La Mata en la Guerra Civil

LA MATA

 Vicente Ruiz Bolonio, confitero de profesión, fue la persona más representativa de la izquierda mateña en todo el periodo republicano  en el que fue alcalde durante más de cuatro años. El momento más crítico de su etapa al frente de la corporación municipal, antes de estallar la guerra civil, coincidió con el asesinato de un patrono agrícola local, Félix Fernández Coronas, ocurrida el 9 de julio de 1936. Éste mateño salió al campo a buscar a su hermano Balbino que llevaba varias horas desaparecido junto a su caballo, ante el temor de que pudiera ser agredido por algún miembro de la Sociedad Obrera. Pero a su regreso, jornaleros locales agarraron las bridas del equino y agredieron con una piedra al jinete (1)

Como ocurriera en tantos pueblos de la comarca, tras el golpe militar del 18 de julio, los Ayuntamientos se quedaron sin secretarios porque estos se marcharon a sus poblaciones de origen y los alcaldes no estaban cualificados para llevar la gestión administrativa de las incautaciones, multas etc. Por ello, los primeros ediles  imponían al maestro o médico de la localidad, más próximos a su ideología, que les llevara la gestión de estos menesteres. Así ocurrió en La Mata con Félix Lorente Reviriego. Éste ejercía de maestro en Arcicollar, pero el 17 de julio de 1936, junto con su esposa, natural de la villa de La Mata, ambos simpatizantes del partido de Manuel Azaña, Izquierda Republicana,  se marcharon de vacaciones estivales a la población mateña (2)

El alcalde, Vicente Ruiz Bolonio, exigió al maestro colaboración para pacificar el pueblo y aplacar ánimos de los sectores más radicales de la izquierda, cada vez más furiosos por el golpe militar.  Y cumplió su cometido el profesor. Su primera actuación fue convencer a los obreros para que dejaran salir a la calle a los patronos, que ya llevaban tres días encerrados.

Varios días después, el 25 de julio de 1936, se presentaron en la villa dos coches con Guardias de Asalto con objeto de verificar unos registros a los derechistas Julián Muñoz y Santiago Vázquez, que fueron detenidos en el Ayuntamiento. Aquí llegó el maestro de Arcicóllar y consiguió convencer a todos de poner en libertad a los detenidos que fueron conducidos a Madrid con un salvoconducto firmado por el jefe de las milicias forasteras, así como por el propio alcalde, para que fueran puestos en libertad en la capital.

El 3 de septiembre de 1936 el maestro, en virtud de una orden ministerial, vuelve a Arcicóllar para reanudar las clases hasta que el 19 de noviembre es detenido por la Guardia Civil, una vez “liberado” el pueblo por las fuerzas nacionales. El cabo de la Benemérita, Eleuterio Ramos Galletero, le acusaba  de “ser un elemento peligroso porque a los niños de la escuela les hacía levantar el puño”, según el primer atestado que el maestro negaba. Pero el cabo de la Benemérita denunciante, acababa de salir del asedio del Alcázar,  intentaba convencer al juez instructor afirmando que cuando los niños saludaban a sus superiores decían la tradicional frase de “ para servir a Dios y a usted” y el maestro les replicaba afirmando “ que no había Dios, que era un mito de la sociedad capitalista”.

El Consejo de Guerra celebrado contra el maestro de Arcicollar el 16 de marzo de 1937, en el salón de actos del Ayuntamiento de Toledo, actuaba como presidente el coronel de la Academia de Infantería, Antonio Valencia Somalo; y como vocales, los capitanes, José González García, Cándido Lugo Rincón, Roberto González Estéfani, Eduardo Martínez Medrano y Rodrigo Arellano Requena, así como el teniente Rafael Milán del Boshs. La única acusación que recogía la sentencia que le condenó a muerte era  que “el procesado inculcó a sus alumnos de la escuela de Arcicollar ideas disolventes, negando la existencia de Dios y haciéndoles saludar con el puño en alto; y con posterioridad estuvo en contacto con los Comités Rojos de La Mata y Arcicollar, siendo de éste último secretario del mismo”.

En dicha resolución condenatoria no se hacía ninguna referencia a un informe, unido a la causa, emitido por el Ayuntamiento franquista de Las Mata, firmado por su alcalde, Federico Vázquez, en fecha 22 de enero de 1937. En éste documento se decía expresamente que: 1º.- Aunque si bien el acusado simpatizaba con los rojos, les amonestaba y se oponía a todos los acuerdos revolucionarios que no estuvieran ajustados a la razón. 2º.- No consta que formara parte de ningún Comité del Frente Popular de La Mata; y si subió al Ayuntamiento unos ochos días fue por orden del Gobierno rojo. 3º.- Se le tenía buen concepto. 4º.- Desconocemos su ideología política y que militara en partido alguno. La familia de su esposa es francamente de derechas. 5º.- Que los ocho patronos que fueron detenidos y llevados a Madrid, emparentados con sus esposa, a los que profesaba un gran cariño, le rogaron que les acompañar hasta la capital para evitar ser fusilados. Le acompañó, a pesar de que su suegro, Félix Lorente de Madrid, se encontraba en trance de muerte.

A las 5 de la mañana del día 11 de mayo de 1937, maestro de Arcicollar fue pasado por las armas en las tapias del cementerio de Toledo (3)

Pero volviendo a aquel verano de 1936 en La Mata, decir que la relación entre Ayuntamiento y Comité, liderado por Lorenzo Luna Mateos, fue de perfecta coordinación en el reparto de competencias. El alcalde no se oponía a las actuaciones del Comité y, viceversa; éste reconocía a su alcalde como gestor y administrador de las finanzas. Pero un hecho enturbió esa coordinada actividad: el asesinato del cura Toribio Gómez de las Heras. Éste capellán mozárabe, natural de Carriches, fue asesinado por miembros del Comité mateño el 30 de julio del 36, junto al Cerro del Viso, en su viaje de huida a su paso por La Mata. Parte de las 5.000 pesetas que los asesinos robaron la clérigo fueron, posteriormente, depositadas en   el Ayuntamiento.

Bien avanzado el verano, el 29 de agosto de 1936, llegaron a La Mata los temidos “coches de la muerte” y unos milicianos forasteros detuvieron a ocho mateños de ideología conservadora, entre ellos se encontraban los hermanos Federico y Pedro Muñoz Illescas, Eduardo Juárez y Julián Peinado, que fueron conducidos a la Dirección General de Seguridad de Madrid. Hasta la capital les acompaño el maestro para brindarles protección y evitar una previsible desgracia. Pero, una vez en la capital, su liberación fue inmediata. Para su excarcelación sólo exigían un informe favorable del Ayuntamiento y del Comité, aunque Julián Peinado Illescas pasaría a la prisión de Poirlier, y después fusilado junto a Julián Peinado, los hermanos Mariano y Daniel Muñoz, Santiago Vázquez Ariz y Julián Muñoz.

 

 (1) Archivo General e Histórico de Defensa, sumario 13.093 seguido contra Eladio Peinado Muñoz, condenado a muerte en sentencia dictada en Toledo el 25 de octubre de 1939, así como contra Mariano Valdivieso Rodríguez y otros. El alcalde Vicente Ruiz Bolonio dimitió como alcalde, pero tras estallar la guerra volvió a ocupar el cargo.

(2) Archivo Militar e Histórico de Defensa, causa 367, legajo 672, signatura 472, seguida contra Félix Lorente Reviriego. En esta localidad, el matrimonio estaba más seguro porque la esposa era una persona muy querida en su pueblo natal, La Mata, y pertenecía a una de las familias más acomodadas de la villa; y el esposo mantenía muy buena relación con la izquierda mateña.

El maestro estaba en lo cierto de elegir La Mata, como pueblo más tranquilo, porque así evitó vivir en Arcicóllar los crímenes del 25 de agosto de 1936.

(3) Archivo Militar e Histórico de Defensa, causa 367, legajo 672, signatura 472, seguido contra el maestro Félix Lorente Reviriego. El Consejo de Guerra celebrado el 16 de marzo de 1937 en el salón de actos del Ayuntamiento de Toledo, actuaba como presidente el coronel de la Academia de Infantería, Antonio Valencia Somalo; y como vocales, los capitanes, José González García, Cándido Lugo Rincón, Roberto González Estéfani, Eduardo Martínez Medrano y Rodrigo Arellano Requena, así como el teniente Rafael Milán del Boshs. La única acusación que recogía la sentencia que le condenó a muerte era  que “el procesado inculcó a sus alumnos de la escuela de Arcicóllar ideas disolventes, negando la existencia de Dios y haciéndoles saludar con el puño en alto; y con posterioridad estuvo en contacto con los Comités Rojos de La Mata y Arcicóllar, siendo de éste último secretario del mismo”. En dicha resolución no se hacía ninguna referencia a un informe, unido a la causa, emitido por el Ayuntamiento franquista de Las Mata, firmado por su alcalde, Federico Vázquez, en fecha 22 de enero de 1937. En éste documento se decía expresamente que: 1º.- Aunque si bien el acusado simpatizaba con los rojos, les amonestaba y se oponía a todos los acuerdos revolucionarios que no estuvieran ajustados a la razón. 2º.- No consta que formara parte de ningún Comité del Frente Popular de La Mata; y si subió al Ayuntamiento unos ochos días fue por orden del Gobierno rojo. 3º.- Se le tenía buen concepto. 4º.- Desconocemos su ideología política y que militara en partido alguno. La familia de su esposa es francamente de derechas. 5º.- Que los ocho patronos que fueron detenidos y llevados a Madrid, emparentados con sus esposa, a los que profesaba un gran cariño, le rogaron que les acompañar hasta la capital para evitar ser fusilados. Le acompañó, a pesar de que su suegro, Félix Lorente de Madrid, se encontraba en trance de muerte.

A las 5 de la mañana del día 11 de mayo de 1937, el maestro de Arcicóllar fue pasado por las armas en las tapias del cementerio de Toledo. Era natural de  Alcañizo (Toledo), y con 33 años llegó a la localidad para hacerse cargo de la escuela en 1933.

(4) Archivo Militar e Histórico de Defensa, causa 363, legajo 672, seguida con el alcalde Vicente Ruiz Bolonio. En la sentencia dictada en Toledo el 25 de octubre de 1939, le condenaba “solo” a 30 años de reclusión mayor porque no estuvo implicado en el asesinato del cura de Carriches. En dicha resolución también se alude al asesinato del patrono agrícola local, Félix Fernández Coronas, ocurrida el 9 de julio de 1936.

 

 

 

 

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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