El último guerrillero de España, Adolfo-Lucas Reguilón García, en la sierra de Gredos

El último guerrillero, Adolfo-Lucas Reguilón García, “Severo Eubel de la Paz” (1911-1994)

Adolfo Lucas Reguilón García nació el día 29 de agosto de 1911 en la localidad de Villa del Prado. Vivió una infancia normal hasta que en el año 1920, cuando se celebraba la fiesta mayor del pueblo, asesinaron a su padre en la finca El Rincón. Recibió un disparo de fusil y el pequeño Adolfo le vio expirar en sus brazos. Un guardia civil no le dio el alto cuando el señor Reguilón, muy aficionado a la caza, se disponía a capturar unas piezas en una finca que no era de su propiedad.

En el año 1925 marchó a trabajar a Toledo y aquí conoció al líder  provincial Virgilio Zapatero. Este acababa de fundar el Partido Comunista en Toledo e influyó definitivamente en su pensamiento político. A los 19 años, Reguilón, mientras estudiaba la carrera de Magisterio, ya fue nombrado secretario de la Casa del Pueblo de Toledo. Una vez finalizada su licenciatura, contrajo matrimonio en el año 1934 con su novia Isabel, con quien permaneció unido toda su vida.

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Su primer destino como maestro fue Navamorcuende, donde  de manera inmediata se erigió como líder de la Casa del Pueblo y miembro de la Comisión Gestora que pasó a gobernar el ayuntamiento tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero del 1936. A finales de junio conoció a Dolores Ibárruri y Antonio Mije que le prometieron acudir a Navamorcuende a dar un mitin, pero el comienzo de la guerra civil impidió el viaje.

Ese 18 de julio de 1936, cuando Reguilón tuvo conocimiento del golpe, convocó a todas las fuerzas de izquierdas del pueblo y organizó la Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (M.A.O.C.). Ese mismo día, en compañía de su camarada Eleuterio, se dirigió a la casa del cura párroco. Este se temió lo peor, porque meses atrás se negó a bautizar al hijo del maestro: “su vida queda garantizada con la mía” le dijo, “y ahora le demostraré que estaba equivocado conmigo”. Recogieron todos los objetos de valor del templo y los custodiaron en la Casa del Pueblo. Semanas después evitó que un grupo de anarquistas asesinaran al farmacéutico de la localidad. Todas estas actuaciones, a la postre, le salvaron la vida al término de la contienda.

Tras la toma de Talavera de la Reina por las fuerzas sublevdas, el Comité del Frente Popular decidió rescatar los fondos del Banco de España para evitar que fueran aprendidos por el enemigo. Se comisionó a Moisés Gomero, junto con Reguilón y a otros dos camaradas. El recibo de tres millones ochocientas mil pesetas fue firmado por aquel, mientras Reguilón le prestaba su pluma y dejaba olvidado su cartera y demás pertenencias en el banco. Este fue el motivo por el que meses después se divulgó al noticia de que “el maestro de Navamorcuende había asaltado el Banco de España en Talavera” .Como nadie quiso recebir el dinero en Toledo, sus depositarios continuaron viaje a Madrid donde fue reintegrado al mismo banco sin faltar un solo céntimo. Prueba inequívoca de este hecho es que siguió llevando una vida austera todos los años posteriores.

De vuelta a Navamorcuende, en el cruce de carreteras del Real de San Vicente y Pelafustán, tomó contacto con la Columna Libertad del P.S.U.C. mandada por el capitán López-Tienda. Al llegar a Sotillo de la Adrada, se agrupó el anterior con sus M.A.O.C. y formó el Batallón de Campesinos del Tiétar, siendo éste el responsable político del mismo. Después de varios meses retrocediendo del acoso nacional, en noviembre de 1936 llegó hasta Madrid con tan solo 600 hombres. Aquí fue herido de bala en la pierna izquierda y ante la imposibilidad de seguir en el frente fue nombrado Inspector de Enseñanza de Guadalajara, actuando en la retaguardia hasta abril de 1939.

Una vez perdida la Guerra Civil, después de intentar infructuosamente salir de España por el puerto de Alicante, pasó algunas semanas en un campo de prisioneros en Albaterra y en noviembre de 1939 ingresó en la cárcel de Talavera ubicada en la antigua Fábrica de la Seda.

           En la primavera de 1940 fue trasladado a Toledo, junto con medio centenar de recluidos, para ser juzgados en un consejo de guerra en el edificio de la Diputación. En los hechos y fundamentos de derecho de la sentencia se decía: “el procesado y maestro Adolfo Lucas Reguilón, parece que por donde ha actuado, no ha cometido ni permitido desmanes y atropellos…”, pero fue condenado a muerte por los hechos del Banco de España de Talavera. La pena capital fue conmutada por 20 años de prisión. No corrió la misma suerte el exalcalde socialista de Las Herencias que fue ejecutado días después. Se le acusaba de ser la máxima autoridad de dicha localidad cuando el piloto italiano Ernesto Mónico se lanzó en paracaídas tras ser derribado y después asesinado por unos campesinos del pueblo.

Desterrado en Madrid emprendió una nueva vida dando clases particulares y ayudando a reorganizar el Partido Comunista, hasta que a los dos meses la policía le buscó nuevamente y hubo de esconderse de manera definitiva, surgiendo la personalidad del huido Severo Eubel de la Paz, su nuevo nombre a partir de entonces.

En Madrid detuvieron a su cuñado Teodoro y, después de los crueles interrogatorios en la Dirección General de Seguridad, fue condenado a 30 años de prisión por pertenecer al comité provincial del citado partido. A la vista de ello, y dado que aquel estaba menos implicado que Severo, este decidió esconderse en el mismo piso que el capitán republicano Manuel Uría llevaba oculto desde que terminó la guerra.

En julio de 1943, junto con su esposa Isabel y Uría deciden marcharse clandestinamente a Piedralaves (Avila) en busca de un viejo camarada: Mariano Gómez Sánchez, Tabanque. Reguilón o Severo, adoptó otro nombre, el  de Cándido González Neira, un recientemente fallecido en accidente y esposo de una amiga que le entregó su documento de identidad.

El lugareño y ermitaño Bonifacio Muñoz, Conserje, le enseñó a Severo los entresijos de la sierra y, sobre todo, un refugio inaccesible para la Guardia Civil, próximo a Navaluenga al que llamaron Aguasclaras. La cota más alta de la serranía se llamaba el Alto del Mirlo, que dio nombre a su recién nacida organización guerrillera: ZONA M(Mirlo) DE UNION NACIONAL a cuyo mando estaba Severo Eubel de la Paz.

El organigrama de la organización creada por Reguilón fijaba en Piedralaves  el campo base, cuya sierra constituiría, en caso de necesidad, el área de retirada y seguridad para los posible perseguidos en el Llano. En cada pueblo existía un enlace o responsable con nombre simulados: Pino, Discreto, Árbol, Montaña. Cuando se lograban más de siete contacto por localidad se constituía una junta local de la Unión Nacional El Mirlo, sin ninguna discriminación ideológica: podían ser socialistas, comunistas e incluso simplemente antifranquistas.

Todo el material de imprenta era confeccionado por Severo y su esposa Isabel que llegaron a editar su propio periódico ¡UNIOS! El guerrillero siempre viajaba por la montaña con su material de impresión que apenas pesaba dos kilogramos.

A medida que la guerra europea tocaba a su fin, el grupo Mirlo ganaba adeptos en las personas más insospechadas, a las que luego Severo inculcaba sus teorías leninistas, sin hacer nunca alusión al Partido Comunista que ya se reorganizaba en el sur de Francia, contando en Madrid con la dirección nacional de la guerrilla. Pero el líder de los guerrilleros espera el día D, o de la invasión y retomar el poder, que en principio quería hacer coincidir con la feliz finalización de la contienda mundial.

La invasión del Valle Arán llevada a cabo en el año 1944 sorprendió a los de la Zona M. No estaban informados, pero al tener noticia de ello decidieron colaborar a través de la Operación Ventosa, llamada así por el hecho de intentar atraer fuerzas y evitar su destino al norte de España. Consistía en derribar varios grandes postes de energía hidroeléctrica desde los saltos del Alberche a Extremadura, en el término de La Iglesuela. Simultáneamente se lanzaría propaganda en todos los pueblos explicando el sabotaje.

En 1945 volvió a Villa del Prado para reorganizar la zona de Navalcernero, San Martín de Valdeiglesias y Escalona. Estableció próxima a la finca El Rincón lo que llamó la posición Giral, continuando sus contactos con los maquis de la partida de Quincoces, en especial con Tito y Jesús Bayón comandante Carlos. Éstos procedían de los Montes de Toledo y era más partidarios de la lucha armada, mientras que Severo apoyaba la labor política de captación y propaganda entre el pueblo. Esta dicotomía se refleja en una de las sentencias condenatorias dictada en los años 50 contra Reguilón decía:

 

 “La eficaz actuación de las fuerzas del orden público consiguió desarticular todas las organizaciones, pero sin conseguir la detención del procesado que, en unión de otros bandoleros armados se trasladaban de un sitio a otro….Por aquellos días de abril de 1945, estas partidas cometieron en Candelada los asesinatos de los falangistas Alfredo Díaz Blasco y Félix García Gómez. Tales hechos son atribuidos por el procesado a las partidas directamente controladas por el comandante Carlos. Efectivamente, no resulta probada la autoría de Reguilón, pero sí redactó el ejemplar del periódico ¡Uníos! Órgano de la Unión Nacional correspondiente a ese mes, en el que tales asesinatos se recogían como acciones de guerra o de Justicia Popular. También queda unida al proceso la carta que el encartado envió al Juez de Ávila, referida a una estas muertes en la que el acusado justificaba  la actuación de los guerrilleros del Ejército de Extremadura-Centro, por la actuación que tuvo el padre del falangista asesinado en noviembre de 1936…”.

 

Estos métodos de Colina y Carlos no gustaban a Reguilón, pues dañaban el trabajo de captación que el realizaba, enfrentando aún más a los dos grupos de guerrilleros que se disputaban el control de Gredos.

Pero Severo era un guerrillero muy atípico y pintoresco que incluso llegaba a confundir a la  Guardia Civil y a la propia dirección de su partido en Madrid. Su relación con la 11ª División o Agrupación Gredos no era cordial; aquel andaba por libre por el monte comandando su denominada Zona M. Aquellos eran liderados Fernando Gómez López, Petrosqui, joven de Aldeanueva de San Bartolomé, sobrino de Quincoces, que paso a ser conocido como Colinas. Posteriormente, sería Gerardo Donato Campillo Tito quien le sucediera.

Cuando Colinas intentó organizar la sierra de Gredos, se encontró que Reguilón ya operaba en ella. Aunque en principio se consideró positiva la existencia de un grupo ya organizado, la peculiaridad de Reguilón hizo que la realidad fuera otra. En una entrevista mantenida entre los máximos dirigentes de estas partidas: Quincoces, Carlos y Severo acordaron una estrecha colaboración. Ésta fue efímera, pues Reguilón, que no era partidario de emplear la violencia de manera sistemática, decidió seguir un rumbo diferente.

Las andanzas de Tito en Gredos desagradaban cada vez más a Reguilón y para colmo de males, los hombres de Tito mataron una vaca en las proximidades de una base de Severo, dejando las vísceras al descubierto y atrayendo a la Guardia Civil. Inmediatamente una contrapartida disfraza se personó en la zona deteniendo a miembros de la guerrilla en el Llano. La redada contra colaboradores y enlaces en Piedralaves, tras torturas y confesiones, acabó con la muerte del capitán Miguel Uría, amigo íntimo de Reguilón y su contacto en Madrid. Su cadáver fue abandonado en la puerta del cementerio de Sotillo de la Adrada y el aparato de la organización en la capital quedó desarticulado.

Con estos precedentes, la ruptura definitiva llegó en una reunión convocada a tal efecto en el pueblo de La Parra (Ávila), a primeros de marzo de 1946. Se acordó seguir colaborando y cada grupo eligiera su propio territorio y estrategia de lucha hasta que los jefes de Madrid decidieran lo contrario. Solo dos hombres levantaron la mano para continuar con Severo: Germán Paredes Aceituno, Comandante Arribas, y Daniel Rodríguez Fernández, Cervantes. Reguilón se sentía con derechos en el monte, porque había sido el primero en formar la guerrilla en verano de 1943.

La Agrupación de Gredos, con Tito al frente, siguió realizando secuestros para obtener dinero hasta que el 14 abril de ese mismo año 1946 fue abatido a tiros por la Guardia Civil en El Raso (Ávila), junto con algunos de sus hombres. Antes de su muerte había recibido instrucciones de eliminar a Reguilón si éste no cambiaba de aptitud. Al poco tiempo, las páginas de Mundo Obrero, órgano oficial del PCE, recogía la noticia con consternación. Mientras, Reguilón llevaba una vida más tranquila con sus labores de captación de nuevos adeptos en el Llano, aunque fue llamado nuevamente al orden por los dirigentes comunistas de Madrid.

Su máximo responsable en España, José Isasa Olaizola, Fermín, Jefe del Ejército Nacional Guerrillero, en agosto de 1946 se entrevistó con Severo en las cercanías de Villa del Prado. Le reprochó no haber seguido las instrucciones del PCE en su Zona M y le instó a, como subordinado, obedecer al mismo. Reguilón se justificó,  diciendo que había tenido dificultades, pero que, por sus propios medios, se había entrevistado con un periodista americano, además de haber tenido contactos con militares de una organización adherida al Gobierno Giral. El resultado de la reprimenda fue la incorporación de un instructor político llamado Salvador que orientara las futuras actuaciones de Severo, pero el resultado fue vano porque un mes después cayó el propio Fermín. Éste llevaba en España desde 1943, enviado por la delegación del PCE establecida en Méjico para reorganizar los cuadros del partido descabezados meses antes.

A principios de 1946, acompañados de un guerrillero en el llano de Santa Cruz de Retamar, llegó Reguilón a Hoyo de Manzanares para recoger a dos presos que se habían fugado del penal en el que cumplían penas por rebelión militar. Después atracaron la finca El Canchal de donde solo se llevaron ropa y víveres, pero no pudieron hacer efectiva la multa de 125.000 pesetas impuesta a su dueño.

Camino de Galapagar, en la carretera Madrid-Escorial, Reguilón y los suyos llevaron a cabo lo que llamaba un control de coches. Éste hacía propaganda de la Unión Nacional, y una vez les había despojado de algunas cantidades de dinero, todos los guerrilleros cantaban el Himno de Riego.

De la Junta local de guerrilleros de Quismondo(Toledo), recibieron denuncia contra un ganadero de derechas de la localidad que intervino activamente en la represión después del año 1936. Era propietario de la finca Guadamillas en la que se apoderaron de una caja de caudales, víveres, ropa, tres escopetas y una pistola, además de dos caballos y cinco mulos que luego abandonaron.

Otro pasaje de la sentencia dictada contra Reguilón refleja otro episodio de este atípico y escurridizo guerrillero:

  “El día  26 de agosto de 1946, el procesado y su grupo de bandoleros asaltó la localidad de Alameda del Valle proclamando la República. Se dirigió al público desde el balcón del ayuntamiento en el que previamente había izado la bandera tricolor, finalizando con el consabido Himno de Riego. Días después al intentar atracar la finca La Berzosa se entabló un tiroteo con la Guardia Civil en el que resultó muerto el Comandante Arribas(Germán Paredes Aceituno) y Ángel López Jiménez El Cervantes, que días antes había abandonado la partida. Por tales circunstancias, Reguilón dispuso el regreso a Mataelpino y posteriormente a Madrid, donde continuó con la guerrilla de una forma muy peculiar. A mediados de 1947, al ser puesta en libertad la esposa del procesado Isabel Villalba Herrera y a la vista de que ya no tenía apenas compañeros de guerrilla deciden macharse a Galicia a emprender una nueva vida”.

            En efecto, así fue, en septiembre de 1947, Reguilón y dos acompañantes que le quedaban, seguían ocultos en la capital. Uno de éstos, Adolfo, antes de ser detenido por la policía se suicidó y el otro, Teodoro del Real Yáñez, Formal, natural de Santa Cruz del Retamar, le acompañó a Galicia junto con su esposa Isabel. Al comenzar el año 1947 los últimos guerrilleros de la Agrupación Gredos y el Grupo Mirlo se habían extinguido, pero continuó resistencia de la sierra en otras zonas montañosas de la provincia.

           En Lugo trabajó Reguilón, bajo el supuesto nombre de Bernardo Gonzalo, dando clases particulares a escolares. Pero el día 10 de enero de 1956 fue detenido tras ser delatado por el Jefe de la Guardia Civil de la localidad natal de Formal. Éste decidió casarse y tras ser amonestado en la iglesia de Santa Cruz, éste mando recordó el nombre del maqui de su pueblo y se lanzó en su busca. Reguilón fue condenado a muerte y sufrió cárcel hasta 1972, pero le fue  conmutada la pena por el régimen franquista.

          

          

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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