Albarreal de Tajo en la Guerra Civil.
Capítulo tomado del libro Orígenes de la Guerra Civil en la comarca de Torrijos.
Esta pacífica localidad de 577 habitantes, situada a la ribera del río Tajo, vivió de manera tranquila aquel verano de 1936. Solo perturbaron la paz, algunas intimidaciones que las juventudes comunistas y socialistas realizaron contra el cura párroco. Sin embargo, nada más comenzar la guerra, el Ayuntamiento se hizo cargo de las llaves de la iglesia para evitar una posible destrucción de las imágenes. El alcalde socialista, Daniel García-Silvestre Pérez, “Curato”, recogió todos los objetos de valor dentro de la sacristía que cerró herméticamente. También el archivo parroquial permaneció intacto, así como el retablo del patrón de la villa, San Agustín. Sin embargo, la talla barroca central del templo sufrió algún desperfecto a manos de los jóvenes anticlericales revolucionarios. (1)
Meses antes del golpe militar, el citado primer edil ya dejó claro a sus convecinos que no admitiría enfrentamientos violentos entre ellos. Así, en junio de 1936, acudió al Ayuntamiento para recoger su bastón de mando con el fin de disolver a “bastonazos” un conato de agresión entre jóvenes de ideología contraria. (2) Por esta y otras razones, la revolución social que provocó el golpe militar se vivió de una manera más pacífica en Albarreal que en otras localidades vecinas. Así, bastantes residentes de pueblos colindantes, como Gerindote o Burujón, cambiaron de domicilio a aquella localidad gobernada por el mandatario municipal que controlaba los posibles desmanes del Comité. Así pues, no hubo derramamiento de sangre en todo aquel verano de 1936.
Sin embargo, el máximo mandatario y su concejal de confianza, Romualdo Marcial López, “Pescador”, junto con Vicente González Duro, «Fraile», fueron juzgados por los tribunales militares un año antes de acabar la contienda por su actuación en aquellos tres meses de julio, agosto y septiembre. Sería así el único alcalde de la comarca enjuiciado y absuelto en los primeros años de guerra donde las sentencias eran absolutamente injustas. En estas fechas, años 1937 y 1938, en otras localidades de la comarca de Torrijos se estaba condenando a muerte a vecinos sin implicación alguna. La inusual indulgencia de los jueces militares de Toledo que dictaron la sentencia absolutoria, en julio de 1938, en favor de los tres acusados, sorprendió gratamente a sus familiares que no esperaban un fallo así. Pero leyendo el contenido de dicha resolución se hace más comprensible el veredicto:
Durante la dominación roja en el pueblo de Albarreal de Tajo no se cometió delito alguno, ni contra las personas, ni contra las cosas. Y únicamente unas milicias forasteras, sin intervención de los detenidos, se llevaron 19 reses lanares de desecho, propiedad de don Eduardo Diaz Prieto, habiendo sido satisfecho el importe de las animales que también fueron comidos por personas de derechas del pueblo y por otras forasteras que huían de la aviación roja. (3)
La única acusación imputada al alcalde fue la de haber incautado animales al terrateniente de Gerindote, Eduardo Díaz Prieto, que también tenía hacienda en Albarreal. Dicho patrón era la persona idónea para sufrir los rigores sancionadores del Comité, al no residir en la villa y mantener poca relación con el vecindario.
El mayoral de éste patrón gerindotano, Tomás Rodríguez, junto con su pastor, fueron quienes formalizaron la denuncia contra el alcalde a petición de su jefe. Estos empleados aportaron a su escrito de acusación una serie de documentos, denominados “vales”, que justificaban con el sello del Ayuntamiento, y del Comité, la entrega de más de 20 ovejas, 19 reses, 50 aves y otras viandas, sin pagar precio alguno.
El primer edil argumentó en su defensa: “nunca autoricé al Comité, presidido por Vicente González Duro, “Fraile”, a que estamparan el sello del Ayuntamiento en las incautaciones a las que yo me oponía”. Además, a lo largo del proceso se fue desvelando la verdadera naturaleza de las “comilonas” y las personas que participaban en las mismas, muchas de ellas de ideología conservadora y muy allegadas al dueño de los animales. Otras veces el sacrificio de reses estaba motivado para evitar desmanes de los milicianos forasteros que pasaban por la villa, camino de Toledo o hacía zona republicana. (4)
Mientras tanto, entre 1937-1939, los comandos guerrilleros comenzaron a actuar en la retaguardia. Como ya ha quedado relatado, páginas atrás, se mantuvo una resistencia republicana importante al otro lado del Tajo hasta la ofensiva final de marzo de 1939. Durante estos años de guerra, los conatos bélicos se vivían en forma de guerrillas. Estos asaltos se realizaban normalmente en la oscuridad de la noche. Así ocurrió con el ataque llevado a cabo en Albarreal de Tajo, el día 10 de julio de 1938, por un nuevo comando llegado de Navahermosa, formado por los vecinos de aquella población cercana al citado río. Estaba integrado por Melquíades Velasco Marugán y Eladio Martín Fontelo, junto con su sargento y otros cuatro miembros más. (5)
Los citados combatientes cruzaron el río Tajo, una vez más, por la finca Portusa, con la intención de hostigar las líneas enemigas y, una vez en Albarreal, intentar matar al derechista local Elfidio Lobato, enemigo político de los guerrilleros durante el periodo republicano. El resultado no fue el esperado, aunque igualmente muy desgraciado para él. En la desconcertante agresión, con bombas, disparos y escaramuzas por las calles de Albarreal, se causó la muerte de la niña Milagros Lobato Martín, hija de Elfidio, que expiraba en los brazos de su apenada madre. Ambas, madre e hija, recibieron el impacto de la metralla guerrillera que atravesó la puerta de madera que separaba a los agresores de las víctimas. También fue muerto por el comando guerrillero el centinela que vigilaba la entrada de la villa, Luís Palomo, guarda de la finca Cambrillos.
El albarrealeño Melquíades volvió a su pueblo, al finalizar la contienda, para ser interrogado por las autoridades locales. Tenía el convencimiento de que las acciones realizadas en tiempo de guerra no serían perseguidas por los vencedores, máxime cuando la muerte de la chiquilla fue un “hecho fortuito”, según sus propias palabras. Pero la suerte de aquel, así como la de sus compañeros participantes en aquella acción, estaba echada. En fecha 26 de junio de 1940 fue dictada sentencia de muerte contra Melquíades Velasco Marugán y Eladio Martín Fontelo. Tenían 24 y 23 años, respectivamente, cuando fueron ejecutados (6).
- RIVERA, Juan Francisco: La persecución religiosa en la diócesis de Toledo. 1995, pp. 271.
- Archivo General e Histórico de Defensa, causa nº 277, seguida contra Daniel García Silvestre Pérez.
- MORALES GUTIÉRREZ, Juan Antonio; Torrijos 1931-1944. La guerra civil. Toledo 2012, autoedición. pp 83 y siguientes.
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