleció a los 88 años de edad.

Este carpintero, nacido en 1908, sería el máximo representante de la izquierda pueblana y lideró la huelga de campesinos, previa a la Revolución de Octubre de 1934, que acabó con 20 vecinos en la cárcel de Ocaña, incluido él mismo. Falleció, en el año 1996, “con la conciencia muy tranquila”, solía afirmar a sus más allegados, y harto de repetir a sus familiares y amigos que nada pudo hacer por impedir los cruentos asesinatos que se cometieron en La Puebla bajo su mandato en aquel verano de 1936.

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En La Puebla de Montalbán, ya en el mes de junio de 1934, antes de la Revolución de Octubre del mismo año,  la Sociedad Obrera comunicó formalmente al Ayuntamiento de izquierdas que “a partir del día 5 de junio de 1934,  a las 6 horas de la mañana, sus miembros declararán la huelga campesina”. Previamente había sido acordada en la Casa del Pueblo y posteriormente publicada mediante pregón autorizado por el alcalde. Las demandas laborales fueron entregadas por escrito: cumplimiento de las bases de trabajo, turnos rigurosos en la contratación de forasteros y restricciones en el uso de maquinaria, entre otras. El gobernador civil, que la desautorizó, conminó mediante telegrama al alcalde a la suspensión de la misma y vaticinó: “la huelga pudiera perjudicar a las operaciones de la próxima y espléndida cosecha que se avecina”.

Después, para el día 22 de septiembre, y posiblemente en protesta por los hechos del verano, los partidos de izquierda habían convocado una asamblea en la Casa del Pueblo para tratar otra huelga de campesinos. “Estaba autorizada por el gobernador, y así se comunicó a los vecinos mediante un pregón”.*(Testimonio del alcalde Santiago Prudencio, facilitado por Alfonso Martín). Después, tras ser desautorizada, no hubo tiempo material para avisar a los obreros que acudieron a la misma. La Guardia Civil se presentó en el Centro Obrero y tomó nota de todos los asistentes. Se detuvieron a 23 personas, con el presidente de la sociedad obrera, Félix Maldonado Ruiz, y el alcalde Santiago Prudencio a la cabeza. Todos ellos fueron juzgados y condenados a 2 meses y un día de cárcel que cumplieron en la prisión de Ocaña.

Al finalizar la contienda se siguió un procedimiento sumarísimo contra este primer edil que terminó archivándose, sin sentencia, ante la ausencia del acusado que ya vivía en el extranjero. De haber sido detenido antes de su marcha fuera de España, la suerte de su vida hubiera cambiado totalmente porque los tribunales militares le habrían condenado, injustamente, a muerte como les ocurriera a los alcaldes de Torrijos o Fuensalida. Ninguno de los tres  participó en asesinato alguno en aquel verano de 1936, pero bajo sus mandatos se cometieron varias decenas de asesinatos.

El consejo de guerra seguido contra el alcalde Santiago Prudencio y sus compañeros  Atilano Cuadra y Aurelio “El Mondarro”, todos ellos en situación procesal de rebeldía, se inició por denuncia de Fernando San Miguel San Miguel. Este manifestó que los dos últimos encausados citados le detuvieron en Madrid, el 23 de octubre de 1936, y le trasladaron a la comisaría de la calle Leganitos. Después sería conducido  a la Dirección General de Seguridad, donde se encontraba el primer edil Santiago Prudencio. A éste también se le imputaba la responsabilidad de “no haber evitado la muerte del médico Jerónimo San Miguel y otros más”, sin que en ningún momento procesal se le imputara autoría alguna.

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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