ALMOROX EN LA SEGUNDA REPÚBLICA.

Capítulo tomado del libro Orígenes de la Guerra Civil en la comarca de Torrijos.

 

Los cinco personajes más importantes durante la Segunda República en Almorox fueron sus alcaldes, Pedro Peña Adrada, Marcelino Escudero Rodríguez, Martiniano Silván Parro, Antonio Quero García y Calixto Silván González.(1) El hecho de que  todos ellos sobrevivieran a la contienda, falleciendo de muerte natural en la posguerra, evidencia que la revolución desatada por el golpe militar azotó a la localidad de forma moderada y no existieran asesinatos de curas y derechistas almorojanos en aquel verano revolucionario. Sin embargo, la posterior represión nacional fue despiadada y cinco vecinos murieron, sin juicio previo, tras la toma de Almorox ocurrida el día 7 de octubre de 1936 por la Columna de Castejón.

La causa de tan sorprendente ausencia de derramamiento de sangre se debe a un maestro de escuela, educado, culto, tolerante, afable, llamado Antonio Quero. Éste accedió a la alcaldía tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 e inculcó a los jóvenes izquierdistas de la villa que la violencia no era el camino idónea para salvar la democracia. Pero tras estallar la guerra pensó que el lugar idóneo para defender la república estaba en el frente de batalla y no en el tranquilo pueblo de Almorox, del que no era oriundo. Antes de su marcha, el profesor buscó la persona más capaz para que le sustituyera en la corporación municipal. Y acertó en la elección de Calixto Silván González porque gobernó Almorox con honestidad en tiempos difíciles, aunque después sería juzgado por los tribunales militares en la posguerra.

Este nuevo primer edil, soltero, labrador, y afiliado a U.G.T. desde 1932, sólo tenía 29 años cuando accedió a su cargo a finales de julio de 1936, cuando Almorox contaba ya con 3.130 habitantes. Durante su mandato no hubo víctimas y manifestó, ante el tribunal que le juzgó años después, que los destrozos en la iglesia fueron llevados a cabo por “cinco o seis miembros incontrolados” del batallón del comandante Dueso a su paso por la localidad camino del frente. Calixto Silván justificó no poder evitar tales desmanes anticlericales, pues se produjeron al albergarse la tropa dentro de la iglesia parroquial y declaró que tuvieron que “incautar catorce novillos, propiedad del vecino Andrés Retuerte, para dar de comer a todos los militares republicanos alojados en el templo”. Y prueba de que el primer edil decía la verdad ante los militares que le juzgaban, lo acredita el  propio reconocimiento que la Iglesia le dispensa en uno de los libros editados por el Arzobispado de Toledo.(2)

El pacífico e insólito Comité almorojano consiguió facilitar la fuga del cura perseguido por los milicianos forasteros, pero no pudo evitar que éstos detuvieran a las personas más representativas de la derecha local. No fue fácil convencer a los enfurecidos miembros de la madrileña Brigada de Agapito García Atadell, que se había desplazado hasta la localidad por una dudosa denuncia previa imputada misteriosamente al almorojano Juan Jiménez de la Hoz, quien en octubre de 1936 fue apresado en la cárcel de Almorox y después fusilado sin juicio previo.(3)

Entre los diez apresados se encontraba el ex alcalde de la CEDA, y después primer alcalde franquista, Marcelino Escudero Rodríguez. Otros como Sabas Fernández, Carmen y Petra García, Justo Novas, y hasta un total de quince personas, fueron  conducidas a la Checa de la capital de la que Atadell era jefe. Éste gallego fundador de la «Brigada del Amanecer», a pesar de su fama de sanguinario, fue convencido por los miembros del Comité almorojano, que se desplazaron a Madrid y consiguieron la liberación de sus paisanos.(4)

Al frente del referido Comité estaba Hilarión Díaz Cortés, acompañado de Natalio Cortés del Casar, Daniel Zárate Gutiérrez y Cipriano Catalino Alonso. Su buena relación con el alcalde, Calixto Silván González, hicieron posible algo que el propio Arzobispado de Toledo agradeció años después: facilitaron un salvoconducto al sacerdote para que el día 21 de julio huyera. El cura estuvo refugiado en diversos parajes de pinares del término, hasta que el día 19 de septiembre fue descubierto por las milicias de Cadalso y conducido a la cárcel Modelo de Madrid; desde allí a la prisión de Porlier donde fue condenado a muerte. Cuando era conducido al lugar de fusilamiento logró escapar, ocultándose en la capital hasta el día de la llegada del ejército nacional. (5)

La relación entre Calixto Silván y el presidente del Comité fueron excepcionales: compartían filiación política y sindicato. Éste último reconoció haber requisado al vecino Leonardo Hurtado Montero 750 pesetas que entregó al alcalde, depositario de las incautaciones y multas. Entre ambos, corporación municipal y Comité, se apresuraron para agilizar los asentamientos de la finca el Alamín y otra hacienda propiedad de Ignacio Pedraza.(6)

Los juicios sumarísimos de Almorox resultan sorprendentes por ser los únicos donde los informes del alcalde, Falange y poderes locales exculpan la actuación del Comité tras el estallido de la guerra. La explicación es bien sencilla, el derechista Marcelino Escudero Cortés, que salvó la vida gracias a sus convecinos quería corresponderles con la misma moneda. Convenció al jefe de Falange para que emitiera un buen informe de la actuación de sus enemigos políticos. Y así fue, se hizo constar el riesgo corrido por los frentepopulista que se desplazaron a Madrid. Éstos almorojanos fueron tachados de cobardes por los jefes de la Checa, cuando conocieron las intenciones de los mismos.(7)

Los informes del Ayuntamiento fueron más negativos con  respecto al último edil republicano, Calixto Silván González, a pesar de que él fue una de las personas que intercedieron en  “los liberados de la Checa de Atadell”. Le acusaban de haberse apropiado de una joya de gran valor que el cura párroco entregó al juez municipal, Santiago Pedraza, y éste al primer edil. El collar de perlas, valorado en más de 75.000 pesetas, era una ofrenda de Felipe II a la Virgen de la Piedad, patrona del pueblo, que fue custodiado por Calixto Silván hasta su llegada a Madrid en octubre del 36. En la capital se lo entregó a las autoridades competentes, como era preceptivo con todos los objetos de valor incautados por los Comité. El presidente de la Federación Española de Trabajadores de la Tierra(FETT), Justo Calleja, le firmó al primer edil un recibo acreditativo de la entrega, “pero a lo largo de los tres años de  guerra se me perdió”, concluía el procesado su declaración.(8)

También la actuación pacificadora del primer alcalde republicano de Almorox, Pedro Peña Adrada, fue determinante para evitar muertes. Así ocurrió el 10 de agosto de 1936 cuando el falangista Esteban Gutiérrez Sen fue denunciado y conducido al Ayuntamiento por el jefe de milicias de la escolta del tren. Ya en la Casa Consistorial Pedro Peña persuadió y arrebató la pistola a su ejecutor.

Estuvo al frente del Ayuntamiento desde junio de 1931 hasta finales de 1933, en que fue sustituido por el derechista Martiniano Silván. La rivalidad entre ambos mandatarios se remonta a 1931, cuando éste último es sustituido por aquel por aclamación popular. Sin embargo, entre ambos políticos consiguieron convencer a las masas obreras, en plena Revolución de Octubre de 1934, para que desistieran de su empuje revolucionario.

Pero Pedro Peña Adrada fue el líder de la izquierda almorojana durante el primer periodo de la Segunda República y también sufriría represión en la posguerra al ser juzgado por los tribunales militares franquistas. Había militado en el Partido Republicano Radical Socialista, que a pesar de su nombre era moderado, hasta su disolución en 1933. Después pasaría a engrosar las filas de la formación de Manuel Azaña, Izquierda Republicana. Su popularidad en la población  era muy grande al propietario del famoso Bar «El Águila», lugar de centro y reunión de republicanos almorojanos, en la misma plaza de la villa.

En el mes de octubre de 1936 Pedro Peña, tras la toma de Almorox ocurrida el día 7 por la Columna de Castejón, sería detenido en su localidad natal y pasó un mes en la cárcel local. La estancia en el calabozo municipal de Pedro Peña, situado junto a la plaza de la villa, a escasos metros de la picota medieval, fue traumática porque permaneció unos días en compañía de los cinco vecinos que fueron sacados de la prisión para ser fusilados en Escalona. Y las presiones eran que el exalcalde republicano fuera también en la misma saca, pero la intervención del familiar derechista de Paredes de Escalona, Braulio Peña, evitó su muerte. Éste terrateniente llegó apresurado a Almorox para entrevistarse con el alcalde Marcelino Escudero:»En Paredes de Escalona tengo detenido al marido de tu hermana, si matan a mi sobrino y no haces nada para evitarlo, vete mañana a las tapias del cementerio a recoger el cuerpo de tu cuñado», le amanzanó el cacique al primer edil franquista. Ambos ignoraban que años después serían familia porque un hijo de Pedro, Ciriaco, contraería matrimonio en la posguerra con Martina, nieta de Marcelino.

A las 5 de la madrugada del día siguiente, una camión aparca en la puerta de la prisión y los arrestados con subidos por sus guardianes  al vehículo con dirección a la vecina Escalona. Pero Pedro Peña no iba en el grupo, y recuperó su libertad horas después previa multa de 10.000 pesetas que le impuso el primer alcalde franquista, Marcelino Escudero, y el sargento de la Guardia Civil Santiago García Novoa, excediéndose ambos en sus atribuciones. La protesta de aquel,  por tan excesiva sanción, no se hizo esperar y viajó hasta Toledo para entrevistarse con el Gobernador Civil, Silvano Cirujano. Aquí hizo constar que las 10.000 pesetas se las había prestado su tío Braulio Peña, que a su vez lo había recaudado entre la acomodada y conservadora familia de ambos.

El ex alcalde Pedro Peña sería nuevamente detenido en enero de 1937 en la localidad de Almorox, pero sólo sería por 25 días. Ocurría que se seguía investigando quien fue el autor de la denuncia de los «diez». Pero la liberación fue inmediata gracias a la labor del teniente de la Guardía Civil Gregotio Arbizu Elcarte.

Salvo la vida de su hermano Isaías Peña, detenido en la checa del general Polier por ser el director del periódico La Nación, vestido de miliciano y en compañía de un obrero de Paredes que le dio un salvoconductor.

Pedro Peña marchó a Madrid tras finalizar la guerra y tomo en traspaso una posada en la Cava Baja llamada La Posada del Dragón. Aquí volvió a ser detenido y denunciado por el secretario del Ayuntamiento de Escalona porque a su hermano de éste era de los 5 fusilados.

 

(1) Pedro Peña Adrada(1897-1956), natural de Paredes de Escalona, llega a Almorox en 1929 para contraer matrimonio con la almorojana Irene Adrada.

(2) Marcelino Escudero Rodríguez(1877-1948), primer alcalde franquista de Almorox.

(3) Martiniano Silván Parro(1893-1967), último alcalde la monarquía de Alfonso XIII y primero de la Segunda República, si bien este cargo lo ejerció durante solo dos meses porque no fue elegido por sufragio universal y Pedro Peña Adradra fue aupado al Ayuntamiento en sus sustitución. Aunque Escudero volvería a la alcaldía en 1933 tras el triunfo de la derecha en los comicios de ese mismo año, para sustituir, precisamente, al señor Peña. Durante la dictadura franquista ejerció el cargo de juez de Paz durante 16 años.

(4) Antonio Quero Garcia(1896-19?), natural de Málaga, casado con Pilar de la Cruz Valencia, oriunda de Villaconejos(Madrid), ambos llegaron a Almorox en el año 1933 para ejercer su profesión  de maestros. El señor Quero fue elegido alcalde tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, pero tras estallar la guerra civil cede el cargo a Calixto Silván Parro.

(5) Calixto Silván Parro Este nuevo primer edil, soltero, labrador, y afiliado a U.G.T. desde 1932, sólo tenía 29 años cuando accedió a su cargo a finales de julio de 1936

(1) MORALES GUTIÉRREZ, Juan Antonio; Guerra Civil en la Comarca de Torrijos, 1ª parte. Autoedición, Toledo 2006. Como ocurriera en la casi totalidad de la geografía española, la monárquica familia Silván Parro, a través de Martiniano, su miembro más destacado, que ya estuvo al frente de la corporación municipal durante la dictadura de Primero de Rivera, pasó a engrosar las filas conservadoras del partido de Alcalá Zamora, Derecha Liberal Republicana, para seguir detentando el poder. En Almorox, como en el resto de España, el cambio de régimen de Monarquía a República trajo consigo una modificación de actitud en muchos que habían sido monárquicos hasta las elecciones del 12 de abril de 1931.

Pero el primer alcalde republicano de la villa, Martiniano Silván Parro, que accedió al Ayuntamiento a través del artículo 29 de la Ley Electoral, es decir, sin elecciones,  pronto encontraría una firme oposición a través de su adversario político más firme en la persona de Pedro Peña Adrada que sí accedió a las alcaldía casi dos meses después con el apoyo popular.

Éste nuevo primer edil republicano, en mayo de 1931, pertenecía al Partido Republicano Radical Socialista, que a pesar de su nombre era muy moderado, como el mismo Pedro, mantuvo serios enfrentamiento con el alcalde saliente que trascendieron a la prensa provincial. Tanto Martiniano Silván Parro como Pedro Peña Adrada utilizaron los órganos de difusión afines a sus ideas para formular quejas. Éste último, a través del semanario “Renovación”, perteneciente a su formación política, reclamaba 30 pesetas,  de un árbol talado en “El Pinar” y que posteriormente fue subastado para leña. También exigían mayor control sobre el presupuesto municipal.

Y así le replicaba, Martiniano en un artículo de prensa publicado en el diario católico “El Castellano”:

“Presenté mis cuentas existiendo un desajuste de sólo 180 pesetas, con respecto a un movimiento de 50.000, que después fueron debidamente justificadas y se aprobó la liquidación. No debería decirlo, por modestia, pero ¿quién se ocupó de las escuelas? ¿ quién de la higiene pública? ¿ quién dispuso de mejor vigilancia sobre la policía de abastos? ¿quién ha llevado siempre una miras altruistas en pro del mejoramiento local?.

Pedro Peña Adrada, ya afiliado a Izquierda Republica, partido de Manuel Azaña, estuvo al frente del Ayuntamiento hasta las elecciones generales de noviembre de 1933, en la que triunfó la derecha y Martiniano Silván volvió a liderar el Consistorio. Y hasta los comicios de febrero de 1936, con la victoria del Frente Popular, no gobernaría Almorox un hombre auténticamente de izquierdas en la persona del maestro: Antonio Quero García.

. La opinión que tenía este profesor del gobierno municipal quedó plasmada en el cuaderno que uno de sus alumnos ha conservado hasta nuestros días. Se trataba de una redacción escrita por el escolar al dictado del profesor:

“Lo que ésta villa fue, muy alto lo pregona el lema de su escudo: noble, fiel y leal. Lo que es ahora, nos lo dice su actual estado de abandono e indiferencia desde el punto de vista higiénico. Su lamentable atraso intelectual es una consecuencia inmediata de la desmoralización ambiental y de los antagonismos y rencillas personales, así como de las luchas seudo políticas. La decadencia de su producción vitivinícola contrasta con la riqueza y salud de sus aguas, su clima y su suelo, así como sus extensos pinares, únicos en la dilatada provincia de Toledo”.

(2) Los ejecutados fueron: Juan Jiménez de la Hoz, Vicente Vázquez González,

(2) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 191, Legajo 1564, seguido contra el primer edil, Calixto Silván.

(3) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumario seguido contra el exalcade Pedro Peña Adrada. Aquí existen multitud de declaraciones que hacen referencia a este asesinato. Este consejo de guerra se inició por denuncia  Serafín Vázquez González, secretario del Ayuntamiento de Escalona, quien de forma maliciosa quería incriminar a Pedro Peña como autor de la denuncia formulada contra sus convecinos de derechas que fueron llevados a la madrileña Checa de Atadell. Pero al final, Pedro Peña pudo probar su inocencia antes las falsas acusaciones vertidas contra él por Serafín.

 

(4) PAUL PRESTON. El holocausto español, pg. 378. García Atadell era un tipógrafo gallego de treinta y cuatro años que había formado parte de la escolta del socialista Indalecio Prieto. Instaló a su grupo de 48 hombres en el palacio de los condes de Rincón, previamente confiscado, en el paseo de la Castellana. Resulta enormemente difícil estimar la magnitud de los crímenes cometidos por la Brigada de Investigación  Criminal de Agapito Atadell.

En sentencia dictada en Escalona el 5 de julio de 1939 cuyo fallo recogía expresamente “ que sólo se les condena a 6 años de prisión dada su escasa peligrosidad”. Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 3860, Signatura 192/2 Legajo 564, seguido contra Hilario Díaz Cortés, Natalio Cortés del Casar, Daniel Zárate Gutiérrez y Cipriano Catalino Alonso.

 

(5) RIVERA, F.J. La persecución religiosa en la provincia de Toledo, páginas 15 y ss

(6) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 191, Legajo 1564, seguido contra el primer edil

(7) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 3860, Signatura 192/2 Legajo 564, seguido contra Hilario Díaz Cortés, Natalio Cortés del Casar, Daniel Zárate Gutiérrez y Cipriano Catalino Alonso. No obstante, Marcelino Escudero, que fue testigo en el consejo de guerra seguido contra el presidente del Comité, cambió de opinión pasados los años: “Los del Comité del Almorox nos salvaron la vida por temor a represalias y porque el vecino detenido, Pedro Esteban Cortés, les compró con dinero”, manifestó el primer mandatario local del nuevo régimen franquista.

(8) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 191, Legajo 1564, seguido contra el primer edil, Calixto Silván. En la sentencia, dictada en Talavera de la Reina el día 29 de mayo de 1942, el alcalde fue condenado a 30 años de reclusión en el año 1942, pero sólo cumplió los primeros años de la pena al ser indultado en 1945.

(9) Archivo General e Histórico de Defensa. AGHD. Sumarios 191, Legajo 1564, seguido contra Pedro Peña Adrada por denuncia previa del secretario de Ayuntamiento de Escalona.

 

 

 

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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