LA SEGUNDA REPÚBLICA EN EL RECUERDO DE LOS ESPAÑOLES
LA SEGUNDA REPÚBLICA EN EL RECUERDO DE LOS ESPAÑOLES
La Segunda República fue una etapa de la historia de España y una experiencia democrática que sucedió hace más de noventa años (Federico García Lorca habría cumplido ahora 125 años), por lo que la mayoría de las personas con las que convivimos ya han fallecido. Los supervivientes, cada vez más escasos, relacionan sus recuerdos con la infancia y la juventud, muy influidos por los relatos de primera o segunda mano que escucharon a sus padres y familiares más próximos, ya desaparecidos, y que a su vez han transmitido a sus hijos y nietos. El recuerdo es tan endeble que no debería ser tenido en cuenta para la crónica “profesional” de los investigadores antifranquistas que intentamos construir una ciencia social más o menos rigurosa, siguiendo las normas de un método científico.
El choque o conflictos de opiniones y discursos sobre el pasado en prácticamente inevitable. No se puede ser neutral, pero no por eso dejamos de aspirar a ser serios y rigurosos ni nos dedicamos por ello a la propaganda política. Pero la historia no es pura ni está libre de mantener singulares relaciones con la memoria como realidad social, ni de influir sobre ella, incluso de verse contaminada. Negarlo sería negar la misma realidad histórica que también afecta a la ciencia de la Historia.
Los distintos autores, periodistas, cronistas, investigadores e historiadores que escribieron sobre la República en España a partir de la finalización de la guerra y al menos hasta los años setenta mezclaban el uso de fuentes de dudosa fiabilidad, generalmente con el propósito político específico muy comprometido con la dictadura franquista. No es lo mismo Joaquín Arrarás que Julián Zugazagoitia, y mucho menos Manuel Tuñón de Lara. Los relatos de estos autores influyeron sobre las memorias colectivas dominantes en aquella etapa, compitieron con ellas, fortaleciendo unas y debilitando otras. Todo muy diferente de lo que tuvo que hacer la historiografía de otros países europeos a partir de 1945, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, a la hora de lograr la reconciliación entre ganadores y perdedores. Aunque tampoco es ni mucho menos una batalla zanjada en muchos países y territorios donde aún se siguen preguntando si el régimen de Hitler fue impuesto por la fuerza o aceptado por los alemanes con amplio consenso; o si Stalin era un patriótico libertador o un genocida maniaco.
Es en este tema de las “responsabilidades” tras la Guerra Civil Española donde se encuentra también el núcleo de las polémicas sobre la Segunda República que siguen impactando en la memoria de los españoles. Ello es así porque la Dictadura franquista ha sido presentada generalmente como un producto de la guerra, pero no su origen o causa. Por poner un ejemplo de esta idea común, en las Pruebas de Acceso a la Universidad, los alumnos suelen considerar que el año 1939 es el año inicial del franquismo, considerándolo como una consecuencia más de la guerra, en lugar de un régimen construido por los golpistas que la habían provocado. Esta disociación entre guerra y Dictadura queda fortalecida por la perseverancia de algunos autores en llamar “nacionales” a lo que fue bando “rebelde” y luego “franquista” durante la Guerra Civil, sin molestarse de explicar a los lectores cuando pasan de “nacionales” a “franquistas”, si es que lo hacen alguna vez.
Pero la cuestión de la memoria de la Segunda República no se ensombrece por el fenómeno de la Guerra Civil librada entre comunistas, socialistas, socialdemócratas y liberales por un lado y los autoritarios y totalitarios de derechas por otro. Lo realmente importante para entender lo sucedido, fue el desenlace de dicha guerra, que consistió en que el bando vencedor de 1939 en España fue derrotado en 1945 en Europa. Esa ha sido la verdadera aberración histórica que desalineó a nuestro país del resto de Europa. Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial fabricaron una historia a partir de 1945 que condenaba sin rodeos a la derecha autoritaria como responsable fundamental del desencadenamiento de la tragedia mundial; sin embargo, el tratamiento que recibió después el régimen franquista por las democracias vencedoras fue muy criticado por aquellos españoles republicanos en el exilio que ayudaron a derrotar a Hitler. De modo que nos encontramos con la paradoja de que países que tuvieron regímenes que se rindieron con escasa lucha al fascismo, han sido más benevolentes con aquellos en su memoria, que a los españoles que plantaron cara durante tres años al mismo enemigo. Resistencia que ya en su momento se vio como algo único en el mundo, y que llamó la atención de todo el planeta. La escasa reparación del daño a esos republicanos fue sorprendentemente larga, dada la extrema duración del régimen de Franco: la dictadura personal más larga de la historia de Europa.
Tampoco hay que olvidar la labor de “conversión” que consiguió la Dictadura franquista a través de la represión, es decir, no solo mediante las ejecuciones sumarias de los opositores más persistentes o reincidentes, sino también a través de aquellos que fueron “redimidos” de las garras del “mal” para que asumieran el discurso de los vencedores para poder integrase en el sistema, a pesar de haber estado en contacto con los “rojos”, término genérico para los republicanos.
Archivos sobre la Guerra Civil Española
Otras de las consecuencias del resultado de la guerra fue la desaparición de mucha y valiosa documentación para los investigadores, desde archivos desaparecidos o extraviados (empezando por las primeras memorias de Alcalá-Zamora o los cuadernos robados de Azaña, después recuperados), a la destrucción por los propios derrotados de documentación que podía comprometerles. El franquismo eliminó gran parte del legado republicano, incluida la quema de libros, la destrucción de bibliotecas enteras y buena parte de audiovisuales (un interesante documental sonoro se descubrió escondido en la casa del alcalde republicano de Priego de Córdoba, Francisco Adámez)
La documentación republicana incautada por el franquismo en todo tipo de instituciones fue guardada por motivos exclusivamente represivos para poder investigar el pasado político y los antecedentes de los derrotados, y apoyó a la Causa General que se instruyó contra todo el régimen republicano. Expedientes y registros claves como el custodiado actualmente en el Archivo General e Histórico de la Defensa del Paseo de Moret de Madrid, permanecieron cerrados o fueron de muy restringido acceso durante la Dictadura, lo que impidió hacer una historia científica de la República desde dentro de España que pudiese pugnar con el relato oficial. Sin embargo, hubo escritores propagandistas del régimen como Joaquín Arrarás, Maximiano García Venero o Ricardo de la Cierva, que contaban con una posición de privilegio para acceder a la documentación disponible y que intentaban así robustecer la memoria antirepublicana del país. Después, historiadores extranjeros como Gabriel Jackson, Huh Tomas o Edward Malefakis, y de círculos de exiliados españoles, intentaron neutralizar a aquellos otros y proporcionaron nuevos puntos de vistas sobre la República y la Guerra Civil. Aún hoy, el problema de la apertura y accesibilidad a los archivos no se ha solucionado completamente. No hay más que ver las restricciones y trabas que ponen a los investigadores limitando el número de copias al día, cuando no el cierre temporal del archivo.
Memoria franquista y transición democrática
En cualquier caso, la memoria franquista apostó por los líderes y mártires ausentes, que ya no podían opinar sobre Franco, como José Antonio Primo de Rivera, y más tarde José Calvo Sotelo. Ambos fueron personajes de escasa influencia en el devenir de la República, pero que habían sido ejecutados o asesinados por los republicanos, que era lo que importaba para el recuerdo sentimental de la maldad exclusiva de la República. El periodo republicano era mostrado como una etapa de caos, anarquía, violencia, revolución social, separatismo regional y guerra civil. En contrapartida, la imagen de un país en paz fue esencial para legalizar el franquismo en contraposición al desorden y la sangre de épocas anteriores durante la campaña propagandística de 25 Años de Paz lanzada en 1964.
La historiografía avanzó mucho en los años setenta y los ochenta, acometiendo todo tipo de temas relacionados con la República y la guerra. Se trataba de saber cómo había funcionado la anterior democracia histórica de España para no cometer los mismos errores ante la nueva Constitución de 1975. Pero a partir de 1982, y cuando el sistema político se estabilizó, la Guerra Civil pasó de nuevo al primer plano de actualidad. La experiencia republicana estuvo muy presente durante la transición…pero para que no se repitiese. Sirvió de ejemplo de cómo no debían hacerse las cosas y denunciar a la vez los errores republicanos. La República fue, por tanto, recordada pero no reivindicada ni totalmente sacada de los infiernos. Pese a todo, no pudo evitarse el incómodo referente republicano a la hora de reimplantar las autonomías catalana y vasca en concordancia con la legitimidad republicana.
Hubo en la transición un “pacto de silencio” de tipo político sobre parte del pasado español que originó una ausencia total de reparación y conmemoración de los represaliados republicanos por la Guerra Civil y el franquismo, sobre los que se corrió un tupido velo. El tema quedó sin solucionar y España tuvo que esperar al siglo XXI y más de 25 años de democracia para que empezasen a buscar los cuerpos para darles digna sepultura. En la actualidad siguen exhumándose fosas comunes en un país que estuvo al nivel de Camboya en desaparecidos sin localizar. Su lema vendría a ser “¿por qué los padres de la Constitución dejaron a mi abuelo en una cuneta”. Querían saber dónde estaban y qué había pasado con sus abuelos y padres muertos, y cómo se les podía localizar y exhumar. También pedían justicia, básicamente la anulaciones de aquellas sentencias dictadas por los tribunales militares y conocimiento de sus verdugos.
Ley de la Memoria Histórica
La presión de los familiares de las víctimas obligó al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para aprobar una tímida “Ley de Memoria Histórica” en el año 2007. De este modo comenzó una lenta, pero sistemática, retirada de simbología franquista 30 años después de la muerte del dictador.
El efecto de la citada ley sobre la historiografía española, unido a la necesaria apertura de los archivos implorados, ha provocado una multitud de trabajos sobre la bastante ignorada represión franquista y sus grandes dimensiones. Algunos historiadores conservadores opinan que rescatar estos recuerdos es un ataque izquierdista encubierto a la Monarquía constitucional, y han reaccionado con discursos improcedentes, es decir comparando nuestra situación democrática actual con la del pasado, sin entender adecuadamente los casi 90 años que medían entre una y otra.
El tiempo corre, y la Monarquía española no parece estar actualmente en su mejor momento de salud. La corrupción que ha pivotado históricamente sobre la dinastía de los Borbones, ahora centrada en el rey emérito Juan Carlos I, ha provocado peticiones de referéndums sobre la forma de gobierno.
Bibliografía utilizada:
GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo; COBO ROMERO, Francisco; MARTÍNEZ RUS, Ana; SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco: La Segunda República Española, Pasado&Presente, Barcelona, 2014.
Viñas, Ángel y otros: Los mitos del 18 de julio, Crítica, Madrid, 2014, p.9.
Ruiz Alonso, José María: La guerra civil en la provincia de Toledo. Utopía, conflicto y poder en el sur del Tajo (1936-39), Biblioteca Añil, Almud ediciones de Castilla La Mancha, Ciudad Real, 2004,
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