Elecciones municipales del 12 de abril de 1931

 Elecciones municipales del 12 de abril de 1931 en la comarca de Torrijos

 

La República se proclamó en oposición a una Monarquía cuyos últimos años se había apoyado en una dictadura militar con ayuda del rey Alfonso XIII. Este impopular monarca solo visitaba la comarca de Torrijos cuando viajaba a La Ventosilla, finca propiedad del duque de Santoña, para abatir a tiros cientos de perdices y faisanes. Aquí se reunía con la burguesía rural, entre la que se encontraba la torrijeña familia Calderón, dueños de Alcubillete. Este era otro extenso latifundio, colindante con aquel otro que albergaba una señorial mansión de estilo inglés diseñada por los arquitectos más afamados de la época.[i]

Sin embargo, tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, el proletariado no solo adquirió un protagonismo real en la vida política, sino que por vez primera formó parte de los gobiernos municipales a través de la conjunción republicano-socialista. Los procesos electorales se hicieron por primera vez auténticamente competitivos, y en buena medida veraces, debido a los cambios de la Ley Electoral, que llevó al fin de la aplicación del artículo 29 de las Ley Maura de 1907. De esta manera, ya podemos advertir, a principios de 1932, a jornaleros como alcaldes de muchas localidades. Mientras, el primer edil republicano de Torrijos, el medico Agustín Rivera Cebolla, afiliado a Izquierda Republicana, sería el más intelectual de todos los gobernantes de nuestra zona de investigación, junto con su compañero de partido y profesión, José Fiscer.

La forma en la que llegó Rivera Cebolla al Ayuntamiento no fue muy del agrado de la oposición. Por ello, el futuro líder indiscutible de la derecha torrijeña, Julio González Sandoval, criticaría años después, la forma en que la izquierda accedió a gobernar el primer Ayuntamiento republicano de esta localidad. Éste, oriundo de Extremadura, lo trataba en una carta abierta al periódico católico El Castellano que decía así:

 

Los concejales señores Rivera Cebolla y Fiscer Barbeyto, no fueron elegidos en las primeras elecciones celebradas el día 12 de abril. Pero dichos comicios fueron anulados por el decapitador de Ayuntamientos democráticos, el señor Maura. En las nuevas elecciones celebradas el 31 de mayo de 1931 no acudieron los hombres triunfantes en el primer referéndum, ante el temor de una nueva anulación. Por ello, nadie supondrá que el carácter de legítimos que ellos se apropian sólo es producto de la fantasía creadora de los elementos de izquierdas, pues su ilegitimidad es bien manifiesta.[ii]

 

La otra cara más negativa de la proclamación de la Segunda República, tras el 14 de abril de 1931, fue la violencia incardinada en actitudes intransigentes ante el rival político que se convirtió en el gran problema. La vocación democrática del joven Estado trajo consigo el continuo boicot a las nuevas instituciones por parte de los monárquicos que veían atacados sus privilegios, o de la izquierda más radical que sentía frustradas sus expectativas revolucionarias. Así, ya en los meses de abril y de mayo de 1931, observamos una gran agitación en pueblos como Carmena, Santa Olalla ó Gerindote, entre otros. Ocurría que el artículo 29 de la Ley Electoral provocó la repetición de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, para el siguiente 31 de mayo. Este precepto estipulaba la proclamación automática de candidatos en aquellas circunscripciones en las que el número de aspirantes a ser elegidos fuese igual o inferior al de puestos a cubrir.[iii]

En este intervalo de tiempo se produjo un vacío de poder municipal que el Gobernador intentó suplir con Comisiones Gestoras afines a su ideología. Pero esto solo lo consiguieron los gobiernos inclinados hacia la defensa de la República, como en Santa Olalla. Aquí,  estos delegados provisionales no se constituyeron con normalidad porque el Partido Republicano Radical Socialista se opuso a las instrucciones del Gobernador de Toledo mediante una movilización popular el día 16 de abril. Esta lucha por el gobierno municipal comenzó en esa jornada con una manifestación de seguidores de dicha formación que intentó tomar el Ayuntamiento. La avalancha humana rompió, sin pretenderlo, las puertas del Consistorio, que continuó abierto y sin protección durante los días que duró la reparación de la entrada. Ante el vacío de poder creado, tras la impugnación de las primeras elecciones municipales, existió una lucha interna en Santa Olalla por obtener el bastón de mando del Ayuntamiento. Los distintos grupos políticos se lo quitaban unos a otros, casi de manera clandestina. Por ello, en el espacio de tiempo transcurrido, entre el 12 de abril al 31 de mayo, todos querían  entrar en la Corporación para manejar los resortes de la política municipal y salir con ventaja en los siguientes comicios.[iv]

Entretanto en Gerindote, el gran descontento del vecindario con el nuevo regidor, Juan Francisco Sánchez de Rivera, de convicciones monárquicas, tuvo su culminación el 27 de mayo de 1931. El atemorizado primer mandatario municipal fue obligado a dimitir ante la presión  de la Sociedad Obrera La Segura, que aconsejó a sus afiliados a manifestarse ante la puerta del domicilio de aquel. De esta manera, Cipriano Gutiérrez, sería su sustituto, y por tanto el segundo alcalde de la República. Al igual que su antecesor, ninguno de los dos fue elegido democráticamente por el pueblo.  Este extemporáneo cambio, ordenado por el delegado gubernativo, reflejaba el sentir de la población, en su mayoría jornaleros del campo. Sin embargo, las maneras empleadas por los vecinos para provocar su renuncia, empuñando hoces y bieldos en la puerta de la casa del señor Sánchez de Rivera, en la misma plaza de la localidad, sólo son entendibles desde el convulso contexto histórico en el que se produjeron.[v]

En Torrijos compitieron dos candidaturas: la monárquica-conservadora y la republicana-socialista, triunfando la primera. Pero hubieron de celebrarse nuevos comicios para el 31 de mayo siguiente. Éste día ya salió vencedora la otra lista, a pesar del críticas del señor Sandoval antes relatadas. El candidato más votado fue Agustín Rivera Cebolla que sería nombrado alcalde. Este era natural de Sueca (Valencia), de familia acomodada, donde dejó una notable hacienda de naranjos y otras posesiones para venir a Torrijos en el año 1928 con el fin de ejercer su profesión de médico. Le acompañó en la nueva Corporación el también facultativo, y meses después presidente de la Diputación, José Fiscer Barbeyto, además de Pedro Villanueva e Isidro Sánchez Escobar, empresario éste último de gran prestigio en la localidad.[vi]

Lo ocurrido en Torrijos fue un fiel reflejo del resto de la comarca. Los resultados de la nueva votación arrojaron una apabullante victoria de los candidatos republicanos, comenzando así la andadura democrática en los municipios. Por su parte, el flamante Gobierno Provisional de la República convocó otras elecciones a Cortes, para junio de 1931, encaminadas a la formalización de una Parlamento constituyente, de las que Santa Olalla guardaría tan malos recuerdos.

Sin apenas tiempo de haber superado tanto sobresalto con la proclamación de la Segunda República, el día 20 de junio de 1931, ocurrieron unos sucesos que marcaron negativamente el devenir de este periodo republicano en Santa Olalla. Al caer la tarde, una gran manifestación popular se disponía a recibir a sus paisanos, Serafín y Quintín Sacristán Fuentes que viajaban desde Toledo, en compañía del alcalde de  la capital, José Ballester. Las elecciones a Cortes Constituyentes del día 28 de junio de 1931 estaban próximas y éste candidato intensificaba su campaña por los pueblos. Su trabajo se vio recompensado días después con su elección como diputado por Toledo por el Partido Republicano Radical Socialista.

Una multitud de más de 600 santaolalleros, con banderas y banda de música, salieron a recibirles. Caminaron por la carretera de Madrid hasta casi un kilómetro, en dirección a la localidad de Maqueda. Cuando el vehículo que transportaba a los políticos llegó hasta donde estaba la muchedumbre, se apearon sus ocupantes, entre vítores y aclamaciones, para dirigirse todos juntos de vuelta al centro de la villa donde estaba planificado un mitin que nunca llegó a celebrarse.

El ruido de la música, los gritos de niños y mayores, las canciones y eslóganes electorales, impidieron oír el ronco ruido de un motor que se acercaba y les embestiría por detrás. Una camioneta de transporte, cargada de pellejos con vino, “circulaba a una velocidad excesiva”, según narraba El Castellano. El conductor se azaró con los gritos y en vez de pisar el freno, aceleró. La máquina se detuvo cuando la inmovilizaron los cuerpos atropellados. El resultado fue de cuatro muertos y más de una veintena de heridos.[vii]

Volviendo a abril de 1931, debemos resaltar la singularidad de Alcabón con respecto a otros pueblos. Aquí el cura párroco consensuó una candidatura única para las elecciones municipales de ese mes. La figura del sacerdote, Jesús Alía López, natural de Escalonilla, ejerció una gran autoridad moral y política sobre todos los vecinos del pueblo, hasta su fallecimiento en 1934. El religioso ejerció su respetado liderazgo para armonizar una candidatura entre los patronos y los todavía sumisos obreros. Entre todos alzaron a la alcaldía a Emiliano Rodríguez Marugán, próximo al partido de Niceto Alcalá Zamora, Derecha Liberal Republicana.[viii]

En el municipio de Escalona también continuó gobernando la derecha tras las elecciones de mayo. Sería Bibiano Díaz el primer alcalde republicano de la villa, en el año 1931, aunque dirigido por el terrateniente Sánchez Cabezudo. Este prefirió que fuera el guarda de sus fincas, y no él, quien estuviera al frente de la Corporación, según afirmaron sus detractores. Sin embargo, el líder agrario argumentó que no podía dedicar el tiempo necesario a su pueblo y que con éste testaferro se defendían mejor los intereses del Ayuntamiento.[ix]

El último alcalde monárquico de Novés, Santiago Cardassay Bourdet, entregó su bastón de mando a su homólogo republicano, Eladio Rodríguez Esteban, sin incidentes dignos de resaltar. Aunque éste nuevo primer edil no demostró una ideología bien definida, satisfacía las necesidades de la población. Era el encargado de la finca Guadavisa, y por tanto asalariado de la acaudalada familia Benayas. Como ocurriera en Escalona, estos nuevos mandatarios eran marionetas de los patrones que preferían gobernar desde los elegantes despachos de sus señoriales casas.  Por ello, es posible que partiera de su amo la brillante idea de remodelar la plaza con piedras blancas y calizas traídas de las canteras propiedad del terrateniente Arturo Taramona. Este potentado vecino de Barcience fue requerido por el primer edil, para permitir la cesión de las piedras existentes en las canteras de su propiedad, con el fin de acometer tan majestuosa obra.[x]

En Fuensalida, los votantes llevaron con claridad a la alcaldía al socialista Matías Cudero Bolonio, sin necesidad de repetir comicios. Éste primer edil tuvo la difícil tarea de gobernar una villa donde la conflictividad laboral fue de las más enconadas de la provincia, al existir un fuerte asociacionismo obrero y patronal en torno a sus respectivas organizaciones. Esta rotundidad electoral se debió al voto de los obreros del campo quienes llevaban ya mucho tiempo organizados en torno a la Sociedad Obrera “La Unión”, que presidía Cesáreo López, y contaba con más de 800 afiliados. Además, desde diciembre de 1930 explotaban una tahona que elaboraba más de 900 panes diarios con cuyos beneficios se adquirió la propiedad del inmueble que constituía su amplia se

1 Revista Cosmopolis, año 1928.

[ii] El Castellano 27 mayo 1935,  nº 8.102. Este periódico se puede ver digitalizado a través de Internet: Centro de Estudios de Castilla La Mancha. www.uclm.es

[iii] Gaceta nº 130, 10-V-1931, pp. 639-641.

[iv] MORALES GUTIÉRREZ, Juan Antonio; MORALES PÉREZ, Belén: Segunda República y Guerra Civil en Santa Olalla, Toledo, Ledoria, 2016, pp. 8 y ss.

[v] (5) Libro de sesiones,  4-06-1931, y hoja suelta firmando la dimisión.

[vi] MORALES GUTIÉRREZ, Juan Antonio; MORALES PÉREZ, Belén: Torrijos 1931-1944. La Guerra Civil, Toledo, Autoedición, 2012, pp. 7-11.

[vii] MORALES GUTIÉRREZ, Juan Antonio; MORALES PÉREZ, Belén: Segunda República y Guerra Civil en Santa Olalla, Toledo, Ledoria, 2016, pp. 15 y ss.

[viii] MORALES GUTIÉRREZ, Juan Antonio: Segunda República y Guerra Civil en la comarca de Torrijos, Toledo, Autoedición, 2006, pp. 31 y ss.

[ix] Ibidem, pp. 16 y ss.

[x] Ibidem, pp. 19 y ss

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Juan Antonio Morales Gutiérrez
moralesgutierrez@telefonica.net

Después de "Una memoria sin rencor", Juan Antonio Morales Gutiérrez y Belén Morales Pérez, padre e hija, presentan la segunda entrega de la trilogía, que es independiente de la primera. Pese a que algunos de sus personajes principales aparecen en ambas narraciones, "Secuelas de una guerra" no es una continuación de aquella; aunque comparten el mismo espíritu y denominador común: narrar acontecimientos históricos con nombres y hechos verdaderos. Este segundo volumen se inicia en julio de 1936, con el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, continúa con los sucesos de Paracuellos del Jarama y finaliza en la primavera de 1981, tras el fallido golpe de Estado del 23-F. Pedro Rivera, alcalde derechista de Gerindote (Toledo), huye a Madrid tras ser expulsado de su pueblo después de la victoria del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936. Tras el golpe de militar del 18 de julio, esconde en su portería del barrio de Argüelles a un exministro de la CEDA perseguido por la revolución miliciana, Federico Salmón Amorín. El destino de ambos es la cárcel Modelo de la capital y su posterior asesinato en Paracuellos del Jarama. Después aparecen nuevos personajes, todos ellos militantes del Partido Comunista, uno de los cuales interviene desde el exilio en la resistencia contra el régimen de Hitler y la frustrada invasión del Valle de Arán. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de ellos tiene una existencia real y una personalidad auténtica. Esta es la historia de esos hombres que sobrevivieron o murieron luchando contra el fascismo. "Secuelas de una guerra" es una novela de reconciliación, de amores, sentimientos y de ausencias, que utiliza el recurso de hacer regresar al pasado bélico a sus protagonistas, mientras relatan cómo vivieron la posguerra y la transición democrática en España.

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