Semblanzas prerepublicanas en La Puebla de Montalbán.

Como ocurriera en otros tantos pueblos de la provincia, tras la desamortización de Madoz (año 1855) la tierra quedó mal distribuida y las familias  más  acomodadas se adjudicaron a bajo precio grandes extensiones de terreno convirtiéndose en propietarios de grandes fincas como La Zarzuela, Ventosilla, El Bosque, Castrejón, La Soledad, Nohalos, Alcubillete, La Bayona, Los Campillos, Campanario, Villaviciosa o Soto Redondo  y el Robledo, esta última fue propiedad del conde Romanones y utilizada  de recreo hasta 1931.(1)

Para defender sus derechos laborales antes los propietarios de estos latifundios y otras fincas menores, los jornaleros del campo se asociaron en torno a la sociedad obrera La Protectora también conocida como El Progreso Agrícola, fundada en 1931 por Epifanio Rodríguez Garrido(2) . Los patronos también estaban agrupados en torno a su sociedad denominada Alianza Agraria.

           El olivo de sus fértiles campos, de excelente calidad y hermosa planta, era uno de sus principales cultivos. Además de viñas, también existían importantes injertales de albaricoqueros y melocotoneros, cuyos frutos se  exportaban a Madrid desde los años veinte. La mayoría de la población vivía del campo. Tan solo una fábrica de conservas, La Piedad, propiedad de Domingo y Cirilo Calderón componía la base industrial de la localidad; si bien empleaba a más de 200 mujeres pueblanas.

Pero les faltaba la locomotora que impulsara su exigua actividad industrial: el ferrocarril. A pesar de que dicho proyecto fue aprobado por el Ministerio de Fomento, y constituyó el gran caballo de batalla que desde 1878 las sucesivas corporaciones venían reclamando, lo cierto es que los ansiados raíles nunca llegaron a la ribera del río Tajo.

Adornaba, y adorna, la plaza un hermoso palacio de los condes de Montalbán, unido a la iglesia por dos grandes arcos y junto al atrio barroco de la misma, formaban el sitio más romántico y típico de la localidad.  Un esplendoroso Casino o Circulo Recreativo de Artistas, de corte y fachada neoclásica estaba ubicado en la plaza, donde sus asociados disfrutaban con amenos bailes. Un gran teatro municipal denominado Rojas, en recuerdo al autor de la Celestina y situado en el edificio del Pósito, era escenario de novedosas representaciones.            Por sus empinadas calles, la mayoría empedradas, corrían las aguas sin sistema de alcantarillado hacía alguno de sus dos arroyos, Cañares o Cañillo. Una gran mayoría del subsuelo del primitivo núcleo de población estaba surcado por cuevas milenarias.

El edificio de más valor arquitectónico era sin duda el convento de monjas Franciscanas Concepcionistas fundado en 1522 por Juan Pacheco y el convento de Padres Franciscanos construido con posterioridad por Alfonso Téllez de Girón. Los frailes de esta orden tuvieron, en la época que nos ocupa, aula de latinidad y gramática. Además, los seminaristas terminaban en el sus estudios de Filosofía y Teología. Pero en mayo de 1931 fue cerrado provisionalmente ante los alarmantes sucesos anticlericales que estaban ocurriendo en Madrid tras la proclamación de la Segunda República.

 

 

 

 

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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