Escalona: amor en tiempos difíciles. Segunda República.

Escalona.

Según el Archivo Provincial de Toledo, de quien hemos tomado esta información, Gregorio y Rosa eran novios. Él con 20 años y ella con algunos menos. Él, de Toledo y ella de Escalona. Los azares de la vida han permitido que el archivo conserve algunas cartas que se intercambiaron en esa época. Las cartas están fechadas entre el 10 de marzo y el 4 de abril de 1936, en vísperas de la Guerra Civil Española, y Gregorio era secretario de la organización juvenil de Izquierda Republicana en Toledo. Eras malos tiempos para el amor.

Se trata de seis cartas mecanografiadas, escritas por Gregorio a Rosa, y sin firmar, salvo la última. A estas cartas hay que añadir una más de ella a él, del 6 de marzo, escrita a mano y todavía con sus sobre original, en el que algún policía ha escrito una siniestra nota interesando la búsqueda y captura del muchacho. Y es que las cartas están dentro del expediente policial del joven líder republicano.

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Pero empecemos por el principio. De Rosa, la verdad, es que no sabemos casi nada: que era de Escalona pero tenía relación con Nombela, y que se hermana Amelia vivía en Toledo. Pero de Gregorio sabemos bastante más. En una de sus cartas él mismo hace una narración de su vida: había nacido en Toledo en 1915, de familia humilde. Su madre le propuso ser sacerdote y le envió al Colegio Infantes. Pero el joven entendió que aquella no era su vocación y alude a las «cosas que conmigo habían hecho en el Seminario». Al volver a su casa sufrió de la incomprensión familiar y hubo de buscarse la vida; y consiguió un empleo en el Gobierno Civil y allí descubre la política. En 1935 se afilia a Izquierda Republicana, cuyo carnet se conserva en un expediente policial. Los cambios políticos le dejan sin trabaja, pero encuentra nuevo empleo en casa del celebre escritor, Félix Urabayen. Mientras tanto, intenta sacarse el bachillerato por libre —en el archivo se conserva su expediente de alumno del Instituto—, pero no consigue terminar. Al contarle esto a Rosa, aprovecha para despacharse contra el sistema educativo que solo favorece a los ricos.

Al año siguiente, Gregorio ya era secretario de la organización juvenil de su partido. La primera carta es la de Rosa, en la que  se preocupa por «si se an enterado en tu casa i si te an dicho algo». Pero la más impactante, y la que más nos interesa a nosotros, porque hace alusión a los sucesos del 8 de marzo de 1936 ocurridos en Escalona, y sobre los que tanto hemos investigado: cuatro obreros muertos en una manifestación por disparos de la Guardia Civil. Nuestro joven político estaba allí y, naturalmente, explica a su novia la versión de los hechos que el parlamentario Calvo Sotelo tergiversó en el Congreso de la Nación, por aquello del «cuanto peor, mejor», y justificar el golpe militar. Los detalles de aquellos sucesos los tenemos más ampliamente relatados en los libros Orígenes de las Guerra Civil en la comarca de Torrijos y Una memoria sin rencor, y son coincidentes con relatos de las cartas de Gregorio.

En las siguientes cartas sigue contando Gregorio que asistió al entierro de los muertos celebrado en Escalona. Insiste en que ni él ni su partido son comunistas y rechaza de plano todo tipo de violencia, con el fin de contrarrestar a su conservadora novia, y a  la familia de esta, así como al el ideario de la derecha de aquellos años, que intentaba meterlos a todos en el mismo saco.

Por desgracia, el tiempo de la felicidad fue breve. En julio estalló la guerra y posiblemente Gregorio fue movilizado. Sabemos que en agosto de 1938 fue ascendido a teniente y en abril de 1939 fue detenido. En su expediente de preso consta que está casado —¿con Rosa?— y no tiene hijos.  Tras un breve paso por la prisión de Toledo, le enviaron a Badajoz para ser juzgado, y aquí el Archivo Provincial de Toledo pierde su pista. En cuanto a Rosa, lo cierto es que no se averiguó aún ni siquiera su apellido.


Relato tomado del Archivo Provincial de Toledo, autor de la investigación y de la recopilación de las cartas.

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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