Carmena en la Guerra Civil

Carmena

Segunda República.

 

Al tiempo de proclamarse la Segunda República, Carmena tenía 2.100 habitantes y era una localidad eminentemente agrícola y de grandes diferencias socio-económicos. Estaba gobernada por un alcalde, Jesús Santos Vázquez, que durante años venía acatando con satisfacción las directrices dictatoriales del general Primero de Rivera para su municipio. (1)

Tras las elecciones del 12 de abril de 1931, los asesores de Alfonso XIII le aconsejaron que abandonara el trono. También pidió opinión a sus militares, que le hicieron ver que solo podía mantener su posición a costa de una guerra civil. Por todo ello, el rey hizo las maletas y se marchaba al exilio.

Carmena y Santa Olalla fueron los únicos pueblos de la comarca de Torrijos en los que fue necesaria la intervención de la Guardia Civil, cuando el cambio de régimen, de Monarquía a República, se estaba transfiriendo. Sobrellevó la población un azaroso y convulsivo periodo histórico motivado por las ansias de ostentar el poder. No por el último alcalde monárquico, Jesús Santos Vázquez, que ni tan siquiera se presentó a los comicios,  sino por sus concejales y demás colaboradores. (2)

En los pueblos pequeños las elecciones no tuvieron una marcada apariencia política, sino más bien administrativa. De ahí que en muchos Ayuntamientos los concejales fueran nombrados por el artículo 29 de la ley electoral. Se presentaban igual número de candidatos que de concejales correspondían al municipio y ya no era necesario votar. Por ello, podemos afirmar que el primer alcalde republicano de Carmena, aunque de manera interina, fue Clemente Figueroa Recio. (3)

Por estas y otras razones de fraude electoral se convocaron nuevos comicios municipales, a celebrar el 31 de mayo de 1931, en aquellos Ayuntamientos en los que se habían producido irregularidades. Ante el aluvión de reclamaciones presentadas, el ministro de Gobernación Miguel Maura decidió el nombramiento de comisiones gestoras, que en Carmena no se constituyeron con normalidad.

Desde Toledo llegó una orden para aceptar a Emilio Molina Aguilera como primer edil, junto con José López Palomar y Anacleto Figueroa López como concejales más cercanos, de claro signo político contrario. Esta nueva candidatura republicano-socialista nombrada desde la capital se estaba  despabilando de los vertiginosos acontecimientos y al menos sabía que esta vieja Corporación no era de su agrado. Por ello, habría que esperar hasta el 31 de mayo.

Pero en este intervalo de tiempo, entre el 14 y 31 de mayo, se produjo un fuerte brote de violencia surgido de la arbitrariedad con que eran designados sus mandatarios municipales. Por ello, fue requerida la Guardia Civil de Santa Olalla para sofocar la revuelta que los libros municipales recogen como “desórdenes callejeros”. La interina comisión gestora, asumiendo el coste económico que ello conllevaba, decidió que la Benemérita continuará en la población hasta después de los siguientes comicios. (4)

Sin embargo, y a pesar de las expectativas, en las segundas elecciones volvieron a confirmar el liderazgo que Clemente Figueroa Recio ejercía sobre el resto de miembros electos. Le acompañaron como concejales Ricardo Maroto Cano, Ubaldo Figueroa Recio, Miguel Perales Hernández y Emilio Molina Aguilera. La mayoría de ellos eran labradores que pertenecían a las clases medias, a excepción del señor Maroto, propietario de la extensa finca El Chorrillo. (5)

La Sociedad Obrera de la localidad cursó multitud de denuncias al gobernador civil a través del diputado del PSOE, Domingo Alonso. Este se desplazaba con frecuencia por la comarca para atender las quejas que le planteaban los jornaleros del campo. Una de ellas trascendió a la prensa socialista a través de un artículo que mandó publicar el propio gobernador:

 

“Mi querido Domingo Alonso: Respecto a las denuncias que tienes enviadas a este Gobierno donde se hacen constar las arbitrariedades cometidas por el Ayuntamiento de Carmena, especialmente por el alcalde señor Figueroa, en contra a las Sociedad Obrera. He de manifestarte que todo lo que me cuentas tuvo lugar en tiempos de mi antecesor, señor Valderrama, y afortunadamente ya quedó solucionado” (6)

 

Ignoramos cuales fueron las arbitrariedades a las que aludía el gobernador. Pero por analogía con otras localidades vecinas, gobernadas por Ayuntamientos conservadores en aquel año de 1932, podemos augurar que irían referidas a demandas no atendidas para generar empleo.

No existían en Carmena grandes latifundios como en la vecina Santa Olalla. La propiedad agrícola estaba divida entre una treintena de familias. Las otras, jornaleros y asalariados, solo disponían de sus manos para trabajar en un mediano término municipal. Por ello, el Ayuntamiento solicitaba la derogación del decreto de Términos Municipales (28 de abril de 1931) con el fin de que sus braceros pudieran desplazarse a Santa Olalla. Sin embargo, el señor Figueroa rechazó la propuesta de su homólogo de La Mata, con menor territorio que Carmena, para suscribir un acuerdo bilateral de libre circulación de jornaleros entre ambos pueblos. (7)

Sería a los pocos días de ser implantada la República cuando se promulgó la citada disposición que establecía la obligación patronal de contratar preferentemente a los obreros locales. Esta legislación beneficiaba a los jornaleros de los pueblos con mayor superficie de término municipal.

Para la nueva democracia española, el panorama era muy sombrío. Nuestra sociedad vivía en un enorme atraso y estaba profundamente dividida, con un gran distanciamiento entre las clases sociales. Los jornaleros y braceros del campo, mal pagados y mal alimentados, esperaban que las reformas fueran drásticas e inmediatas.

Menos de un mes y medio de la instauración de la Segunda República, la clase media española recibió un duro choque porque el populacho había quemado iglesias en Madrid. Ocurría que el nuevo régimen proclamó su determinación de respetar la libertad de creencias y cultos. Y en pocas semanas, los Ayuntamientos de toda España comenzaron a retirar signos sagrados de sus salones de actos y otras dependencias.  El recorrido y las horas de comienzo de las procesiones fueron motivo de polémica municipal.

Estas fricciones entre Iglesia y Estado, se plasmaron en el libro de actas de la Corporación municipal de Carmena. Aquí, a pesar de las profundas creencias religiosas del alcalde, señor Figueroa, y con el fin de no contrariar a la Sociedad Obrera, requería permiso al gobernador para celebrar determinados actos: “La solicitud presentada por la Hermandad del Cristo de la Cueva para celebrar la procesión, quedará en suspenso hasta que el gobernador de Toledo conteste a nuestra comunicación”, se transcribió en el libro de actas. (8)

Como los libros de actas del Ayuntamiento, correspondientes a los años 1934 a 1937 desaparecieron de manera misteriosa, poca información podemos ofrecer en este periodo. Pero si tenemos constancia, por otros archivos, de que Joaquín González sustituyó al señor Figueroa como primer edil a finales de 1932, antes de las elecciones generales de ese mismo año. Y a través de testimonios orales y hemeroteca provincial, también hemos intentado arrojar un poco de luz a este segundo bienio republicano.(9)

La razón por la que el señor Figueroa fue sustituido por Joaquín González en octubre de 1932, también la desconocemos porque el libro de actas no da una explicación. Pero fue un hecho común en muchos pueblos de la comarca, es  que las Sociedades Obreras presionaran en exceso a los alcaldes con sus reivindicaciones. Y al final, éstos dimitían o eran sustituidos por el gobernador, como debió suceder en Carmena.

Las segundas elecciones parlamentarias de la Segunda República se celebraron el 19 de noviembre de 1933, bajo una nueva Ley Electoral que permitió votar a las mujeres por primera vez en España. Con el triunfo de la derecha, en España y en Carmena también, el gobernador dio la orden de destituir a muchas Corporaciones de izquierdas y nombrar a personas más afines.

Con esta victoria electoral de la derecha vuelve a la alcaldía el señor Figueroa y Joaquín González regresa a la oposición como concejal. Pero poca información podemos dar de su gestión porque los libros de actas desaparecieron, junto con parte de su archivo municipal. Sin embargo, la radicalización de la política del socialista Largo Caballero nos ha permitido conseguir información a través de la prensa de algunas reivindicaciones obreras en Carmena. (10)

En efecto, el periodismo provincial nos revela la estrecha relación que mantenía el diputado socialista Domingo Alonso con sus compañeros de Carmena. A través de su medio de comunicación, El Heraldo Toledano, el político defendía a un grupo de diez jornaleros carmeneros que habían sido detenidos por la Guardia Civil por rebuscar frutos en la finca El Chorrillo.  Argumentaba en su defensa que los obreros habían actuado de acuerdo con el decreto de Laboreo Forzoso. A través de esta norma se obligaba a los propietarios a realizar todas las labores propias de un buen cultivo, evitando que dejasen de labrar la tierra. En caso contrario, se podía solicitar autorización a los patronos para rebuscar frutos ya cosechados. Y eso fue lo que el líder provincial socialista escribía en su noticia, en ayuda a sus protegidos que pasaron una noche detenidos en Santa Olalla. (11)

El vínculo que Domingo Alonso tenía con Carmena venía a través de un corresponsal del Heraldo Toledano, Pedro Leal López. El diputado en las Cortes Constituyentes de la Segunda República era propietario del citado rotativo y además de teniente alcalde del Ayuntamiento de Toledo. En los primeros días de la Guerra Civil fue herido mortalmente al resistirse a ser llevado como rehén al Alcázar por una patrulla de la Guardia Civil. No pudo evitar que su mujer y una de sus hijas fueran apresadas y conducidas a la fortaleza, acción que hasta el propio Moscardó consideró como una torpeza. (12)

El nombre del citado periodista, allegado a Carmena por algún vínculo que ignoramos, aparece firmando una nueva crónica de la localidad en el periódico de su jefe socialista. Está fechada en mayo de 1934 y comentaba la huelga declarada por la Sociedad Obrera “El Progreso Agrícola” de la Puebla de Montalbán, que el gobernador había desautorizado porque podría perjudicar la espléndida cosecha que se avecinaba. Semanas después, el corresponsal de Carmena publicaba la huelga general campesina de junio de 1934, así como  los pueblos de la provincia que la secundaban con mayor intensidad, entre los que se encontraba Carmena. (13)

Pero sin duda la información más amplia sobre este pueblo vecino la divulgó El Heraldo Toledano en plena revolución octubre de 1934. Publicaba que el alcalde La Puebla de Montalbán, de filiación socialista, y veintitrés vecinos más, habían ingresado en la cárcel de Ocaña acusados de convocar una huelga ilegal a finales de septiembre de ese mismo año. Entre los detenidos se encontraban los carmeneros Juan Expósito García y Pedro Luna Martín, afincados en La Puebla de Montalbán. (14)

Estaba ocurriendo que el líder del PSOE, Largo Caballero, había echado un pulso al Gobierno de derechas para que la CEDA no entrara a formar parte del mismo. Aunque en Asturias, la revolución de Octubre no fue un hecho meramente “socialista”. Aquí hubo una insurrección revolucionaria en toda regla por acción conjunta de todas las fuerzas obreras.

La mayoría de los líderes provinciales socialistas fueron detenidos, entre ellos Domingo Alonso que vio clausurado su periódico. Ahora, todas las informaciones de la repercusión de los sucesos de octubre en la comarca de Torrijos vendrían  de la mano de la prensa católica, y suponemos que el corresponsal carmenero permaneció una temporada de descanso obligatorio.

No se produjeron víctimas mortales en la provincia de Toledo, ni en las acciones revolucionarias ni en la represión posterior del coronel Moscardó. El 10 de octubre de 1934, en la primera página del rotativo El Castellano realizaba un informe enumerando los atentados de la provincia, y decía que el 8 de octubre en Toledo explotó un petardo en el último tren que llegó a la capital. También en Menasalbas encontraron una bomba de 17,5 kilos y en Carpio de Tajo petardos y una pistola. Y en la estación  de Carmena había un complot para volar los depósitos de agua, y posiblemente la vía férrea. Terminaba  relatando que en Santa Cruz del Retamar, dentro de la finca propiedad de Cosme Aguado, se aprehendieron tres cañoneras de carro tapadas con cemento.(15)

El coronel Moscardó publicó bandos declarando el Estado de Guerra y las penas que llevaban aparejadas los delitos de rebelión y sedición. Como muchas de las Casas del Pueblo y las Sociedades Obreras hicieron caso omiso a dichas advertencias, entre ellas la de Carmena, fue necesario enviar destacamento de tropa y Guardia Civil para declarar dicha excepcionalidad nacional.(16)

 

 

Frente Popular y elecciones generales del 16 de febrero de 1936.

 

Con la revolución de Octubre ya liquidada y el Gobierno Lerroux en el poder, la coalición de centro-derecha siguió gobernando la nación. Se devolvió a los jesuitas las propiedades confiscadas y su presidente intentó aplacar a la Iglesia. La CEDA insistió en que todas las escuelas, públicas y privadas, deberían ser católicas.

           La Gaceta del 8 de enero de 1936 publica tres decretos firmados el día anterior por Niceto Alcalá Zamora. Por el primero se disuelven las Cortes; por el segundo se convocan nuevas elecciones, sin haber completado la legislatura, para el domingo 16 de febrero y por el tercero se levanta el estado de alarma restableciendo las plenas garantías constitucionales.

A diferencia de los que sucede en 1933, las derechas no iban totalmente unidas a las nuevas elecciones, pese a que en una serie de provincias se establecieron acuerdos. Gil Robles, confiado del triunfo, prescinde de algunos sectores antimarxistas, como la Falange. Como consecuencia de ello, este partido político se ve obligado a presentar candidaturas en ciertas circunscripciones como Toledo, donde se presentó su líder, José Antonio Primo de Rivera.

Las izquierdas, en cambio, escarmentadas por lo sucedido tres años atrás, logran constituir el llamado Frente Popular. Esta agrupación de izquierdas triunfó en toda España, pero en la provincia de Toledo y en Carmena ganó la derecha.

Aunque después fuera irrelevante, porque los perdedores admitieron la victoria del Frente Popular en España, el secretario general del PSOE en la provincia, Manuel Aguillaume, fue el encargado de presentar las reclamaciones que concernieron a los colegios de 30 municipios toledanos y la anulación de las elecciones, entre ellos Carmena. Aquí, decía:

 

“El alcalde, que es de Acción Popular, amenazó a los que llevaban la candidatura abierta. Indica que el Presidente, Secretario y Vocales de la Sociedad Obrera fueron despedidos por su patrono. El Sr. Madariaga desmiente que el alcalde sea de Acción Popular, en lo que insiste el Sr. Aguillaume, añadiendo que junto con cuatro o cinco caciques se introdujo en el Colegio Electoral repartiendo candidaturas de derechas”. (17)

 

Tras la reciente victoria electoral de la izquierda se produce la consabida reposición en los Ayuntamientos de izquierda. Pero en Carmena quien accede a la alcaldía es un personaje nuevo en la vida municipal: Ángel Vargas Villegas. Poca información aportamos sobre el último alcalde republicano de Carmena. Tras su exilio no pudo ser juzgado por los tribunales militares al finalizar la guerra y su juicio sumarísimo en rebeldía quedó sin instruir. Sin embargo, a través de otras causas seguidas contra sus compañeros de partido hemos podido averiguar que era el líder de la Sociedad Obrera, y afiliado al PSOE. (18)

Pero todo cambiaría a partir de ahora. El jefe socialista Largo Caballero nunca fue un sincero frentepopulista, ni tampoco un entusiasta de volver a la alianza con la izquierda burguesa, según su propia denominación. En definitiva,  apoyaba la libertad y la democracia, “pero no renunciamos a que esta clase obrera pueda posesionarse del Poder el día de mañana”, decía el cabeza del PSOE. (19)

La extrema derecha no era ajena a aquel clima de terror que se creó tras dichos comicios. La violencia fue  alimentada a diario por pistoleros y provocadores de grupos radicales como Falange Española, el Requeté y las juventudes de Acción Popular. Quienes estaban conspirando para asentar el golpe militar necesitaban motivos que le avalasen, y cuál mejor que el caos social. Unos y otros mozos, de ambos bandos, eran los sectores más dinámicos y violentos de la sociedad que condujeron al desorden general. Los obreristas superaban en número de militancia a los jóvenes activistas de las organizaciones derechistas y sólo los partidos moderados parecían confiar en la ley.

Uno de los factores que más contribuyó a aumentar la tensión social durante la primavera de 1936 fue el anticlericalismo. La animadversión religiosa se dejó notar con más intensidad en los pueblos como Carmena donde el clero había prestado apoyo a la CEDA y había aplaudido la represión tras la huelga del campo de junio de 1934 y la posterior revolución de octubre del mismo año.

Sin embargo, el 13 de marzo de 1936, el cura regente de Carmena fue amenazado y tuvo que marcharse a su localidad natal, Talavera. Una semana después llegó para sustituirle Felipe Rubio Piqueras, pero igualmente fue expulsado por las fuerzas más radicales, para ser acompañado hasta la estación de ferrocarril por la Benemérita. Por último, el arzobispado de Toledo mandó a Mariano  Ruiz, natural de esta localidad. Era muy querido por sus paisanos, pero la juventudes socialistas se opusieron a que entrara en su pueblo y el carmenero tuvo que marcharse sin ven a su familia que residía aquí. (20)

Guerra civil.

 El compromiso del Ejército con la conspiración del golpe militar no era ni mucho menos unánime. Por eso, en junio de 1936, Mola dio órdenes terminantes sobre el procedimiento que debía seguirse con los oficiales que se mostraran reacios a participar en la sublevación. Su instrucción nº 3 ordenaba la purga inmediata de quienes se opusieran a la insurrección, “no dejando ningún enemigo del peligro libre y procediendo con la mayor energía, así como la muerte de los mandos que se negaran a participar”. (21)

La noche del 17 al 18 de julio de 1936, los rebeldes pasaron por las armas a 225 personas en el Marruecos español. Y a partir de las próximas semanas el Ejército de África avanzó a ambos lados de la carretera de Extremadura bajo el mando del general Yagüe, con destino Madrid.

Pero lejos del frente de batalla, en la retaguardia, y Carmena estaba en esa zona,  se estaba llevando a cabo una fuerte represión tras las líneas republicanas. Después de que la rebelión militar provocara el colapso de buena parte de los instrumentos del estado, en los pueblos que los rebeldes no logaron conquistar quedaron bajo control de los trabajadores armados que participaron en la derrota de la sublevación. Los Comités espontáneos de partidos de izquierdas crearon su propia policía represiva.

El Comité de Carmena lo presidió el médico titular J. López Bello, “Kilómetro”, que no era natural de la villa y residía en Torrijos.  Como ocurriera en tantas poblaciones de la comarca, los maestros, médicos y secretarios del Ayuntamiento eran los dirigentes locales más activos de los partidos de la izquierda, a quienes los afiliados o simpatizantes seguían con admiración. La incultura de éstos seguidores hacía que las instrucciones dadas por sus líderes (en su mayoría habían sido destinados a la población tras terminar sus estudios), fueran acatadas sin reflexión alguna. (22)

Sí sabemos de la visceral fobia anticlerical del primer edil, Ángel Vargas, que bajo su mandato permitió el saqueo de la iglesia. Pero en ningún sumario aparece su nombre como autor, cómplice o encubridor, de los asesinatos  del médico Manuel Estefani, Francisco López Palomar, Félix Agudo, Jesús Santos Vázquez y Antonio Rodríguez Rodríguez.

Una cosa parece indiscutible, no sólo en Carmena, sino en gran parte de los pueblos de España: el clero y las cosas sagradas constituyeron el primer blanco de las iras revolucionarias. No hubo que esperar órdenes de nadie para lanzarse a la acción, e incluso a través del propio alcalde, como ocurriera en Carmena. Las mismas escenas  se sucedieron en casi todos los pueblos de la comarca, excepción hecha de Alcabón, Almorox, Albareal de Tajo, Carpio de Tajo y Nombela, entre otros.

Las relaciones entre los Comités de Carmena y Puebla de Montalbán fueron muy estrechas. Hacían intercambios para evitar asesinar a sus propios convecinos o amigos de toda la vida. Los camiones y coches de milicianos forasteros aparecían sembrando el terror. Eran los propios vecinos del pueblo, miembros de los Comités, que se amparaban en las armas de los milicianos que “venían de fuera” para disparar las suyas.

Fruto de esta reciprocidad entre Comités pudo ser la actuación de Antonio Fernández Alonso, “El Lobo” y Valentín Gil Valiente, “El Chato de la Puebla”. Al primero se le imputaba el delito de haber participado, como cómplice,  en la muerte del pueblano Pablo Muñoz, ocurrida en término de Carmena en agosto del 1936, pero sin prueba alguna. También se le acusaba de estar planificando la muerte del falangista escalonillero, Agabio Moreno, guarda de la finca “La Zarzuela”, pero esta no se consumaría hasta terminada la guerra. Por otra parte, “El Chato de la Puebla” fue juzgado por su supuesta participación en la muerte del médico pueblano, Jerónimo San Miguel; también sin ninguna comprobación.(23)

De las propias manifestaciones realizadas del “Lobo”, realizadas ante el juez militar, sabemos que antes de estallar la contienda pertenecía a la C.N.T. Sin duda, su madre, Fidela Alonso, de ideología comunista, le influyó en dicha filiación izquierdista. Tenía 21 años cuando estalló la contienda, y  participó activamente en la revolución desatada por el golpe militar que pretendía poner fin a la República, “pero sin cometer asesinato alguno”, concluía el guerrillero en una de sus declaraciones ante el juez militar. Acudió a la llamada del médico señor López Bello, que le facilitó una escopeta para hacer guardia en las entradas y salidas de los caminos que llegaban a su pueblo. (24)

La actuación represiva de los tribunales militares, en los años 1937-38, fue especialmente desmedida en la localidades de Burujón y Carmena. En aquella villa, el coronel Moscardó tenía mucho interés es descubrir a los autores de la muerte de su capitán Alba; y en Carmena a quienes hubieran participado en la del médico Estéfani. Ocurría que un hijo del galeno, Víctor Manuel, compartió celda con Luís Moscardó, hasta el día de su polémica muerte ocurrida en Toledo a mediados de agosto de 1936. Como Víctor Manuel consiguió evadirse de sus captores, y ocultarse en una vivienda de la toledana calle Trinidad, pudo cumplir el deseo que el hijo del defensor del Alcázar le encomendó si moría. Esta pretensión consistía en entregar al  progenitor el anillo de su vástago. A cambio de dicha actuación, el coronel le prometió que investigaría la muerte de su hermano en Carmena. Y así fue, pero pagaron justos por pecadores.(25)

El primer vecino de Carmena condenado por los tribunales militares fue Juan Martín Jiménez, “Reverte”, en marzo de 1937. Le acusaban, sin fundamento alguno, de haber participado en el asesinato del médico Manuel Estéfani. Pero pronto se desveló que sólo fue el conductor del vehículo que, obligado por el Comité, condujo a sus asesinos. Por esta actuación fue condenado a “sólo”  20 años de reclusión, pero la pena se le aminoró porque los informes sobre antecedentes eran favorables.(26)

Así, a través de “Reverte”, hemos podido averiguar que tres individuos de La Puebla llegaron a Carmena, donde eran esperados por otros dos miembros del Comité de dicha localidad. Todo obedecía a un plan trazado días antes, por el médico López Bello en la tienda de Adrián Leal Rodríguez, “Picurucho”. Era el lugar donde se realizaban los sorteos de los miembros del Comité que deberían ser los ejecutores. La elección de quienes serían los ejecutados estaba en la mente de todos.

La carmenera Ascensión Collado García era acusada de proferir en una manifestación la siguiente frase: “¡Hay que matar al médico Estefani!”. Por ello, meses después, en noviembre de 1937, sería juzgada por los tribunales militares y ejecutada en la tapias del cementerio de Torrijos. Mejor suerte corrió su amiga Matilde Jiménez que sólo soportó varios años de cárcel por hospedar en su casa-pensión al médico López Bello.(27)

 

Inexplicable y sorprendente fue la actuación que tuvo el Tribunales Militar de Torrijos, en octubre de 1937, al admitir una infundada denuncia contra nueve vecinos de la villa: Dionisio Fernández Gómez, Alejandro Blázquez Muñoz, Enrique Ramírez Yule, Francisco Javier García Benito, Florencio Gómez Fernández, Joaquín González Orozco, Mariano Rodríguez, y dos mujeres, Enriqueta Collado y Ángela Fernández González. (28)

Todos éstos acusados vivían tranquilamente en Carmena y no esperaban que un año después de ser ocupada por la fuerza nacionales, se abriera una causa contra ellos. Podían haber huido si hubieran tenido que ocultar algún delito. Además algunos ya estaban afiliados Falange y realizaban las preceptivas guardias en la sede local y otros habían mandado al frente de batalla a sus hijos.

La explicación a tal dilación judicial hay que buscarla en la obligatoriedad de la denuncia previa. Así, el alcalde, Vicente Mayo García, les acusó extemporáneamente, en el año 1937, de una serie de hechos que sorprendió hasta el mismo cura párroco, Juan José Robredo. Éste decía en su preceptivo informe que el imputado Enrique Ramírez Yule era de izquierdas, como el resto de procesados, pero  libró al alcalde y al también derechista Eduardo Guadalupe de una muerte segura tras ocultarlos en su domicilio de la furia miliciana. (29)

A las mujeres de Carmena no sólo se las rapaba el pelo, sino que también eran juzgadas por los tribunales militares. Así a Enriqueta Collado se la acusaba de haber compuesto una coplillas en apoyando los asesinatos, y de cantarlas en público. Y Ángela Fernández González debió sentarse en el banquillo, sufriendo varios años de cárcel, por bordar la bandera comunista. Peor suerte corrió Dorotea Rodríguez Montero, madre de los tres hijos acusados de asesinar a López Palomar. Los hermanos de éste, Mariano y José López Palomar, consiguieron su ejecución ante un pelotón de fusilamiento en el mes de julio de 1937, junto con su convecino Segundo López Sobrino, “Galucho”.(30)

 

Final de la guerra.

 

La mayoría de los soldados republicanos derrotados volvieron a sus casas, creyendo que no habría represalias. Franco advirtió que solo serían juzgados los implicados en delitos de sangre, pero lo cierto es que nada más llegar a sus pueblos, gran parte de los derrotados fueron recluidos en cárceles municipales (escuelas, conventos, viejas fábricas o almacenes); después serían trasladados a las prisiones provinciales.

Como tantos miles de españoles, el carmenero Cipriano Gallego Fraguas volvió a su pueblo tras acabar la guerra, ignorando que los hermanos Urbano y Moisés Contreras Agudo le habían denunciado por hechos presumiblemente ocurridos casi tres años atrás. Le acusaban de haber cumplido las órdenes del Comité de  detener a su tío Félix Agudo, que después fue asesinado por un grupo de milicianos forasteros. La sentencia dictada en el consejo de guerra que le juzgó en Talavera de la Reina, en el año 1940, reconoce expresamente que no existen pruebas de que fuera el autor material de la muerte, pero fue condenado a la pena capital y ejecutado semanas después. (31)

Cuando estalló la guerra civil, se ajustaron cuentas con el pasado, viejos litigios, y rencillas familiares, en un pueblo donde todos se conocían, donde existían relaciones de parentesco o de amistad, que podían “costarte o salvarte la vida”. Así ocurrió con los hermanos Osvaldo, Clemente y Marcial Figueroa Recio, que pudieron salvar sus vidas tras huir de la localidad, después de ser detenidos.

Por su parte, Vicente Mayo García, primer alcalde franquista, y el derechista Eduardo Guadalupe evitaron su muerte porque un amigo, Enrique Ramírez Yule, de ideología contraria, le escondió durante varias noches en su domicilio (32)

El carmenero  Blas Díaz Plaza fue denunciado porque el día 15 de septiembre de 1936, en la Glorieta de Bilbao de Madrid, colaboró en la detención de su convecino Clemente Figueroa, puesto en libertad cinco meses después, dada su avanzada edad. La actuación del acusado no era muy punible, pero su denunciante intentaba probar lo comprometido que estaba con la causa republicana. Para ello, aportó como prueba un ejemplar del periódico “Crónica de Madrid” que le dedicó un artículo ensalzando su heroicidad en el frente de batalla. En la propia sentencia hacía expresamente mención a la entrevista que el rotativo hacía a la madre del imputado: “Estoy orgullosa de que mis 5 hijos hayan ido voluntarios a defender la república al frente de batalla”, respondía a una de las preguntas del periodista. (33)

 

 

Huidos y guerrilleros en las montañas de Toledo.

 

Otro juicio sumarísimo que nos ha servido para relatar el estado de alarma en que vivió la comarca de Torrijos en la primavera de 1941, ha sido el instruido contra Antonino Fernández Alonso, «El Lobo de Carmena». Éste fue un guerrillero que lideró una partida en los Montes de Toledo tras finalizar la guerra civil. De su voluminoso consejo de guerra hemos podido extraer mucha información de la actividad su grupo de huidos en la montaña.(34)

La conclusión de la contienda le sorprendió al “Lobo” en Extremadura. A finales de julio de 1938, su Brigada fue enviada a dicho frente, integrándose en la División del Zújar. Nada más terminar la guerra sería detenido en el campo de  concentración de Castuera (Badajoz), del que se fugó en dos ocasiones, sin mucho esfuerzo, para después andar fugitivo unos meses hasta adentrarse en los Montes de Toledo. Allí se integró en las partidas de Eugenio Sánchez, “El Rubio de Navahermosa”, y de Valentín Gil Valiente, “El Chato de La Puebla”.

Ocurría que para muchos españoles la guerra civil todavía no había terminado. Nada más finalizar la contienda miles de republicanos perseguidos se refugiaron en las montañas para salvar sus vidas. Eran los llamados “maquis”. Aunque éste vocablo es un galicismo, lo utilizamos por su evidente popularidad junto con el de guerrilleros o huidos.

Los primeros “huidos” eran republicanos con responsabilidades políticas (alcaldes, concejales, miembros de comités obreros, etc.) o implicados en hechos sangrientos en el año 1936, que querían evitar ser juzgados por los tribunales militares. Fueron el primer embrión de las partidas de “maquis”, ya que la gran desbandada hacía la sierra se produjo a partir de 1940.

Los guerrilleros pensaron que la dictadura tenía los meses contados y soñaban que los aliados europeos derrocarían al régimen franquista.  Por este motivo, cuando los “maquis” bajaban a las poblaciones para robar y aprovisionarse de comida, lo primero que buscaban eran periódicos que les informaran de la evolución política en Europa.

Los “maquis” de la sierra, a los que el régimen franquista pronto les convirtió en “bandoleros” o “ladrones”, apostaron por una lucha contra corriente, utópica y trágica. Solos y abandonados por las democracias occidentales, optaron por defenderse en las montañas antes que rendirse. La naturaleza agreste del relieve no sólo les brindaba una estratégica posición sino que dificultaba ser descubiertos con más dificultad por la Guardia Civil. Además podían disponer de algunos medios de subsistencia, como la caza y recolección de frutos silvestres, unidos a los que podían suministrarles sus familiares, amigos y simpatizantes. Muchos de éstos eran, a su vez, colaboradores, enlaces que les facilitaban información sobre los movimientos de la Guardia Civil y a los evadidos de las cárceles les indicaban donde podían contactar con otros huidos.

El saber ocultarse era cuestión de vida o muerte; por ello, los campamentos se establecían en lugares elevados desde donde el vigilante podía observar la mayor distancia posible. No dejaban sendas, pisaban en piedras o terreno duro. Evitaban cortar leña cerca del campamento y el fuego se hacía en el hueco de una roca o en cuevas. Se movían por la noche, amparados por la oscuridad, a pesar de que el ladrido de los perros eran sus mejores delatores. Bajaban a pueblos, aldeas o casas de campo. Aquí tenían amigos o enlaces. Todas las casas sospechosas de apoyar a los del monte estaban vigiladas. La Guardia Civil controlaba desde el pan que se compraba en la panadería para cada hogar, hasta los animales que se sacrificaban en cada familia. El cordón umbilical de la guerrilla era la organización del Llano: enlaces rurales encargados de proporcionar todo tipo de información y apoyo a los del monte.

Los guerrilleros más perseguidos de la comarca, que operaban en Los Montes de Toledo, fueron “El Chato de la Puebla” y “El Rubio de Navahermosa” que llegaron a liderar una partida de más de 30 hombres, entre los que se encontraba “El Lobo de Carmena”. Después pasaron a actuar por separado, aunque sus destinos corrieron trágicas suertes paralelas en el tiempo.

Los tres huidos citados, junto conManzanero”, fueron  símbolos de la rebeldía toledana, en su área de los Montes de Toledo, frente a la represión impuesta por los vencedores de la guerra. En el extremo Suroeste de la provincia, “Quincoces”, “Chaquetalarga” y “El Comandante Honorio”, fueron los más populares; y en la sierra de Gredos, Adolfo Lucas Reguilón, un intelectual comunista que se declaraba seguidor del pacifismo de Gandhi.

La biografía de estos guerrilleros de la comarca de Torrijos es muy similar. Así, Eugenio Sánchez-Gabriel Esteban-Manzanares “El Rubio de Navahermosa”, había sido un destacado dirigente socialista en su pueblo y presidente del Comité. Al finalizar la guerra intentó salir de España por el puerto de Cartagena, pero ante la imposibilidad de embarcarse regresó a su villa natal. Aquí encontró a su padre que estaba encarcelado y condenado a muerte; pena que finalmente se ejecutó el 23 de octubre de 1939. Con estos antecedentes, y como “El Rubio” estaba vinculado con la muerte del veterinario de su pueblo, al terminar la guerra civil, se marchó a vivir como huido en el monte.(35)

Por su parte, Valentín Gil Valiente, “El Chato de la Puebla”,  se le juzgaba por haber participado en la muerte del médico pueblano, Jerónimo San Miguel. Después de aquel sangriento verano del 1936, “El Chato de la Puebla” tuvo una participación muy activa en la guerra. Ascendió rápidamente a teniente del Grupo de Información Guerrillera de Espionaje, con sede en Navahermosa y participó en varios sabotajes en la comarca de Torrijos.(36)

Volviendo a la posguerra; después de ser condenado a muerte en consejo de guerra celebrado en Toledo, el 24 de septiembre de 1939, “El Chato” consigue fugarse de la cárcel de Navahermosa. Uno de sus dos compañeros de evasión, Gregorio Gomero Vázquez, natural de Gálvez,  perdió la vida en el intento. El otro, Marcelino López Mayoral, de San Pablo de los Montes, sólo resultó herido de bala. Éste último contaría al juez instructor, Victorino Hernández Martín, los detalles de la fácil escapada del presidio, planificada por “El Chato”. La huida no ofrecía mucha dificultad, toda vez que los presos andaban libres por el patio que se comunicaba con la calle a través de un gran portón, sin ningún tipo de ataduras o esposas. Sabían que a las 20 horas, aproximadamente, se abriría la entrada para dar acceso a los acarreadores de agua de la fuente pública. Así,  “El Chato” convenció a sus compañeros de huida argumentando que no tenían nada perder, pues los tres habían sido condenados a muerte por un consejo de guerra. En la forma planificada, “El Chato”  golpeó con un botijo violentamente al centinela, y los tres evadidos salieron corriendo por el centro de la población. Habían acordado reagruparse en un espeso olivar  que ellos conocían bien. Pero sólo “El Chato” acudió a la cita. El huido anduvo fugitivo bastantes días por la montaña hasta que contactó con la partida de “El Rubio”, “Manzanero”, “Mariblanca”, “Margallo” etc (37)

El perfil de la personalidad del “Chato” quedó reflejado en una carta manuscrita por él, cuyo original sigue unida a los viejos legajos que componen su consejo de guerra.  El 1 de agosto de 1940, el alcalde de Navahermosa, Manuel Villanueva, se encontró con un sobre cerrado que alguien había introducido por debajo de la puerta de su domicilio. El mensaje había sido escrito a lápiz por “El Chato” y, con una redacción muy defectuosa, le conminaba al primer edil a que pusiera en conocimiento de la justicia “este recao que os escribe “El Chato”, comenzaba diciendo el pueblano. “Que desde este momento sepa la justicia que “El Chato” deja de ser bueno, y de hacer bien a todos en la sierra, si ustedes están conformes con que mi mujer continúe en la cárcel”, seguía en su misiva casi ilegible, después transcrita a máquina por la Guardia Civil. De manera muy ingenua, con el fin de restar importancia al apresamiento de su cónyuge, quiso dar a entender que su esposa no le preocupaba mucho, y dice: “Mi mujer me importa tres cojones y si muere me caso con otra”, para continuar afirmando: “ Yo les digo una cosa, si ustedes fusilan a mi mujer, a todo aquel que eche las uñas de Navahermosa, que sea de derechas, le voy a fusilar”; e insistía en que sabía la identidad del responsable de la detención de su esposa: “ yo sé muy bien quien tiene la culpa de que esté detenida”. Se refería a un tal Jacinto y le amenazó de que no saliera del pueblo “porque le voy a cazar”, recordándole que “yo no me he metido con su familia”. La carta, antes de ser firmada, terminaba diciendo: “El que avisa no es traidor y conozco muy bien la dinamita y los petardos. Yo lo tengo todo jugado”, sabedor de que su final no estaba muy lejano.(38)

 

 

Antonio Fernández Alonso, “El Lobo de Carmena”.

 

 

Antonio, también conocido por Antonino, Fernández Alonso, nació en Carmena el 15 de junio de 1915. La vida de este guerrillero estuvo llena de amarguras. Era el menor de 10 hermanos, pertenecientes a una de las familias más humildes de Carmena, todos ellos jornaleros del campo.

Con tan sólo 12 años de edad ya trabajaba  en la finca “La Zarzuela”, junto con el resto de la familia. Su relación laboral con el guarda de dicha hacienda, Agabio Moreno, primer alcalde franquista de Escalonilla, siempre fue muy tensa y se revelaba ante todas las injusticias sociales que vivía en su propia carne, para luego trasladarlas a la Sociedad Obrera de Carmena de la que era un sindicalista destacado. Además, como Antonino se veía obligado a subsistir como cazador furtivo, de ahí su apodo,  los enfrentamientos con Agabio eran continuos.(39)

Uno de los hermanos del “Lobo” sufría de tuberculosis y vivía aislado en una choza de espadaña, para que no contagiara la enfermedad, alejado del caserío donde toda su familia trabajaba y nunca vio con buenos ojos esta marginación impuesta por el médico de Carmena, Manuel Estéfani. Años después, tanto Agabio como Estefani serían asesinados, el primero por “El Lobo” y el segundo por miembros del Comité de Carmena.

Tenía Antonino 21 años cuando estalló la guerra y sería juzgado por su intervención en la revolución desatada en su pueblo en aquel verano de 1936. Sin embargo, en el proceso judicial seguido contra él, y que finalizó sin sentencia por la previa muerte del acusado, se le imputaba el delito de haber participado como cómplice  en la muerte del pueblano Pablo Muñoz, ocurrida en término de Carmena en agosto del 1936. Sin embargo, como tantos otros procesados por tribunales militares por hechos similares, no se puede dar verosimilitud a los mismos por falta de pruebas. Las denuncias estaban avalados enemigos políticos y por las afirmaciones de los familiares de las víctimas.(40)

Con el estallido de la guerra, horas antes de las llegada de las tropas nacionales a Carmena, “El Lobo” se marchó a Madrid. Estuvo en la capital hasta el mes de enero de 1937 y se alistó voluntario al Primer Batallón de la  66 Brigada Mixta en Guadalajara. Después de un  corto periodo de instrucción militar ascendió a Cabo. Participó en la célebre batalla de Pozoblanco(Córdoba), entre marzo y abril de 1937, donde las Brigadas Republicanas resistieron la gran ofensiva lanzada por Queipo de Llano. El final de la guerra le sorprendió en Extremadura porque  a finales julio de 1938, su Brigada fue enviada a dicho frente, integrándose en la División del Zújar.(41)

Las últimas semanas de vida de este guerrillero fueron muy intensas porque quebrantó uno de los postulados básico de la guerrilla, que era el de evitar muertes innecesarias. Así, el 4 de marzo de 1941, tuvo lugar la única acción ofensiva llevada a cabo por los huidos hasta le fecha, cuando “El Lobo”, “El Chato de la Puebla” y “El Moreno de Carpio”, asesinaron al guarda de la finca La Zarzuela, Agabio Moreno Ortiz, primer alcalde franquista de Escalonilla, en término de Carmena (Toledo).

La hija de Agabio, Candelas Moreno Duro, acompañaba a su padre ese fatídico día. Contaba con 21 años de edad cuando, sentados a la lumbre de paja de la casa, llamaron a la puerta. El guarda, sorprendido de que nadie contestara a su voz, tomó la escopeta y salió por la puerta trasera, “pero apenas tuvo tiempo de nada”, recuerda su hija. Una ráfaga, disparada por “El Lobo”, que casi alcanzó a Candelas, atravesó el mentón. Iba encapuchado para no ser reconocido. Sus dos acompañantes, “El Chato de La Puebla”  y un tercero no identificado, no utilizaron sus armas, pero sí ayudaron a maniatar a otro hijo del fallecido, Felipe, que llegó al oír los disparos. (20) El primo de Candelas, Juan Gonzalez Alonso, que también se hallaba próximo al lugar de los hechos, contó a la Guardia Civil que reconoció a “El Chato”, de cuando vivía en el barrio Labradores de La Puebla.

Los maquis se llevaron todas las armas que había en la finca(cinco escopetas, una pistola, munición de caza)  y 15.000 pesetas que se encontraban sobre la mesa, recibidas de una reciente compraventa de corderos. El carmenero  requirió a Candelas la caja fuerte, “pero yo la había soterrado en los rescoldos de la lumbre para evitar su robo” concluye. A continuación, “El Lobo” y sus acompañantes, abandonaron el lugar de los hechos y se dirijieron camino de Santa Olalla. Escondió las armas de fuego que robó, en un zulo próximo al Ventorro del tío Virique, a tan sólo tres kilómetros de esta localidad. Días después este sería su lugar de muerte.

 

En tan sólo unos días, desde que “El Lobo de Carmena”, de manera incomprensible, diera muerte al guarda de la finca La Zarzuela, los guerrilleros de la comarca sufrieron su mayor acoso desde el final de la guerra. Así, casi un mes después, el 2 de abril de 1941, “El Chato de la Puebla” fue detenido y luego fusilado en las tapias del cementerio de Navahermosa y su cadáver expuesto en la plaza pública. Y dos días después “Francisquillo”, “El Beato” y “Patala” resultaron muertos tras un chivatazo a la Guardia Civil de un confidente. A las pocas jornadas de la captura de “El Chato”, resultó muerto “El Rubio” cuando intentaba entrar en su pueblo disfrazado de cabrero. Su cadáver también fue expuesto al público colgado de un árbol. (42)

Tras la muerte de “El Rubio” y “El Chato”, los miembros de sus partidas quedaron desorientados, sin saber qué hacer y donde ir. El más perseguido, “El Lobo”, estuvo deambulando por la zona y permaneció escondido en un molino de Menasalbas, hasta que el 17 de abril de 1941 fue descubierto por la Benemérita que trató de detenerle. Pero el guerrillero se defendió y disparó contra los guardias civiles Ángel Martín Muñoz y Sergio del Río López, que resultaron muertos en el acto. A continuación, “El Lobo” se dio a la fuga en solitario hacía su pueblo natal, sabedor de que ante la ausencia de montaña en la que esconderse, sus días estaban contados. Poco le importaba ya seguir actuando al margen de los postulados de la guerrilla, cuando lo que pretendía ya era salvar sui vida

La Guardia Civil sabía que el de Carmena volvería su pueblo, pero era difícil su localización porque dormía por el día se desplazaba por la noche. Pero el 21 abril de 1941, dio señales de vida en un lugar próximo a la estación de ferrocarril de su localidad natal. Aquí, “El Lobo” hirió de bala al cabo de caballería Gregorio Fernández Guadamur. Fue un alarde o exhibición de puntería, realizado en presencia de dos jornaleros de su pueblo, que el propio herido contaba así:

 

“Cabalgaba próximo a la finca El Tapuelo, y en una pequeña casa de campo avisté a tres labriegos arando con una yunta de mulas. Me acerqué a preguntarles si habían visto al Lobo, cuando de pronto, éste salió de su escondite y dijo, ¡aquí estoy!. Disparó sobre mí sin mediar palabra hiriéndome en una pierna. Mi caballo se desbocó y no pude controlarlo hasta 1 km después, pero antes “El Lobo” ya se apropió de mi carabina que había caído al suelo”.(43)

 

Al mando del coronel Enrique Pastor Rodríguez, junto con dos capitanes, el teniente Vicente Villarrubia Carrillo, conocedor del terreno, y una tropa de 60 hombres se emprendió la batida definitiva para capturar al huido más perseguido de la provincia de Toledo.

Los citados mandos de la Benemérita trazaron un gran círculo imaginario, de más de 30 km de diámetro, en el mapa de la comarca más próximo a Santa Olalla-Carmena, para que sus hombres le fueran cerrando palmo a palmo, desde Escalona hasta Santa Olalla, pasando por Hormigos y Maqueda, así como en las orillas del río Alberche. Sabían que nadie ofrecería casa y alojamiento al huido porque toda la población estaba alertada y existía una gran psicosis con los habitantes que decían haber visto al huido.

 

También, en esos días de fuga desesperada y alocada, cuenta la tradición oral que intentó dar muerte a otro paisano falangista, Ricardo Maroto. Esta circunstancia no consta en el sumario, ni en los informes de la Benemérita, pero según testimonios de vecinos, el señor Maroto viajaba en tren desde Madrid a Carmena, pero advertido por unos amigos del peligro que corría si llegaba a su destino, se apeó en Torrijos. Días antes, según las mismas fuentes, asaltó a otro paisano que se encontraba arando, con el único fin de alimentarse. Aunque le advirtió que silenciera su aparición, el labrador corrió presuroso a contarlo a la plaza del pueblo, donde se formó un gran revuelo.

El guerrillero de Carmena buscaba ayuda de un camarada que vivía en Hormigos y trabajaba como jornalero para el sacristán de esta villa. La Guardia Civil fue alertada por el sacristán de aquella localidad de que el hombre más buscado de la provincia pernoctaba en su casa. Fue apresado mientras dormía. El jefe de las operaciones de su detención, el coronel Enrique Pastor Rodríguez, lo redactaba así en su informe:

 

“Ha sido muy difícil su detención, porque seguía la táctica de permanecer escondido durante el día y avanzar con la oscuridad de la noche. Pero después de tener conocimiento de la muerte de los dos guardias civiles en Menasalbas, sabíamos que volvería a Carmena. Por ello, tras la última agresión del día 21 de abril, planifiqué la formación de una bolsa o circulo imaginario. Así, en las estaciones de ferrocarril de Erustes y Santa Olalla dejé 5 hombres en cada una; 8 efectivos en Escalona, otros 6 en Almorox, más en Paredes, Hormigos y El Casar de Escalona. Pero el día 24 de abril fue localizada su presencia en la población de Hormigos. Ordené derribar la puerta de la casa en la que encontraba y, un capitán y seis elementos de tropa, detuvieron al Lobo sin resistencia alguna. Se le incautó un mosquetón Mauser, una pistola Sthmeisser, con mucha munición, para ser conducido al ayuntamiento de Hormigos, donde se reconoció culpable, sin presión alguna. Después fue conducido a la prisión de Santa Olalla, pero como intentó darse a la fuga ordené disparar, causándole la muerte”.(44)

 

Sin embargo, existe otra versión diferente a la anterior en cuanto a los últimos momentos de la vida del guerrillero Antonino Fernández. El día 26 de abril de 1941, fue conducido por la Guardia Civil al lugar donde había soterrado las armas que tomara, semanas atrás, en la finca La Zarzuela. A las ocho de la mañana del mismo día, en aquel paraje próximo a Santa Olalla, “El Ventorro del tío Virique”, fue fusilado por miembros de la Benemérita aplicándole la ley de Fugas.

Tras la caída del carmenero los pocos supervivientes buscaron refugio en las otras dos grandes partidas toledanas: la de Jesús Gómez Recio, “Quincoces”, y la de Honorio Molina Merino, “Comandante Honorio”. El día 16 de julio de 1942 se entregó un huido en el cuartel de Carpio de Tajo, suponemos que pertenecía a la partida de “El Rubio”. No era otro que Tomás Jiménez Herrera, el cual manifestó que “se había cansado de su vida en el monte y había abandonado el fusil a orillas del río Tajo».

 

 

  • Libro de actas, sesión 15 de abril 1931.
  • Ibidem
  • Ibidem
  • Libro de actas, sesión 15 de mayo 1936
  • Libro de actas, sesión 3 de junio de 1936.
  • Heraldo Toledano, 20 de abril 1932.
  • Libro de actas, 20 de junio de 1931.
  • Libro de actas, 22 de julio 1931.
  • Libro de actas, 23 noviembre de 1932
  • Libro de actas, sesión 3 de diciembre de 1933.
  • Heraldo Toledano, 1 de abril 1932.
  • SÁNCHEZ LUBIÁN, Enrique: Domingo Alonso, apóstol del socialismo toledano. Almud, Toledo 2014, pp. 32 y ss.
  • Heraldo Toledano, 6 de junio de 1934.
  • Heraldo Toledano, 8 de octubre1934
  • El Castellano, 10 de octubre de 1934.
  • El Castellano, 8 de octubre de 1934.
  • Archivo Diputación Provincial de Toledo. Acta de impugnación de elecciones.
  • Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumario 2376, seguido contra Fidela Alonso Gómez, madre del “Lobo de Carmena”, Maria Collado Rodríguez y Ascensión Collado.
  • AROSTEGUI, Julio: Largo Caballero. El tesón y la quimera. Madrid, Debate, 2013, pp. 210 y ss
  • RIVERA J.F.: La persecución religiosa en la Diócesis de Toledo. Toledo 1995, pp 221 y ss.
  • PRESTON, Paul: El Holocausto Español. Madrid, 2011, Debate, pp. 234
  • Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumario 1010-T, seguido contra Adrián Leal Rodríguez y otros.

(23)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Fondo Madrid, causa 19260, legajo 3431, caja 04015, seguida contra “El Rubio de Nanahermosa”

(24)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Fondo Madrid, causa 34953, legajo 2381, caja 02920, seguido contra Antonio Fernández Alonso, “El Lobo de Carmena”

(25) Testimonio de Miguel Ángel Salort Estéfani, en su atenta carta remitida al autor, desde Talavera  el 24 de marzo de 2006.

(26)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumario 85554, seguido contra Juan Martín Jiménez, “Reverte”

 

(27)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumario 2376, seguido contra Fidela Alonso Gómez, madre del “Lobo de Carmena”,  Maria Collado Rodríguez y Ascensión Collado.

(28)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumario 7823, seguido contra Dionisio Fernández Gómez, Alejandro Blázquez Muñoz, Enrique Ramírez Yule, Francisco Javier García Benito, Florencio Gómez Fernández, Joaquín González Orozco, Mariano Rodríguez, y dos mujeres, Enriqueta Collado y Ángela Fernández González

(29)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumario 3889, seguido contra Rita Alonso, Luciano Collado Rodríguez y Concepción Palomo.

(30)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumario 7837, seguido contra Victoria Ruiz Oeo.

(31)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Sumario 67355, seguido contra Cipriano Gallego Fraguas.

(32) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 1001, Legajo 54, seguido contra el vecino de Carmena,  Blas Díaz Plaza. Éste fue denunciado porque el día 15 de septiembre de 1936, en la Glorieta de Bilbao de Madrid, colaboró en la detención de su convecino Clemente Figueroa, puesto en libertad cinco meses después, dada su avanzada edad. La actuación del acusado no era punible, pero su denunciante intentaba probar lo comprometido que estaba con la causa republicana. Para ello, aportó como prueba un ejemplar del periódico “Crónica de Madrid” que le dedicó un artículo ensalzando su heroicidad en el frente de batalla. En la propia sentencia hacía expresamente mención a la entrevista que el rotativo hacía a la madre del imputado: “Estoy orgullosa de que mis 5 hijos hayan ido voluntarios a defender la república al frente de batalla”, respondía a una de las preguntas del periodista.

(33)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Fondo Madrid, causa 34953, legajo 2381, caja 02920, seguido contra Antonio Fernández Alonso, “El Lobo de Carmena”

(34)DIAZ DIAZ, Benito: Huidos y guerrilleros antifranquistas en el centro de España, Toledo, Editorial Tilia, 2011, pp. 50 y ss.

(35)Ibidem

(36)Archivo General Militar de Madrid. AGMM, sumario 28885, seguido contra “El Charo de la Puebla”.

(37)Ididem

(38)Testimonio del vecino de Carmena, Julián Díaz Moreno, en entrevista realizada el 26 de mayo de 2002.

(39)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Fondo Madrid, causa 34953, legajo 2381, caja 02920, seguido contra Antonio Fernández Alonso, “El Lobo de Carmena”

(40)Ibidem

(41)Testimonio de Candelas Moreno Duro, en entrevista realizada en Toledo el 20 de mayo de 2001.

(42)DIAZ DIAZ, Benito: Huidos y guerrilleros antifranquistas en el centro de España, Toledo, Editorial Tilia, 2011, pp. 50 y ss.

(43)Archivo General Militar de Madrid. AGMM. Fondo Madrid, causa 34953, legajo 2381, caja 02920, seguido contra Antonio Fernández Alonso, “El Lobo de Carmena”

(44)Ibidem

 

Valora este artículo post
Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

Sin comentarios

Escribir un comentario