Guerra Civil en la comarca de Torrijos

Guerra Civil en la comarca de Torrijos.

El discurso en las Cortes de Calvo Sotelo, de 15 de abril de 1936, pintaba un panorama apocalíptico, a nivel nacional, pero que no reflejaba la realidad de lo ocurrido en la comarca de Torrijos. Incluso el diputado tergiversó la verdad de los hechos ocurridos en la localidad de Escalona, el 8 de marzo de 1936, donde cuatro jornaleros cayeron abatidos por la Guardia Civil en una manifestación campesina.

Es cierto que hubo una oleada de protestas (muchas violentas), en la “primavera trágica de 1936”, pero sin registrar muerte alguna; salvo la citada de Escalona. La actividad huelguística en esos meses aumentó notablemente y el sindicato UGT-FETT se radicalizó paralelamente a su líder Largo Caballero, que ya se había convertido en la figura indiscutible del PSOE. Pero enfrente tenían al pistolerismo de ultraderecha, como en la localidad de Torrijos. En otras, como Domingo Pérez, ocurrió a la inversa. Aquí el jefe de Falange, Juan Garrido y Besa Olmedo, estaban en minoría frente a los jóvenes socialistas locales (estos les triplicaban en número de militantes) que infringieron una gran paliza a sus adversarios. Meses después, una vez iniciada la contienda, serían asesinados en condiciones muy trágicas.

Tampoco existió avalancha de incendios en iglesias, ni asesinatos de curas y patronos antes del 18 de julio. Si bien muchos de ellos fueron obligados a abandonar sus parroquias antes de estallar la guerra, como fue el caso del párroco Liberio González en Torrijos.

Nuestra investigación no pretende minimizar la trascendencia de lo acontecido en nuestra zona de investigación, a partir de la victoria del Frente Popular y sus expectativas de cambio. Simplemente lo hemos evaluado para que cada lector obtenga su propia conclusión.

Solo un incidente se saldó con muertos, además del ya aludido de Escalona. Acaeció en Huecas el 14 de abril de 1936, donde un derechista fue apuñalado en una reyerta política en la plaza, cuando se conmemoraba el V aniversario de la proclamación de la República. Por lo demás, simples escaramuzas callejeras y aplicación de la llamada “ley de goma”, así como todo tipo de coacciones y amenazas a los vecinos de signo político contrario.

Por todo ello, si extrapolamos lo acontecido en la comarca de Torrijos al resto de España, cada cual debe llegar a la conclusión de si dichos sucesos fueron tan graves como para desencadenar una guerra y  cambiar el destino de la Historia de España. Sin embargo, aunque es ajeno a nuestro estudio, el golpe no solo fue motivado por cuestiones internas que solo incumbían a los españoles, sino que contó con la connivencia de potencias extranjeras.

Hemos percibido que una parte significativa de la izquierda y derecha local no aceptó la democracia como modo de organización política en los años treinta. A medida que fue avanzando el periodo republicano, la opción escogida por la mayor parte de los grupos  fue la radicalización. Así, lo hemos percibido especialmente en pueblos como Torrijos, Fuensalida o Novés. Los llamamientos de José Antonio Primo de Rivera y Largo Caballero a sus jóvenes militantes influyó decisivamente en ello.

Sin embargo, a partir del golpe de Estado de 18 de julio de 1936 y la posterior revolución, cada localidad adoptó una actitud diferente con respecto a los sublevados. En los pueblos de la comarca de Torrijos no se apoyó a la rebelión, a excepción de La Torre de Esteban de Hambrán. Si bien, hubo leves conatos en El Casar y Val de Santo Domingo, por parte de militares en periodo de vacaciones en su villa natal.

Por regla general los Ayuntamientos quedaron relegados a un segundo plano, permaneciendo gran parte del poder en manos de los Comités, en su mayoría formados por jóvenes radicales de partidos de izquierdas. Gran parte de estos exaltados miembros  serian condenados a muerte por los tribunales franquistas. Incluso aquellos ignorantes vecinos que se resignaron a recibir órdenes de sus dirigentes también serían pasados por las armas.

Los últimos alcaldes frentepopulistas también fueron juzgados por los tribunales militares al acabar la guerra y todos ellos sufrieron alguna condena, salvo el de Albarreal de Tajo que fue absuelto en 1937. Sin embargo, muchos de ellos murieron en un pelotón de fusilamiento: Torrijos, Val de Santo Domingo, Escalonilla, Rielves, Fuensalida, Gerindote, La Torre y Nombela. El de esta última localidad fue el primero en perder la vida, fue conducido desde Nombela a Escalona, en octubre de 1936, para ser asesinado sin juicio previo. Algunos, como los de La Puebla de Montalbán, Arcicollar o Carmena, salvaron su vida porque se marcharon al extranjero. Y otros, sufrieron solo años de prisión, como los primeros ediles de Almorox, Burujón y Carpio.

La llamada represión franquista fue más prolongada en el tiempo y mejor planificada que la frentepopulista, que sólo duró los meses de verano del inicio de la guerra civil. Las sentencias dictadas por los tribunales militares en los primeros meses de la contienda fueron más crueles que las decretadas a la finalización de la misma. Sin lugar a dudas, el alcalde de Arcicollar hubiera sido ejecutado en los años posteriores al término del conflicto de no haber huido a Argel. Aunque volvió voluntariamente a España en 1960 para ser juzgado, pudo evitar la pena capital sin ningún apoyo de poderes mediáticos.

Por contra, quien sí recibió avales e informes favorables de la Iglesia y Falange fue el alcalde de Torrijos, además de multitud de testigos que declararon a su favor. Sin embargo, la presión popular adiestrada por los  denunciantes consiguió su muerte en 1944. A lo largo de este extenso consejo de guerra se pueden constatar la depravación y deshumanización de estos siniestros órganos que condenaron a muerte a una persona, a sabiendas de que era inocente.

La vida cotidiana se vio convulsionada por los avatares de la guerra. Pero si en otras partes de España la contienda cerro los últimos frentes de batalla en marzo de 1939, en la comarca de Torrijos ya se conocían las claves del “Nuevo Estado” desde otoño de 1936. Para salir de cualquier localidad era necesario dotarse del correspondiente salvoconducto que proporcionaban las autoridades civiles y militares. El más estado de las carreteras y la voladura de algunos puentes hacían los viajes interminables, siendo más rápido viajar en caballería utilizando caminos rurales u otros atajos.

Mientras en cada localidad la represión continuaba de manera silenciosa, y los falangistas canarios soterraban a sus muertos en las cunetas, se fue organizando la vida política y social a través de los Ayuntamientos. Se nombraron los alcaldes relacionados en la lista anexa al final del libro y la archidiócesis toledana estuvo en manos del catalán Isidro Gomá. Este religioso había considerado a Franco como “digno instrumento” del golpe militar. Sin embargo, escribió una pastoral que fue censurada por decir: “La paz no será duradera si cada español no abrimos nuestros brazos al resto de hermanos. Los rencores entre ciudadanos son el mayor corrosivo del patriotismo”.

El desabastecimiento de alimentos y servicios era tan grave que se intentó minimizarlo. Las familias recurrían al autoconsumo de productos agrarios y ganaderos sin transformar. El hambre era la mayor preocupación, mientras en Toledo aparecieron dos nuevos diarios: Imperio y El Alcázar. Aunque este último comenzó a editarse en la fortaleza, cuyas ruinas se aprovecharon como épico escenario para ensalzar los valores del 18 de julio.

En noviembre de 1936, las autoridades franquistas decidieron que todos los billetes puestos en circulación ante del 18 de julio de ese año, necesitaban una estampilla para poder utilizarse. Los particulares debían dirigirse a la sucursal del Banco de España para sellar allí su dinero. Sin embargo, la picaresca en la falsificación obligó a la publicación de bandos para atajar la problemática surgida.

Ante el índice de analfabetismo, la radio era el mejor medio de comunicación al poder ser escuchada por los que no sabían leer. En todos los lugares públicos  era obligatoria la retrasmisión del “parte oficial de guerra”, no pudiendo desconectar hasta que sonase el himno nacional. A través de Radio Toledo, el 2 de octubre de 1936, el gobernador alertaba a la población de que la “emisora marxista la Unión Radio de Madrid retransmitía la noticia falsa de que el ejército republicano se había adentrado hasta muy cerca de la capital”.

Había escaramuzas frecuentes y gran trasiego de espías y guerrilleros a ambas orillas del río Tajo. En la comarca de Torrijos los pocos conatos de guerra se vivían en forma de guerrillas. La línea de ferrocarril  sufrió continuos actos de sabotaje por parte de comandos republicanos que se infiltraban en territorio enemigo para colocar bombas. Como los comandos estaban formados por vecinos de la zona, al finalizar la contienda fueron condenados injustamente a muerte por los tribunales militares por hechos cometidos en tiempo de guerra.

 

 

 

 

 

 

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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