Guerrillero de Santa Olalla en la sierra cordobesa

Santa Olalla.

            Eugenio Collado Rodríguez,  el Capitán Corruco, fue un guerrillero de Santa Olalla que actuó fuera de los Montes de Toledo. Huyó de su localidad natal tras asesinar a un convecino, Juan Sánchez, de profesión panadero. Abandonó el pueblo con su familia escapando hacía Madrid ante el avance de las tropas del general Yagüe. Aquí se alistó en el bando republicano y participó activamente en la contienda como conductor de blindados.

Su padre, Hilario Collado, como otros muchos santaolalleros republicanos, retrocedió andando hasta Madrid, ante el temor de los aguerridos “moros” que llegaban por la carretera de Talavera cometiendo barbaridades. En Illescas se encontró con su paisano Vicente González  y le transmitió su preocupación por el peligro que corría su vida por el hecho de ser el padre del autor de aquella muerte.

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Así narraba aquel suceso Vicente González en su libro autobiográfico, Memorias de un cabo:

En la fiesta de Carnaval de mi pueblo, Santa Olalla, Eugenio Collado llegó a las manos con Teodoro, el hijo mayor de Juan Sánchez, el panadero. El día 20 de agosto de 1936, fue  a buscarle a su domicilio de  Talavera, pero no le encontró. A la vuelta fue en busca de su padre, es decir, de Juan Sánchez. Éste se encontraba en la era próxima la carretera de Extremadura, dentro del pueblo, realizando tus tareas agrícolas. Armado de una escopeta y sin mediar palabra le hizo varios disparos a quemarropa.

En el sumario incoado por los tribunales militares contra Hilario, no se le juzgó por la muerte de Juan Sánchez el Panadero, sino por la hipotética inducción o cooperación con su hijo Eugenio en el asesinato del panadero. Hilario reconoció en su declaración sumarial que él nada tuvo que ver en la muerte citada, y que su hijo, al ser ya mayor de edad, debía asumir solo su responsabilidad. Pero el fiscal, insistía en que el padre indujo al hijo; circunstancia esta negada por el abogado defensor. El fallo de la sentencia le condenó por autor por inducción al asesinato con una serie de agravantes por perversidad del acusado. A las 4,30 horas de la madrugada del día 24 de julio de 1939 era fusilado, mientras su hijo Eugenio seguía en busca y captura. La esposa de éste, Josefa Garrido, fue maltratada en la cárcel provisional de  Santa Olalla, falleciendo poco después, según la versión de Victoriano Collado, hermano de Eugenio.

Acabada la contienda civil, Eugenio Collado marchó al puerto de Alicante con intención de embarcarse hacía el extranjero, pero solo pudieron partir un pocos barcos. Como Franco les prohibió la salida, se marchó a la serranía cordobesa, próxima a Hinojosa del Duque y Belalcázar. Los primeros compañeros del Corruco fueron dos huidos de Badajoz: Fernando Maraña Falcón el Joven y Eusebio Liborio Lombardía Lavija, ambos anarquistas. También les acompañaba Dionisio Castellano García Palomo. Éste último fue apresado en 1948 en Malagón, y aunque acabó al servicio de la Guardia Civil, previamente se le abrió un procedimiento sumarísimo (nº 1.784/48), en el que hace alguna declaración en relación con la partida del Corruco.

           Eugenio Collado, el Capitán Corruco, era el jefe de su partida en 1940-41, a la que también pertenecía el Veneno de Santa Eufemia y Manco de Agudo. A finales de 1941 se les unió el grupo de Lazarete, y ambos estuvieron juntos en la sierra Perdiguera (límite entre Ciudad Real y Córdoba), desde septiembre de 1941 hasta verano de 1942. Cuando los de Lazarete  se encontraron con los del Corruco  se sorprendieron del nivel de preparación y buen armamento de éstos últimos. Tras el encuentro, la partida del toledano acababa de regresar de la sierra de Cáceres, en la que llevaban unos meses escapando del gran acoso militar lanzado en la sierra de Córdoba.

El acontecimiento más importante de la guerrilla cordobesa en ese año 1942, fue sin duda, la muerte del Corruco. Ocurrió en el cerro Coscojo, del término Los Blázquez, el día 11 de mayo de 1942. El de Santa Olalla, junto con una decena de sus hombres, decidió hacer un recorrido desde la sierra Perdiguera hasta el río Zújar. Aquí, quien hacía guardia, Luisito el Rubio, observó a lo lejos un pastor con su ganado. Nada sospechó de él, incluso pensó que no les había descubierto. Pero no fue así, ya que a las pocas horas llegó la Guardia Civil de Los Blázquez, que solo contaba con cuatro números. Cuando se quisieron dar cuenta los maquis ya estaban bajo el punto de mira de sus armas. Tres guardias civiles murieron en el tiroteo( Antonio Maldonado, Francisco Garafano y Manuel León), pero previamente habían matado a seis huidos, entre ellos su jefe.

El día 8 de marzo de 1947, cinco años después de la muerte de El Corruco  la guerrilla  consumó una jurada venganza, largo tiempo demorada: la muerte del pastor que delató al de Santa Olalla. El pastor, Manuel Villaseca murió ahorcado en una encina.

 

 

 

 

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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