Escalona en la Segunda República y Guerra Civil

ESCALONA

 Segunda República

            Con el colapso de la Monarquía y la proclamación de la Segunda República en 1931, todo el mundo comprendió que ésta era una oportunidad única para transformar España. Manuel Azaña  actuó como jefe del Gobierno desde 1931 a septiembre de 1933 y una de las primeras labores llevadas a cabo fue crear una constitución. Ésta Carta Magna definía al Estado como una República democrática de trabajadores de toda clase  y reconoció el voto para las mujeres, el divorcio y el matrimonio civil.

En esta población, desde cuyo esplendoroso castillo se divisa el río Alberche, durante el primer periodo de la Segunda República, los periódicos El Castellano, Informaciones y El Heraldo de Toledano se hicieron eco de las divergencias surgidas  entre el líder de la derecha local, Felipe Sánchez Cabezudo, y el médico, Alejandro Rodríguez del Val; aunque este no tenía una ideología política definida. Sin embargo, el citado terrateniente siempre conservó su mismo ideario político y sería el líder provincial del Partido Agrario.

Este facultativo rural era un viejo monárquico que también había ejercido como primer edil de Escalona en los últimos años de la Dictadura de Primo de Rivera. Pero con la llegada de la República, como tantos otros, estos veteranos políticos adaptaron su ideología al nuevo régimen. El doctor Rodríguez del Val tuvo que afiliarse a U.G.T. para poder defender mejor sus intereses. Temía perder de la propiedad de su extensa finca embargada por el Ayuntamiento para responder de la deuda que contrajo cuando ejerció el cargo de primer edil. (1)

Retrocediendo en el tiempo años atrás, el 18 de abril de 1928, ambos políticos, Sánchez Cabezudo y Rodríguez del Val, recibieron bajo palio al polémico cardenal Segura, arzobispo de Toledo, con ocasión de su viaje a Escalona para celebrar la entronización del Sagrado Corazón de Jesús. Como se disputaban el poder municipal desde entonces, se odiaban mutuamente. Por eso, tras la proclamación de la Segunda República el líder agrario se empeñó en seguir detentando el poder municipal e iniciar acciones judiciales contra el galeno por su gestión anterior al frente del Ayuntamiento. (2)

Pero sería Bibiano Díaz el primer alcalde republicano de la villa, en el año 1931, aunque dirigido por Sánchez Cabezudo. Este prefirió que fuera el guarda de sus fincas, y no él, quien estuviera al frente de la Corporación. El líder agrario estimó que con éste testaferro se defendían mejor los intereses del Ayuntamiento. Sin embargo, no le fue fácil. Porque como en tantos pueblos de España, los viejos monárquicos pretendían hacer valer el artículo 29 de la ley electoral, para que no hubiese oposición y fuera elegida su candidatura única. (3)

Por estas razones, el gobernador recomendó a los trabajadores de la Sociedad Obrera que comparecieran en el Ayuntamiento para hacer valer sus pretensiones de presentar candidatura para los próximos comicios a celebrar el 31 de mayo. Ocurría que el Ministro de la Gobernación había ordenado repetir elecciones en la mayoría de las poblaciones. Por ello, el presidente de la Casa del Pueblo, Domingo Lafuente Hernández, se personó en la Corporación para formular las  pretensiones de la candidatura republicano-socialista.  Pero sus líderes, eran aún inexpertos. Ignoraban los entresijos de la política municipal, porque durante la anterior etapa absolutista no tuvieron oportunidad de acceder a tareas municipales. (4)

Tras la celebración de las nuevas elecciones del 31 de mayo, ya sí fue elegido Bibiano de manera ajustada a derecho. Pero la candidatura socialista también situó a Lafuente y otros dos compañeros más, Cándido Jiménez y Justino García Hernández, entre los concejales que conformaban la oposición.

La primera actuación de estos novatos políticos de izquierdas fue atender la petición de un gran número de vecinos, interesados en aclarar las cuentas oscuras de los anteriores alcaldes, Felipe Sánchez Cabezudo y Alejandro Rodríguez del Val, ahora ya de ideologías contrapuestas.

Las fricciones entre ambos mandatarios llegaron a la prensa provincial y se prolongaron a lo largo de todo el periodo republicano. Pero ahora sería el periódico socialista El Heraldo Toledano, quien publicaba una carta del secretario de la Sociedad Obrera que decía así:

 

“Es tanto lo que venimos sufriendo la clase trabajadora de Escalona contra los caciques que manejan el cotarro municipal, que precisaríamos estar escribiendo todo el año para expresar tantas injusticias como cometen estos señores de escopeta y perro.

Padecemos un alcalde, Bibiano Álvarez, que hace todo el mal que puede a la Sociedad Obrera, a pesar de ser asalariado del mayor cacique de la localidad, Felipe Sánchez Cabezudo. Pero como también tenemos un médico, que a veces se pone de parte de los socialistas, el alcalde aconseja a los obreros que se den de baja en la iguala médica.

Todos los abusos que estos cavernícolas practican, van en contra de la República y de los sufridos obreros que estamos demostrando, capacidad, cordura y paciencia. Ante los embustes de los que se cobijan en su gorro frigio, queremos evitar que algún día a nuestro pueblo le caiga un borrón o unas escena desagradable impropia de las sociedades cultas”. (5)

Al médico se le acusaba de malversar y apropiarse de fondos públicos en su etapa de alcalde,  y aunque los tribunales siempre dieron la razón al Ayuntamiento, decía ser víctima de una persecución política orquestada por Sánchez Cabezudo.

Como Rodríguez del Val no tendría apoyo municipal hasta la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936, los años anteriores se enfrentaba a Sánchez Cabezudo a través del único medio de que disponía, la prensa provincial. Por esta falta de apoyo municipal, defendía los intereses de la izquierda a través de los artículos publicados en el periódico Informaciones, del que se hizo corresponsal con dicha finalidad.

 

“La policía practicó registros en el Convento de las monjas franciscanas y en la finca Villarta donde se encontraba el señor Taramona. Esta colonia es propiedad del primo carnal de Calvo Sotelo, Luis de Grondona, donde el ex infante don Jaime de Borbón celebró sus últimas cacerías y juergas. Los referidos registros parecen haber sido muy fructíferos, pues la Policía y Guardia civil mandaron descerrajar algunas puertas por encontrase el dueño ausente. Hasta ahora no existe ningún detenido” (6)

 

La réplica a la citada noticia no se hizo esperar. Así, Sánchez Cabezudo y su alcalde, que firmaron el artículo, contestaron a su enemigo político a través de la siguiente nota de prensa:

 

“El corresponsal ha faltado a la verdad al pretender acusarnos de cosas que no han existido, pues hasta hora no se ha efectuado ningún tipo de registro. El autor de la información, el señor Rodríguez, hoy es delegado del partido socialista en Escalona aunque fue monárquico hasta el advenimiento de la República. También ejerció como alcalde de R.O. en tiempo del gobierno Berenguer y jefe del Somatén en la localidad. Rindió pleitesía y vasallaje al ex infante don Jaime de Borbón  cuando estuvo en la cacería y juerga a que alude. A pesar de que ahora pasa por laico y masón, cuando el cardenal Segura vino a Escalona a entronizar el Sagrado Corazón de Jesús, el señor Rodríguez del Val le acompañó llevando una de las varas del palio. Este es el médico de los obreros al que abonan diez céntimos diarios por su servicio”. (7)

Durante la mayor parte del periodo republicano, los conflictos entre gobierno municipal y oposición no iban más allá de los insultos verbales o de las acusaciones en prensa, así como denuncias en juzgados.

En Escalona la mayoría de la población vivía del campo. La escasa industria estaba exclusivamente representada por una gran fábrica de harinas, denominada “La Blanca”, propiedad de Ángel Sánchez Cabezudo. Existía además una espléndida bodega de vinos regentada por Longinos Montero Diaz. Estos dos escaloneros, junto con Luís Grondona, propietario de la finca Villarta y emparentado con el diputado Calvo Sotelo, eran los mayores hacendados de la villa.

En aquel verano de 1931, la pésima cosecha de cereales agravó más el problema, incidiendo en los propietarios y en los segadores. La sequía redujo a la mitad la recolección de trigo y la siega duró tan sólo unos días. Los patronos se quejaban, y el periódico católico El Castellano escribía en su editorial: “Es indiscutible que la vida del jornalero del campo es precaria y que urge mejorarla a través de una reforma agraria. Pero no es menos cierto que cuando precipitadamente se reparta la tierra en insignificantes porciones se agravará el problema”. (8)

La crisis angustiaba a los Ayuntamientos que se veían desbordados por las quejas de sus vecinos que pedían pan y trabajo. A los pocos días de ser implantada la Segunda República se promulgó el decreto de Términos Municipales y semanas después el de Arrendamientos Colectivos. El ministro de Trabajo, Largo Caballero, intentó atajar el problema del campo con la Reforma Agraria.

Para explicar toda esta serie de nuevas normas que tanto afectaban a los jornaleros, el diputado socialista Domingo Alonso organizó una charla en la sede la Sociedad Obrera de Escalona, que su periódico narraba así:

 

“Se celebró un mitin en el salón de actos de las Juventudes Socialista, a cargo de la compañera vasca, Consuelo Herráez, de viaje de estudios por la provincia de Toledo. Desarrolló el tema de procedimientos que la clase trabajadora debe adoptar ante las nuevas leyes agrarias promulgadas por el compañero Largo Cabalero. Exhortó a los asistentes la necesidad de que los trabajadores estén unidos para hacer cumplir las citadas normas a la agonizante clase ex noble y burguesa. De esta falta de unión, prospera el elemento caciquil tan abundante en los pueblos.

Termino el acto, con mucho orden, dando un viva a la República, a Pablo Iglesias, al PSOE y ala U.G.T.” (9)

Las elecciones generales de noviembre de 1933 y la revolución de 1934.

              Con Reforma Agraria o sin ella, el campo español era un vivero inagotable de malas noticias para el Gobierno. La peor de todas fue la que a mediados de enero de 1933 llegó del pueblo gaditano de Casas Viejas. La policía no tuvo piedad con los sublevados y más de una veintena de presos fueron ejecutados. Una casa defendida por anarquistas fue incendiada con todos sus ocupantes dentro. Habían intentado proclamar en el pueblo el comunismo libertario dirigidos por un anciano apodado “Seisdedos”. Por esta y otras razones, la grave crisis desembocó en las elecciones generales de noviembre de 1933.

Los comicios fueron ganados por el centro derecha con holgada mayoría.  En la provincia de Toledo, el partido de Sánchez Cabezudo se presentó unido a la candidatura de Acción Popular y duplicó en votos a los socialistas. En la comarca de Torrijos, el PSOE solo ganó en una decena de pueblos, en los que no estaba incluido Escalona, siendo de destacar su aplastante mayoría en Gerindote y Caleras. La derecha toledana, después de un periodo de gran confusión en el primer bienio republicano, retomó la iniciativa ideológica con la creación de un verdadero partido de masas: Acción Popular Agraria de Toledo (APATO). Un vecino de Torrijos, Julio Gómez Sandoval, fue elegido como diputado del Parlamento Nacional. (10)

Tras su victoria electoral, la derecha pasó a la ofensiva. Esto ocurría precisamente cuando el desempleo alcanzaba cotas máximas. En diciembre de 1933 había 619.000 parados en España, el 12 por ciento de la población activa. La salida del líder socialista Largo Caballero del Ministerio de Trabajo dejó a los trabajadores desprotegidos.

Según gran parte de la historiografía, a partir del verano de 1933 Largo Caballero radicaliza su política. Según sus propios compañeros socialistas, éste fue quien más importancia le dio al triunfo del nazismo en Alemania. Había sacado la lección alemana de que tras  una democracia burguesa que había servido de modelo a la Segunda República española, acabara en una dictadura fascista.

Tras las citadas elecciones generales, el gobernador se procedió a la destitución de los Ayuntamientos constituidos en la primavera de 1931. Pero en Escalona no ocurrió así porque ya gobernaba la derecha. Aquí, el alcalde Bibiano Díaz Sánchez, siempre fiel a su jefe y al Partido Agrario, vio reforzada su posición dominante en el Consistorio. Con presencia de la Guardia Civil se celebró un pleno para nombrar una nueva Corporación, manteniendo al frente de la misma al citado primer edil. Le hicieron compañía otros tres nuevos concejales de su misma ideología: Nicolás Corral Pavón, Joaquín Vázquez Ferrero y Demetrio Rodríguez Esteban. De esta manera, desapareció del gobierno local la minoritaria oposición socialista que hasta entonces existía. (11)

Coincidiendo con el mayor esplendor de la derecha española, en el año 1934, regresó del exilio José Calvo Sotelo, líder del partido Renovación Española. Tenía amistades y familiares en Toledo, de cuando fue funcionario de Hacienda en la capital. Su esposa, Enriqueta Grondona, era prima de Luís Grondona, dueño de la finca Villarta de Escalona, y en compañía de Arturo Taramona disfrutaban  juntos de largas jornadas cinegéticas.

De mismo modo, Falange Española de las JONS, aprovechó la situación de auge para darse a conocer en Toledo a través de un acto público celebrado en el cine Moderno. También participó Raimundo Fernández Cuesta y se nombró jefe provincial al cántabro José Sains Northnagell.

Por otra parte, en aquel año de 1934,  la izquierda estaba pasando por sus peores momentos. El miedo a las derechas actuó como elemento de unión en la cabeza bicéfala del PSOE, caballeristas y prietistas. Plantearon conjuntamente una respuesta firme ante la posible subida de la CEDA al poder. No obstante, el clima de radicalización general se fue catalizando únicamente  en torno a la figura de Largo Caballero, líder indiscutible del movimiento obrero revolucionario.

La huelga general campesina de junio de 1934, dirigida por el secretario general del sindicato agrario FETT, Orencio Labrador, y la posterior revolución de Octubre del mismo año, también tuvieron acogida en los libro de acta de Escalona, colaborando con 2.000 pesetas y un texto de repulsa contra “la insurrección Asturiana y nuestro total apoyo a las fuerzas del orden público que han doblegado al movimiento revolucionario surgido en Escalona y resto de la provincia”, se decía textualmente. Sin embargo, a pesar de este relato, no tenemos constancia de la incidencia que tuvo en Escalona el movimiento insurreccional. (12)

En la provincia de Toledo, existen pocos datos oficiales de la misma, máxime cuando el diario de mayor difusión trató de minimizarla. En efecto, El Castellano escribía que solo afectaba de manera general a una serie de pueblos, entre los que no estaba Escalona.

           El clima político era de máxima tensión. Muchos creían que el 1 de octubre, cuando se reabrieran las Cortes tras las vacaciones de verano, el líder de la CEDA exigiría entrar en el nuevo ejecutivo. Serían entonces el momento de la insurrección que ya se venía gestando desde hacía meses. Y así fue, al siguiente día 4 se anunciaba la formación de un gobierno presidido por Lerroux e integrado por siete ministros radicales, tres de la CEDA y otros cuatro de diversa significación derechista. “La suerte estaba echada”, dirá Caballero dos años después al escribir sus memorias. Ya estaba decidido con anterioridad declarar la huelga general si se producía el citado cambio de gobierno. (13)

Los hechos de Octubre tuvieron como principales escenarios Asturias y Cataluña. En realidad, lo sucedido en esta región fue que el gobierno catalán de Companys, aprovechando la reacción de la izquierda contra el nuevo gobierno, declaró unilateralmente la República Catalana dentro de la República Española. El gobierno de la Generalitat fue inmediatamente encarcelado y el Estatuto de Autonomía suspendido.

En Asturias, la lucha se prolongó por espacio de quince días. La acción decidida de numerosas columnas de obreros armados consiguió extender el movimiento por buena parte de la región. Pero el ejército de África desempeño un papel decisivo a cuyo mando estaba el general Franco. La Guardia Civil y el Ejército actuaron sin contemplaciones contra los mineros sublevados. Casi dos mil personas murieron en la revolución asturiana.

La huelga en toda la provincia de Toledo fue general y el comandante militar de Toledo, el coronel Moscardó, publicó bandos declarando el Estado de Guerra y la relación de penas que llevaban aparejadas los delitos de rebelión y sedición, así como los atentados y resistencia contra la autoridad.    Como las sociedades obreras y las casas del pueblo hicieron caso omiso a dichas advertencias, una gran parte de ellas fueron disueltas. Para ello fue necesario enviar un destacamento de tropa y a la Guardia Civil, para declarar el estado de guerra por varios pueblos de la provincia (Torrijos, Gerindote, Mora, Villa de Don Fadrique, y otros muchos).

No se produjeron víctimas mortales en la provincia, ni durante las acciones revolucionarias ni en la represión posterior del general Moscardó. Las consecuencias fueron desastrosas para socialistas y demás fuerzas de la oposición. La mayoría de los líderes de la izquierda toledana fueron detenidos preventivamente; entre ellos: Domingo Alonso, Virgilio Carretero, Manuel Aguillaume, Santiago Muñoz, Orencio Labrador y Ángel Lara. (14)

 

Elecciones generales de febrero de 1936.

           

           Después de las derrotas del movimiento obrero en 1934, la represión trajo consigo una apariencia de calma social, aunque la violencia no estaba muy lejos de la superficie. En una gran parte de los pueblos de la comarca, las Casas del Pueblo seguían cerradas dieciséis meses después de la revolución de Octubre.

La campaña electoral giró en torno al anticomunismo, para las derechas, y el antifascismo para las izquierdas. El escalonero Felipe Sanchez Cabezudo Salanova era el líder provincial del Partido Agrario y concurrió a las elecciones. Ya había contraído matrimonio con Mercedes Gudín, de cuya unión no tuvo descendencia alguna, pero pronto se truncaría su relación.

En Escalona, el Partido Agrario de Felipe Sánchez Cabezudo celebró un acto electoral que el periódico El Castellano narraba así:

 

“Con nutrida representación de todos los pueblos de la comarca se ha celebrado un mitin en Escalona organizado por el Partido Agrario que lidera en la provincia el vecino de este pueblo, señor Sanchez Cabezudo. Tomaron parte los señores Alonso, vicepresidentes de las juventudes de Madrid, así como el jefe nacional, Martínez de Velasco. El líder local acabó realizando un resumen de los discursos anteriores y abogó por la unión de las derechas  como único medio para que no se frustren los espléndidos resultados obtenidos en las elecciones de noviembre de 1933”. (15)

 

Por su parte, la candidatura izquierdista del Frente Popular  tenía serios problemas para dar mítines en pueblos pequeños como Escalona. Y cuando esto era posible, su contenido estaba censurado y no se podían hacer referencia a los sucesos de Octubre. Así ocurrió en Novés, donde el cacique local hizo todo lo posible por reventar actos electorales. Otras veces, la Guardia Civil cooperaba con los derechistas locales para entorpecer los preparativos electorales de socialista y republicanos. Según testimonio de Eusebio Jiménez Martín, que trabajaba para otro terrateniente, Longinos Montero, amigo íntimo de Felipe Sánchez Cabezudo, éste desplegó a todos sus empleados y a la Guardia Civil para impedir que se difundiera cualquier propaganda de izquierdas, y tratar de evitar que sus votantes llegaran a las urnas. (16)

En sus memorias, el entonces socialista, el diputado Sixto Agudo, natural de Torrijos cuenta su experiencia en la citada campaña:

Fuimos a dar un mitin a Mascaraque, Paco Galán y yo. Cuando llegamos a la plaza del pueblo, nos estaban esperando el teniente de la Guardia civil para decirnos que el acto había sido suspendido por la autoridad. Pero mi compañero sacó su carnet de capitán de la Guardia civil y le obligó a cuadrarse. Pero, en Polán fue mucho peor. El mismo día de las elecciones visité las mesas de esta localidad y me encontré el local cerrado mientras se celebraba el escrutinio. Después de repetidas llamadas a la puerta, apareció el teniente de la Guardia civil y me detuvo. En los calabozos me encontré con el alcalde que era miembro del PCE. (17)

La minoría parlamentaria socialista acordó apoyar la impugnación de las actas electorales de la provincia de  Toledo. La iniciativa se frustró, sin embargo, en la Comisión de Actas del Parlamento, porque su presidente, Indalecio Prieto, impuso su criterio de renunciar a la mayoría de las impugnaciones, que luego no se llevaron a cabo. No era necesario, ya que, el Frente Popular había triunfado ampliamente a nivel nacional.

           El día 20 de febrero, en el salón de actos de la Audiencia Provincial de Toledo, se constituyó la Junta provincial del Censo Electoral, presidida por el máximo responsable judicial de la provincia. Se dio lectura a todas las impugnaciones de las elecciones, en presencia de todos los candidatos que replicaban las acusaciones. A continuación pasamos a transcribir literalmente la de Escalona:

 

“Por el candidato Sr. Labrador se indica que los obreros Teófilo Sáez y Juan Rodríguez fueron despedidos por negarse a votar a las derechas. También se dice que se dio limosna a los pobres de Beneficencia, amenazándoles con quitársela de no votar a las derechas. Esta coacción la hicieron en presencia de Teófilo Rosado y otros más en el Cuartel de la Guardia civil. El candidato Sr. Sánchez Cabezudo niega las manifestaciones anteriores, y el Sr. Labrador agrega que a Domingo Sánchez Muñiz le puso la pistola al pecho el Teniente de la Guardia Civil por pretender evitar coacciones de las derechas”. (18)

 

Una de las candidaturas más votadas en la provincia, con 127.634 votos, fue la de Sánchez Cabezudo, siendo elegido diputado. Sin embargo, José Antonio Primo de Rivera solo obtuvo 1.479 sufragios, por lo que quedó fuera del parlamento.

La victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 evitó que Rodríguez del Val liquidara la deuda de 8.962 pesetas a la que ya había sido condenado judicialmente. Ahora, el acreedor de la misma continuaba siendo el Ayuntamiento, pero con otro alcalde al frente. Como el grupo de Sánchez Cabezudo se vio obligado a abandonar el Consistorio, para dar paso al socialista Domingo Bullido, este sería quien aceptó que el pago del débito se realizara de forma aplazada, mediante deducciones mensuales del sueldo de médico. Este trato de favor no fue sino una recompensa a los servicios prestados, como corresponsal de prensa, del condenado al pago.

La victoria de la Candidatura Antirrevolucionaria en la provincia de Toledo fue incontestable, obtuvo el 60% de los votos expresados. En la comarca de Torrijos, tan sólo en Gerindote, Santa Olalla, Santa Cruz, Barcience, Los Cerralbos, Mesegar y Noves, ganó la agrupación izquierdista del Frente Popular.

Tras los citados comicios, la destitución de los anteriores mandatarios municipales no se hizo esperar y el 4 de marzo de 1936 es nombrado alcalde de Escalona al socialista Domingo Sánchez Bullido, acompañado por Leandro Blanco y Fulgencio Fernández Gaytán, entre otros. Resultaba paradójico que el pueblo hubiera votado masivamente a la derecha en las elecciones generales del mes anterior, y ahora fuera gobernado por la izquierda. (19)

Aunque durante la República se celebraron tres elecciones generales, en junio de 1931, noviembre de 1933 y febrero de 1936, las fuerzas políticas no fueron capaces de realizar unos comicios municipales independientes del gobierno de turno, como se debía haber hecho. De modo que cada vez que cambiaba el Gobierno central (y lo hizo en 1933 y en 1936 con signos opuestos), cambiaban los concejales del Ayuntamiento.

Esta primera Corporación frentepopulista acordó en pleno el traslado de la espléndida Cruz de granito que adornaba la plaza “porque restaba belleza a la misma y no se puede edificar el templete para la música”, decía textualmente el acuerdo. Además, los regidores se justificaban diciendo que las obras se realizaban “para dar trabajo a los jornaleros en paro”. Sin embargo, según relato del nonagenario Eusebio Jiménez Martín, es posible que el motivo de la mudanza fuera estrictamente anticlerical:

 

“Trabajé durante muchos años para Longinos Montero, y este siempre maldecía  a los socialistas por quitar la cruz de la plaza. Repetía muchas veces que era una venganza contra el antirrepublicano cardenal Segura que la inauguró en 1928 y grabó su nombre en una placa forjada”. (20)

Pero la tensión social crecía. A la camarilla de Sánchez Cabezudo, a pesar del claro triunfo electoral en la provincia de Toledo, le costaba encajar la derrota en el ámbito nacional y el consecuente cambio de mando corporativo que durante toda la etapa republicana habían detentado en Escalona. Por su parte, los jornaleros del campo exigían el inmediato cumplimiento de las promesas electorales del Frente Popular para poder alimentar a sus familias. Pero enfrente tenían al líder provincial del Partido Agrario que concurrió a las elecciones generales de febrero del 1936, con 33 años de edad, siendo elegido diputado a través de una de las candidaturas más votadas en Toledo, con 127.634 sufragios.

El primer conato de violencia política en Toledo se produjo unas jornadas después de las elecciones. El día 20 de febrero de 1936 se asaltó la sede provincial de la Falange en la plaza de Zocodover. Al día siguiente, replicaron los falangistas lanzando una bomba de fabricación casera contra la Casa del Pueblo. Aunque en ninguno de los dos incidentes hubo víctimas, el gobernador ordenó clausurar la sede de Falange.  Días antes publicó un bando ordenando la retirada de todas las armas largas para que fueran depositadas en los cuarteles de la Guardia Civil de la provincia. La orden fue acatada con bastante rigurosidad ya que se recogieron más de 10.000 escopetas. (21)

En el parlamento de la nación, lo que destacaba generalmente eran las alocuciones acalorados de Calvo Sotelo, o de Gil Robles, mostrando al resto de la cámara el caos existente en el país tras la concesión de la amnistía y el restablecimiento de la Generalitat, así como el asentamiento de campesinos tras la reposición de la moribunda Reforma Agraria, que con igual ardor defendió Dolores Ibárruri. Pero en estos discursos parlamentarios, el líder derechista Calvo Sotelo amplificaba, cuando no falseaba en su propio interés, la información sobre el orden público, como ocurrió cuando con los sucesos de Escalona que luego se dirán. (22)

La actividad huelguística durante la primavera del 1936 aumentó notablemente y el sindicato UGT-FETT se radicalizó paralelamente a su líder Largo Caballero, que ya se había convertido en la figura indiscutible del PSOE. Pero enfrente tenían al pistolerismo de ultraderecha, que en Escalona giraba en torno al grupo de Sánchez Cabezudo. En otras localidades, como Domingo Pérez, ocurrió a la inversa.

No cabe duda de que la victoria del Frente Popular «autorizó» a los jornaleros a imponer su voluntad sobre los patronos en la más completa impunidad. Además, la FETT convocó movilizaciones campesinas  con el fin de urgir al Gobierno el cumplimento de la Reforma Agraria. Sin embargo, marzo de 1936 fue protagonista de  multitud de desfiles campesinos que llenaron de terror a las clases propietarias

En este contexto histórico llegaron los sucesos ocurridos en Escalona el 8 de marzo de 1936. Lo sucedido ese día, aún con la resaca electoral, trascendió a la esfera política nacional y al mismo Congreso de los Diputados. Cuatro jornaleros del campo (Gabriel Recio Bullido, Melchor Jiménez Palomo, Virgilio Blanco Ruiz y Filiberto Rodríguez Caro)  en una manifestación campesina, fueron abatidos a tiros por la Guardia Civil en un lugar próximo a la plaza de la villa. Hubo además 21 heridos, dos de ellos miembros de la Benemérita. (23)

Los hechos tuvieron tanta relevancia que el diputado Calvo Sotelo expuso su versión en el parlamento y presentó, erróneamente, las muertes  como un caso de legítima defensa.  Este político tenía mucha vinculación con dicha localidad, ya que el dueño de la finca Villarta, Luís de Grondona, era primo carnal suyo.

No hubiera sido difícil clarificar ahora, 84 años después, como ocurrieron aquellos hechos no sentenciados frente al “Bar Alberche”,  en la misma plaza de Escalona, propiedad del derechista Demetrio Rodríguez Esteban. Pero la investigación se complica porque algunas de las declaraciones judiciales prestadas en la posguerra por los acusados, debieron ser obtenidas bajo intimidación de los tribunales militares. Sin embargo, los magistrados de carrera que impartían justicia en Escalona, antes de estallar la contienda, no dudaron en encarcelar al citado propietario del bar, junto a los patronos Longinos Montero y Cipriano Gallego, por su implicación en los hechos. Los tres permanecieron en prisión hasta pocas semanas antes del 18 de julio, pero serían asesinados después por el Comité de Escalona. También fue encarcelado por los mismos hechos el izquierdista Zoilo Díaz Valdepeñas. Por su parte, el cabo de la Guardia Civil apodado “El Corneta”, fue trasladado del acuartelamiento de la localidad al de otro lugar para evitar represalias del vecindario. (24)

El proceso judicial que consideramos más imparcial y clarificador, por ser instruido por jueces profesionales, y no por militares, se inició en aquel mes de marzo de 1936. Interpuso la denuncia el vecino Felipe Sáez Carrasco, “Sapo Triste”,  contra  los patronos ya citados. Según la versión del denunciante, la manifestación del 8 de marzo de 1936 pasaba por delante de dicha taberna cuando los asistentes a la misma vieron a Demetrio Rodríguez, dueño del establecimiento, apuntando con un arma. “Cundió el pánico entre la masa campesina y el citado bar fue apedreado por los obreros”, acusaba aquel. Después, en el tumulto se oyeron disparos de la Guardia Civil con el resultado de víctimas ya citado. (25)

Al acabar la guerra, “Sapo Triste”, ya ante la justicia franquista, declaró que fue coaccionado en 1939 por el grupo de Sánchez Cabezudo para interponer la denuncia falsa. Además, manifestó que dicha acusación simulada fue formulada bajo presión del alcalde socialista, Domingo Bullido. Sin embargo, creemos que “Sapo Triste” dijo la verdad en marzo de 1936, y no en mayo de 1939. Tampoco creemos que la simple manifestación del denunciante fuera suficiente para convencer a magistrados de la Audiencia Provincial. Y, menos aún, que estos jueces decretaran prisión injustamente contra estas tres personas tan influyentes en la villa como los derechistas citados. (26)

Después de leer multitud de declaraciones judiciales, y entrevistar al único testigo que ha sobrevivido para contarlo,  existen dos versiones opuestas de los hechos. Una fue la ofrecida por el citado denunciante, que es coincidente con el testimonio del nonagenario Eusebio Jiménez Martín, y con el proceso penal instruido antes de estallar la guerra.

Según la aseveración del vecino de Aldea en Cabo, Eusebio Jiménez Martín, ya fallecido, nacido en 1916, que asistió a dicha manifestación,  aquellos sucesos ocurrieron así:

 

 “Estaba convocada, desde hacía días, una  manifestación de los jornaleros del campo. Previamente, todos los que acudimos a la huelga sabíamos que el grupo de Sánchez Cabezudo y Longinos, que fue “mi amo” durante mucho tiempo, se escondieron armados en el domicilio de aquel esperando ver como se sucedían los acontecimientos. Pero no hubo lugar a que estos actuaran. Antes de llegar a la casa de los patronos empezó el conflicto y murieron cuatro obreros por tiros de la Benemérita. Después, el alcalde socialista, Domingo “El Canto”, para evitar males mayores  aconsejó a los manifestantes que no pasaran por la calle que conducía a dicho domicilio y así evitar más derramamiento de sangre. Por supuesto que ninguno de los manifestante íbamos armados, ¿Cómo íbamos a comprar armas si no teníamos dinero ni para comer?”. Por supuesto que fue una provocación por parte de los derechistas hacia los manifestantes “(27)

 

La otra versión, sostenida por Calvo Sotelo en el Congreso, es que las muertes se produjeron en legítima defensa: “Unos elementos del Frente Popular quisieron agredir a dos individuos de filiación contraria, estos se defendieron con un estoque y una escopeta”, afirmaba el líder derechista después asesinado. Ciertamente, un manifestante de izquierdas, Zoilo Díaz Valdepeñas, que también ingresó en prisión, en el choque con la fuerza pública arrebató una pistola a alguien, hiriendo levemente con ella a un guardia civil y a Cipriano Gallego. Pero esta agresión ya se produjo en el tumulto de la riña. En ningún procedimiento judicial de los investigados aparece la existencia de una escopeta y un estoque. (28)

Cada cual debe sacar sus propias conclusiones. Pero lo cierto es que las cuatro muertes de los campesinos fueron causadas por disparos de la Guardia Civil y que estos hechos fueron objetos de venganza, cuatro meses después, con el estallido de la revolución que provocó el golpe militar.

 

Guerra Civil.

 En julio de 1936 una parte importante del ejército español se alzó en armas contra el régimen republicano. Ese golpe militar, que parecía confirmar los presagios catastróficos que venían anunciándose desde el día siguiente a las elecciones de febrero de ese mismo año, no pudo lograr los objetivos deseados. No era la primera vez que los militares intentaron salvar a la patria. Pero la sublevación que en la tarde del 17 de julio se inició en Melilla no iba a ser una cualquiera.

La confianza en un rápido triunfo de la rebelión se desvaneció cuando los militares insurrectos fueron derrotados en la mayoría de las grandes ciudades. Pero en Escalona no se apoyó el levantamiento, aunque se produjo un pequeño tiroteo el mismo 18 de julio.

El grupo de Sánchez Cabezudo, único que podían haber optado por la misma vía utilizada en La Torre, de apoyar el golpe, prefirieron la sumisión o la huida inmediata de la villa. Los elementos conservadores no se arriesgaron a secundar el levantamiento porque sabían que no tendrían el apoyo de una población, y menos aún sin su líder que huyó a Ávila para salvar su vida ese mismo día.

Por ello, una vez llegada la revolución a Escalona, como resultado directo de la sublevación militar, la clase obrera intensificó su lucha. Había muchas personas pertenecientes al Frente Popular que estaban dispuestas a saldar todas las heridas abiertas por los sucesos del 8 de marzo.

Como en tantas localidades, en Escalona se produjo un inmediato brote de violencia tras conocerse la noticia de la sublevación militar. También existen aquí versiones contradictorias acerca de quiénes fueron los autores de los disparos que comenzaron a sonar en la villa el mismo 18 de julio por la noche. Al día siguiente, el teniente alcalde frentepopulista, Leandro Blanco Ruiz, interpone una denuncia contra los jefes de Falange local, Joaquín Vázquez Forero y Agustín García “El Grillo”. Les acusaba de haber disparado, desde sus respectivos domicilios, a los vecinos Julián Pisa y Alejandro Sáez, que casualmente pasaban por allí, causando heridas leves a una niña. (29)

Al día siguiente, 19 de julio,  el juez de instrucción de Escalona llama a declarar a vecinos de ideología contraria al denunciante, entre ellos a Julia Barrios, esposa del ya huido Joaquín Vázquez. Ésta manifestó que “la noche del 18 de julio sintió mucho revuelo en el Bar de Jesús Masa, donde el alcalde y otros concejales rojos escuchaban por la radio a “La Pasionaria”. En su mensaje radiofónico, Dolores Ibárruri, arengaba a las masas, según me contaron después, para que comenzaran la revolución. Por eso, el alcalde y demás miembros del Ayuntamiento, iniciaron su guerra, pistola en mano, disparando contra nuestra fachada con el fin de matar a mi marido”, declaraba la testigo. Después, “los miembros más destacados de la izquierda local, con su primer edil a la cabeza, acudieron a la farmacia de Teófilo Rodríguez del Val a buscar una lata de gasolina, que les fue negada por el boticario, para incendiar la casa a los citados derechistas”, concluía.

Con el mismo propósito de investigar los citados hechos, el teniente alcalde, Leandro Blanco Ruiz, interpone una denuncia contra los jefes locales de Falange. Durante los dos primeros meses la causa se instruyó por los juzgados ordinarios de Escalona, pero cuando se crean los tribunales militares, en 1937, es transformada en juicio sumarísimo militar. Y a partir de este cambio jurisdiccional los denunciantes pasan a ser denunciados, y viceversa. En  ese mes de marzo de 1937 es cuando declara Joaquín Vázquez Forero, ya que había huido de Escalona al día siguiente de ocurrir los hechos. La manifestación de éste es coincidente con la prestada, “en caliente”, por sus sirvientes y familiares el mismo día 19 de julio, añadiendo que los testigos propuestos por el denunciante eran falsos. Por su parte, el primer juez instructor nombró peritos para cuantificar los daños de la fachada tiroteada y las heridas leves de una niña. Además, el magistrado, Fulgencio Monzón, realizó una arriesgada y tímida primera valoración de los hechos en aquel verano de 1936: “Es difícil que nadie tire piedras o dispare contra su propio tejado”, en clara alusión a que los falangistas no fueron los que comenzaron el tiroteo. (30)

 

El mismo día 18 de julio de 1936, el médico Rodriguez del Val huyó hacía Talavera de la Reina para esconderse en la casa de su amigo farmacéutico, Miguel Capitán. Su hermano Teófilo del Val, también boticario, le advirtió del peligro que corría en Escalona y llamó al citado colega para que acogiera unos días. Pero como ni en la ciudad de la cerámica se encontraba seguro el médico, después de oír por radio que sus compañeros de izquierdas de Escalona reclamaban su presencia en la villa para defender la causa republicana. Por ello se marchó a Madrid. Contó para sus desplazamientos a la capital con un salvoconducto del Jefe de la Cruz Roja donde trabajo como médico. (31)

El Ayuntamiento estaba gobernado por el alcalde, Domingo García Bullido, “El Canto”,  el teniente alcalde, Leandro Blanco, y el secretario de la corporación, Juan Coll Sánchez. Los tres mantenían estrecha relación con el Comité, si bien el primer edil era contrario a las ejecuciones. Los asesinatos eran acordados previamente en reuniones secretas en la que nunca se encontraba éste, según declaraciones de testigos. Sin embargo, en el breve sumario seguido en rebeldía contra Domingo García, se le acusaba de haber sido agente destacado de La Checa de García Atadell, sin más prueba alguna. Como el acusado no aparecía, ni se daban noticias suyas, la instrucción de su causa fue muy breve. En el año 1948 aún se ignoraba su paradero, presumiblemente en el exilio. (32)

El presidente del  Comité y concejal socialista Domingo Lafuente Hernández, fue acusado de intervenir, con otros tantos vecinos, en la detención y muerte de Demetrio Rodríguez, Longinos Montero, Nicolás Corral Pavón y Esteban Gallego, “El Pajarraco”. Todos estos fueron sacados de la cárcel local, el 7 de agosto de 1936, para ser conducidos por milicianos al kilómetro 17 de la carretera de Toledo-Ávila, término de Rielves. (33)

También fue asesinado el ya citado primo carnal del diputado Calvo Sotelo, Luís de Grondona. Sufrió la misma suerte que aquel, pero en momentos muy diferentes. Sería detenido por vecinos de Escalona, una vez estallada la guerra, que se desplazaron a Madrid para tal fin. Cuando llegaron a su domicilio no le encontraron, pero el portero de la finca les delató donde se hallaba. Unos milicianos le llevaron en coche hasta el Ayuntamiento de Escalona, y desde allí, a plena luz del día,  ante una multitud enfervorecida, por la calle San Miguel, fue conducido hasta el cementerio donde sería ejecutado por miembros del Comité local. Después, su cadáver sería rociado con gasolina y quemado. (34)

El 15 de enero de 1937, se celebró en Escalona un homenaje a sus muertos que el periódico El Alcázar narraba así:

 

 

“Se iniciaron los desmanes la mañana del 22 de julio de 1936. Un grupo de milicianos armados hasta los dientes invadieron una de las casas más tranquilas de la localidad, la llamada “Fonda”. Aquí peguntaron por Demetrio Rodríguez Esteban, de 33 años de edad, que se hallaba descansando en una hamaca de su trabajo campesino. Entre insultos y amenazas fue conducido a la cárcel local hasta que el 7 de agosto de 1936 entregó su vida por Dios y por España.

Otro de los mártires fue Longinos Montyero Díez, de 55 años, que huyo a refugiarse con su familia de  Torrijos, pero aquí fue detenido y trasladado a Escalona. Aquí ya se encontraba Nicolás Corral Gavón, de 50 años, junto con Esteban Gallego Miguel, de 82 años. Los cuatro sería asesinados el 7 de agosto en el kilómetro 17 de la carretera Toledo-Ávila, término de Rielves.

En los últimos días de diciembre de 1936, los restos de los mártires fueron trasladados a Escalona. No podía consentirse que reposaran en el campo, entre la maleza. Por iniciativa de este hombre tan perseguido, don Felipe Sánchez Cabezudo, diputado a Cortes, se hicieron las gestiones oportunas con el gobernador civil, Silvano Cirujano. Sus restos fueron trasladados al Ayuntamiento y después al cementerio municipal,  asistgiendo una banda de música que interpretó marchas fúnebres durante el trayecto”. (35)

 

Pero todos los escaloneros implicados en los delitos narrados huyeron del pueblo cuando las tropas sublevadas llegaron a Maqueda el 20 de septiembre de 1936. Sin embargo, algunos de ellos pagarían después con su vida y otros sufrirían muchos años de cárcel.

La columna Castejón del ejército expedicionario de África llegó a Escalona el día 7 de octubre de 1936,  pero su objetivo era Madrid. Si bien el avance revelaba la intención de abrir un frente muy amplio y arrasar por el camino los pueblos que encontraran a su paso, entre ellos Almorox, San Martín de Valdeiglesias o Villa del Prado, entre otros.

Pero antes de dicha rápida marcha, la operación requería para el ejército rebelde conquistar el viejo puente sobre el río Alberche en Escalona. Pero el enemigo, en su huida, había preparado durante días su voladura con explosivos. Sin embargo, en el último momento, la persona encargada de cumplir la orden de su explosión se arrepintió por razones ignoradas. El teniente coronel López Tienda, del bando republicano, mando a su alférez Campos la ejecución del plan que tanto trabajo les costó. Pero éste había desertado y no pudo cumplir la orden que hubiera supuesto la destrucción de un puente con mucha historia entre sus once ojos. Así, los artificieros de la columna Castejón escalaron las anchas paredes y cortaron los cables ya colocados. (36)

En Escalona se acomodó un viejo campo de aviación ubicado en la carretera a Nombela. El aeródromo estaba escaso de instalaciones y no disponía de hangares o depósitos de bombas. Según testimonios orales, por sus pistas pasaron pilotos italianos y alemanes que se alojaban en el actual edificio del Ayuntamiento. Sin embargo, el hospedaje de la tropa era más modesto y utilizaron unos barracones de ubicados en la carretera de Paredes. (37)

En estas zonas ocupadas, donde la República decretó expropiaciones a partir de 1932, o legalizó la posterior explotación de las tierras, los dueños recuperaron sus pertenencias. Los jornaleros habían huido y otros cayeron prisioneros de las columnas del ejército marroquí.

El día 9 de octubre de 1936, Sánchez Cabezudo vuelve del aislamiento en Ávila y recupera sus múltiples propiedades, rústicas y urbanas. Se prepara para emprender una nueva vida empresarial, pero muchos de sus fieles amigos habían muerto semanas atrás. Entre ellos, Longinos Montero, dueño de la plaza de toros por cuyo ruedo pasaron los mejores diestros de España, y algunos perdieron su vida en la misma.

Otro buen amigo del líder agrario, que sobrevivió a la contienda, fue Esteban García Rodríguez. Sería nombrado alcalde, al encabezar la lista de una comisión gestora nombrada por las autoridades militares que acababan de llegar al pueblo. (38)

 

Fin de la guerra.

 Los vencidos de la guerra volvieron a sus casas o fueron detenidos en cualquier punto de la geografía española. Serán criminalizados por estar significados políticamente y la postura del franquismo fue acabar con toda huella republicana. Se realizó una limpieza social y política de manera violenta, con depuraciones, expropiaciones, sentencias de muerte y todo tipo de vejaciones. También afloraron disputas y viejas venganzas personales que como la seguida entre Sánchez Cabezudo y Rodríguez del Val.

Las denuncias de los particulares se completaban con el doble informe de las autoridades locales: alcalde y jefe de la Falange. Sus alegatos de mala conducta sobre los acusados eran remitidos al  juez militar instructor de los Tribunales Militares y eran tenidos muy en cuenta. Los negativos en contra del reo eran incuestionables y los positivos a favor, atenuaban la pena.

 

Al médico Rodríguez del Val le sorprendió el final de la guerra, ejerciendo su profesión, en Játiva (Valencia). Pero el 25 de abril de 1936. Sánchez Cabezudo comparece ante la policía de Madrid e interpone denuncia escrita contra  el  galeno. Le acusa de ser el inductor de los asesinatos cometidos en Escalona en verano de 1936, así como de organizar  la manifestación del 8 de marzo de dicho año. También expuso “que era el mayor propagandista de ideas rojas en la zona de Toledo, insertando artículos escritos por él en prensa marxista. Que se supone sea, sino el autor de varios asesinatos, por lo menos si el que indujera a ellos y hasta quizás pudiera haber tomado participación en los mismos”. (39)

El médico es detenido ese mismo día en su domicilio de la calle Alberto Aguilera 21, donde un amigo regentaba una farmacia. En su primera declaración manifestó que el 18 de julio de 1936 se ausentó de Escalona y marchó a casa del farmacéutico Miguel Capitán, en Talavera de la Reina. Después, “el 8 de agosto, a la vista de que las radios rojas reclamaban la presencia del declarante en Escalona, y teniendo la certeza de que lo hacían con mal fin, me marché a Madrid con un salvoconducto del jefe de la Cruz Roja”, decía el acusado. En un hospital de la capital prestó sus servicios como médico y en 1937 fue nombrado alférez, para después terminar la contienda como director del Hospital de Játiva (Valencia). (40)

El inculpado continuaba su defensa añadiendo que se afilió a U.G.T. en el año 1935 por temor a que el Ayuntamiento embargara mis fincas rústicas y que no intervino en los asesinatos cometidos a partir del 18 de julio, porque se marchó  del pueblo ese mismo día. Sin embargo, reconoció ser el corresponsal en Escalona del periódico Informaciones, así como ser el autor varios artículos.

Desde las dependencias policiales pasó a la cárcel de San Antón, a pesar de la declaración jurada realizada ese mismo día por tres amigos del detenido, adeptos al nuevo régimen franquista: Rosendo Bravo García, Matias Moro Carrión y Miguel Capitán Vela. Todos ellos, suscribían que el 18 de julio de 1936, Rodríguez del Val se personó en el domicilio de éste último, en Talavera de la Reina, y “aquí permaneció oculto y sin desplegar ninguna actividad hasta el 7 de agosto que se marchó a Madrid”. (41)

Con fecha 26 de abril de 1939, el escalonero Pedro Rodríguez Esteban, presenta otra denuncia contra Rodríguez del Val y le culpa de lo siguiente:

 

“El 18 de abril de 1928, Rodríguez del Val, recibió bajo palio al  cardenal Segura, arzobispo de Toledo, para celebrar la entronización del Sagrado Corazón de Jesús. Se las daba de religioso y buen cristiano cuando fue alcalde al finalizar la dictadura de Berenguer, pero desvalijó las arcas del Ayuntamiento llevándose 14.800 pesetas.

Desfiló al frente de la manifestación del 8 de marzo de 1936 con el propósito de asaltar le cuartel de la Guardia Civil, que repelió la agresión y resultaron muertos cuatro manifestantes. Además, consiguió con declaraciones falsas que el juez de instrucción procesara y ordenara su ingreso en prisión contra cuatro honorables vecinos: Longinos Montero, Demetrio Rodríguez, Cipriano Gallego y Bibiano Díaz Sánchez.

Bajo su dirección operaban todas las Casas del Pueblo y partidos políticos existentes en el distrito judicial, y sus únicos amigos eran los directores de estos centros quienes en La Pasionaria creían. Y allá donde era precisa la presencia de este GRAN CRETINO, para sembrar el terror marxista, allí se presentaba DON ALEJANDRO CON LA LEY DEL EMBUDO. En definitiva, era UN INDESEABLE”. (42)

 

Por su parte, el Jefe de Falange de Escalona, Joaquín Vázquez, también emite su informe en idéntico contenido al anterior, pero incrementando aún más la culpabilidad:

 

“El señor del Val, junto con el secretario del Ayuntamiento y el alcalde rojo, preparó todos los asesinatos ocurridos el 7 de agosto de 1936, en la carretera de Toledo a Ávila. Y al día siguiente de consumadas estas muertes, vino a comprobar la veracidad de las mismas, mofándose de haber hecho desaparecer a esas víctimas”. (43)

 

También el alcalde franquista, Esteban García, con fecha 26 de julio de 1939, remite su parte:

 

“El mismo día de iniciarse el movimiento se marchó a Madrid como médico director de un hospital marxista, pero desde la capital aconsejaba a quien asesinar en el pueblo. Y cuando así daba las órdenes, al día siguiente, o al otro, se presentaba en Escalona al objeto de confirmar si se había ejecutado su orden”. (44)

El 1 de agosto de 1939, Sánchez Cabezudo  comparece nuevamente ante el Servicio de Orden Público de Madrid. Se ratificó en su denuncia y añadió: “Conozco a dicho individuo desde su más tierna infancia y creo que es el inductor de cuantos sucesos han ocurrido en Escalona, incluidos los del 8 de marzo de 1936. En esta manifestación comunista que organizaron los elementos afines a Val, hubo que disolverla por la fuerza pública y al repeler la agresión se organizó un tiroteo en el que hubo cuatro muertos y veintiún heridos”. Después concluiría afirmando que Rodríguez del Val fue médico durante la guerra con la graduación de comandante y afecto al Socorro Rojo Internacional sito en la calle Abascal de Madrid. (45)

Meses después, el juez militar dictó auto de fecha 6 de diciembre de 1939, considerando los hechos enjuiciados  como constitutivos de un delito de homicidio y auxilio a la rebelión. Sin duda, no tuvo en cuenta las contradicciones y falsedades en las que incurrían sus denunciantes. Y sobre todo que el procesado no se encontraba en Escalona el día 7 de agosto de 1936, fecha en que ocurrieron los asesinatos que se le imputaban. La acusación contra el médico Rodríguez del Val carecía de fundamento y era más bien una venganza del grupo de Sánchez Cabezudo como continuación a toda su controversia judicial seguida durante más de tres años. (46)

Todos los informes de buena conducta, que la madre del infortunado médico, Rodríguez del Val, consiguió aportar al juicio sumarísimo eran exculpatorios para el acusado. Incluso la progenitora se permitió adjuntar al proceso una foto original de cuando su hijo era alcalde en la Dictadura de Primo de Rivera y el cardenal Segura vino a Escalona a entronizar el Sagrado Corazón de Jesús, en el año 1928. En la imagen aparecía el señor Rodríguez del Val  acompañando al religioso llevando una de las varas del palio, junto a Sánchez Cabezudo. La acusación contra el médico Rodríguez del Val carecía de fundamento y era más bien una venganza del grupo del líder agrario como continuación a toda su controversia judicial seguida durante más de tres años en el periodo republicano. (47)

El preso es sacado del penal de San Antón y trasladado a Escalona para ser juzgado. Aquí le esperaban enfurecidas las familias de las víctimas de aquel verano de 1936. Pidiendo venganza a gritos estaban Consuelo Díaz Sánchez,  viuda de Nicolás Corral,  y Teresa Gallego López, hija de Esteban Gallego Miguel, que también formularon denuncia contra el médico. Pero el consejo de guerra no llegó a su fin porque no pudo celebrarse el juicio. El 13 de agosto de 1939, el detenido apareció ahorcado en extrañas circunstancias en el calabozo del Ayuntamiento. (48)

Una modalidad de tortura, muy propia de los primeros meses de la posguerra, era la protagonizada por jóvenes falangistas y familiares de “los caídos”, que hacían visitas a las cárceles para propinar terribles palizas a los presos. Algunas de estas agresiones acabaron con la vida de más de uno, cuyo certificado de defunción era falseado con la palabra “muerte por ahorcamiento” o “shock traumático”, para hacer creer que la muerte se produjo por suicidio. Así ocurrió, en estas mismas fechas, en las cárceles de Torrijos y Escalonilla. Pero ignoramos si este fue el caso del triste final de Rodríguez del Val o si este hecho hay que achacarlo el dicho popular. “Entre todos la mataron y ella sola se murió”.

Pero la represión continuaba. Muchos de los vencidos creyeron las vagas promesas de que no tenían nada que temer quienes estuvieses libre de delitos de sangre. No fue así en modo alguno. Por todas partes se veían gentes despavoridas, familias errantes, sin descanso hacia sus hogares. Miles de españoles realizaron aquellos días largos recorridos a pie, al límite de la resistencia humana. Todos eran culpables mientras los avales y los informes favorables no demostraran lo contrario.

La represión contra escaloneros continuaba y el día 13 de noviembre de 1939, después de ser juzgados por los tribunales militares, fueron ejecutados en las tapias del cementerio de la villa los siete escaloneros siguientes: Pedro Pérez Nombela, Mariano González Florido,  Zoilo Díaz Valdepeñas, Manuel Guerra Merchán, Aquilino Sánchez Álvarez,  Pedro Muñoz Frías y  Félix de Juan Díaz. Sus defunciones aparecen inscritas en los libros del registro civil, “por orden del juzgado”. (49)

De todos los citados, el sumario de Zoilo nos merece especial atención por su implicación en los sucesos del 8 de marzo de 1936. Dicho consejo de guerra se inició en abril de 1939 tras la denuncia formulada por Benita Soré Martínez, viuda de Cipriano Gallego, guarda jurado, asesinado en agosto de 1936 y que sufrió varios meses de cárcel tras la manifestación de aquella primavera. Le acusaba de haber realizado declaraciones falsas ante el juez instructor que motivaron la orden de prisión contra su marido y otros vecinos, además de efectuar un disparo contra dicho esposo. También implicaba a Zoilo en todas las muertes ocurrida en Escalona, siendo negadas por el procesado que fue condenado  a muerte en sentencia dicta por el Tribunal Militar de Escalona el 5 de julio de 1939. (50)

Para estas fechas ya habían sido ejecutados, Filiberto Agudo Rioja, Domingo Lafuente Hernández y Ricardo Agudo López, cuyos fallecimientos también fueron registrados. Sin embargo, tenemos constancia de que el alcalde, Domingo Sánchez Bullido fue fusilado en estas fechas, pero sin prueba documental; solo con testimonios orales. Igual suerte correrían, Narciso Gaytán Vicente, José Jiménez Alonso, Javier Torres del Pozo, Modesto Rodríguez Rodríguez, Agustín Sánchez Mercadante, Narciso Sorell Bullido, Timoteo Luna Díaz y Eulogio Fermosell Martín. (51)

Los vecinos Teodoro González Nombela y Marino Lafuente García fueron condenados a muerte en 1940, pero les fue conmutada la pena y puestos en libertad en 1952. Otros escaloneros como Eladio Pisa y Antonio García y Francisco Pérez “El Chorajo” se refugiaron en la montaña de Cuenca a seguir luchando como guerrilleros. Y los menos, también huyeron al extranjero para nunca más volver. (52)

Las sentencias dictadas por los tribunales militares en los primeros meses de la finalización de la guerra fueron más severas que las decretadas a la finalización de la misma. En toda España ocurrió así, y en Escalona hemos estudiado el último juicio sumario que se inició en el año 1943 contra Santiago Monzón Díaz, “El Sarasa”, porque llevaba en busca y captura desde 1939. Sin embargo, este negaba haberse escondido de la justicia militar: “Me enrolé voluntario en el bando republicano. Cuando acabé la guerra estuve recluido en el campo de concentración de Gárgoles de Arriba (Cuenca), donde me dieron la libertad a los ocho días. Meses después comencé una nueva vida en Guadalajara. Aquí fui pagando fondas con facturas a mi nombre, trabajé cuatro años en Vías y Obras de Ferrocarril de esta capital; en 1944 fui detenido solicite licencia de caza y pesca ante la Guardia Civil y un año después me autorizaron inaugurar un bar”, concluía el acusado. (53)

La primera declaración de Santiago Monzón fue muy comprometida porque relató, con todo detalle, cómo se produjeron los asesinatos en los que no intervino, porque su ejecución fue obra de milicianos forasteros. Reconoció haber sido obligado por el alcalde para asociarse al Comité que acordó, en reunión del 23 de julio de 1936, dar muerte a los derechistas locales. Con posterioridad, asaltarían el domicilio del huido Felipe Sánchez Cabezudo y requisado todos sus muebles y demás enseres. Sin embargo, el detenido manifestó en octubre de 1951 que “su declaración fue conseguida utilizando métodos infrahumanos y tuvo que permanecer tres días orinando sangre en la cárcel”.

Al acto del juicio celebrado en Madrid el 29 de octubre de 1952 asistieron casi una decena de escaloneros que testificaron en favor de Santiago Monzón, a excepción de uno: Estanislao Ortiz de Zárate. Este recordó como aquel 16 de agosto de 1936 pudo salvar la vida por su gran atrevimiento: “A las 23 horas llegaron a mi domicilio dos milicianos de Escalona, que ya están juzgados y fusilados, para que les acompañara. Al andar unos metros vi un coche parado en el que se encontraba el procesado y otros tres sujetos, también ejecutados. Comprobé que me iban a dar “el paseo” y  mi esposa gritó: ¡huye! Salí corriendo en dirección contraria a la de mis asesinos, que hicieron más de veinte disparos”, concluía. Fue condenado a treinta años de reclusión, pero años después le fue conmutada la pena. (54)

 

 

(1)Libro de actas del ayuntamiento. A partir de 1931, son muchas las sesiones que narran las controversias entre Rodríguez del Val y la Corporación municipal.

(2) Hemeroteca, Biblioteca Castilla La Mancha, El Castellano, 19 de abril de 1928, aparece publicada una fotografía de los dos ediles bajo palio.: Felipe Sánchez Cabezudo y Rodríguez del Val.

(3) Libro de actas, sesión 18 de abril de 19311 y ss.

(4) Libro de actas, sesión 20 de abril de 1931 y ss.

 

(5) Hemeroteca, Biblioteca Castilla La Mancha, El Heraldo de Toledo,  28 de septiembre de 1932.

(6) Hemeroteca, Biblioteca Castilla La Mancha, Informaciones,  19 de mayo de 1931.

(7) Hemeroteca, Biblioteca Castilla La Mancha, El Castellano, 23 de mayo de 1931.

(8) Hemeroteca, Biblioteca Castilla La Mancha, El Castellano, 23 de junio de 1931.

(9) Hemeroteca, Biblioteca Castilla La Mancha, El Heraldo de Toledo,  28 de septiembre de 1931

(10) MORALES GUTIÉRREZ, Juan Antonio: Guerra civil en la comarca de Torrijos; autoedición, Toledo, 2005, páginas 63 y ss.

(11) Libro de actas, sesión 2 de diciembre de 1933.

(12) Libro de actas, sesión 15 de octubre de 1934.

(13) ARÓSTEGUI, Julio: Largo Caballero. El tesón y la quimera. Debate, Madrid 2013, páginas 322 y ss.

(14) Hemeroteca, Biblioteca Castilla La Mancha, El Castellano, 10 de octubre de 1934.

(15) Hemeroteca, Biblioteca Castilla La Mancha, El Castellano, 9 de febrero 1936.

(16) Testimonio del nonagenario, ya fallecido, Eusebio Jiménez Martín, en entrevista de fecha 11 de mayo de 2001 y siguientes.

(17) AGUADO, Sixto. Memorias. Madrid, 1982, páginas 211 y ss.

(18) Archivo de la Diputación Provincial de Toledo. Junta censo electoral febrero 1936.

(19) Libro de actas, sesión 3 de marzo de 1936.

(20) Libro de actas, sesión 1 de junio de 1936

(21) Ruiz Alonso, José María: La guerra civil en la provincia de Toledo. Utopía, conflicto y poder en el sur del Tajo (1936-39), Biblioteca Añil, Almud ediciones de Castilla La Mancha, Ciudad Real, 2004, p. 312 y ss.

(22) DSC, sesión de 15 de abril de 1936, tomo I, página 32 DSC, sesión de 15 de abril de 1936, tomo I, página 32.

(23) Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumarios 614 y Legajo 334, seguido contra Zoilo Díaz Valdepeñas, entre otros muchos.

(24) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 9637, Legajo 451 seguido contra Alejandro Rodríguez del Val.

(25) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 1259, seguido contra Felipe Sáez Carrasco.

(26) Ibidem

(27) Testimonio del nonagenario, ya fallecido, Eusebio Jiménez Martín, en entrevista de fecha 11 de mayo de 2001 y siguientes.

(28) Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumarios 614 y Legajo 334, seguido contra Zoilo Díaz Valdepeñas, entre otros muchos.

(29) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Caja 1068110, Expediente 163. Estos dos vecinos, teóricamente tiroteados, a preguntas del juez, manifestaron al día siguiente de ocurrir los hechos,  que “pasábamos por allí a esas horas porque veníamos de hacer aguas mayores del campo”.

(30) Ibidem

(31) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 9637, Legajo 451 seguido contra Alejandro Rodríguez del Val.

(32) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 2337, Legajo 251 seguido contra Domingo Sánchez Bullido. Su paradero aún era desconocido en el año 1948. Según consta en el sumario, en dicha checa estuvieron detenidos los vecinos de Escalona, Ildefonso Rodríguez Esteban y Eustaquio García Pérez.

 

(33) Causa General, Caja 2866, Escalona. AHN.

(34) Ibidem

(35) Hemeroteca, Biblioteca Castilla La Mancha, El Alcázar, de 15 de enero de 1937.

(36) Blog Vestigios de la Guerra Civil en la provincia de Toledo.

(37) FÉLIX GARCÍA, Roberto. Puentes y carreteras y ferrocarriles. Blog.

(38) Libro de actas, sesión 10 de octubre de 1936.

(39) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 9637, Legajo 451 seguido contra Alejandro Rodríguez del Val.

(40) Ibidem

(41) Ibidem

(42) Ibidem

(43) Ibidem

(44) Ibidem

(45) Ibidem

(46) Ibidem

(48) Ibidem

(49) Registro civil de Escalona.

(50) Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumarios 614 y Legajo 334, seguido contra Zoilo Díaz Valdepeñas.

(51) Registro civil de Escalona.

(52) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 80124, Legajo 651 seguido contra Lafuente y otros.

(53) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 19.993.41, seguido contra Santiago Monzón Diaz.

 

 

 

 

 

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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